Exigen que se trate el proyecto que permitirá que se incorporen como profesionales en el ámbito de la salud pública y privada. “Regular el ejercicio profesional de la puericultura y garantizar que haya servicios en todas las instituciones donde ocurran nacimientos es una estrategia de salud pública”, confirma Rocío Albornoz, puericultora, militante de los derechos de la lactancia y miembro de la Unión de Puericultoras Argentina (UPA). Ella, junto a puericultoras de todo el país y otres profesionales de la salud, integra la campaña #LeydePuericultorasYa que surgió para exigir que se trate en el Congreso Nacional un proyecto de Ley que propone incorporar a la Ley de Parto Humanizado (2004) el asesoramiento en materia de lactancia humana por parte de puericultoras.
Presentado en 2020 por la diputada Vanesa Siley (Frente de Todos), el proyecto prevé que las puericultoras se incorporen como profesionales en el Plan Médico Obligatorio para que todes puedan contar con la posibilidad de ser atendides antes y después de parir. También se plantea la creación de un Registro Único Nacional de Profesionales de la Puericultura y una mesa intersectorial, con presencia de miembros del Ministerio de Educación, del Ministerio de Salud, de instituciones donde se brinde la formación profesional y las mismas puericultoras que ya ejercen el rol para que establezcan conjuntamente cuáles son los requisitos para formar parte de ese registro. Esto permitiría, además, brindar a las trabajadoras un marco que resguarde sus derechos laborales.
Hay otros proyectos en la misma línea en diferentes provincias. En la provincia de Buenos Aires, por ejemplo, un proyecto que contempla la creación de Servicios de Puericultura en las instituciones de salud, tanto públicas como privadas, espera ser tratado.
Para quienes integran esta campaña el reconocimiento de esta labor no solo mejoraría la calidad del acompañamiento a las personas gestantes y les bebés, sino que también permitiría a un mayor acceso a la consulta con puericultoras. Por eso, desde abril último exigen en una petición: “¡Que sea un derecho!” y que los legisladores traten de manera urgente los proyectos de ley nacional y provinciales. Para esto están impulsando una campaña en redes sociales a través de su cuenta @leydepuericultorasya que cuenta con apoyo de profesionales de la salud de diversas áreas, mientras se manifiestan en plazas y espacios públicos de ciudades de todo el país para visibilizar la lucha.
El 19 de mayo se movilizaron al Congreso Nacional bajo el lema: "Si la lactancia es un derecho, las puericultoras debemos tener ley". Planean volver el próximo 2 de agosto, en el marco de la Semana Mundial de Lactancia Materna, para exigir el tratamiento urgente del proyecto de ley.
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Cultivando los cuidados del niñe
La palabra puericultura deriva del latin, de la unión de puer, pueris que significa “niñe” y “cultura”, que se traduce cómo “cultivo, cuidado” y tiene su historia. Surgió en el siglo XIX como respuesta a la caída en la tasa de natalidad que se combinaba con el avance de las ciencias médicas y el prestigio que estas iban cosechando en lo relacionado con el proceso de embarazo, parto y nacimiento.
Como dice Marcela Nari en su libro Políticas de maternidad y maternalismo político, la puericultura surgió en Argentina “alrededor del problema de la mortalidad infantil” y en sus inicios fue “un campo de diplomados universitarios” que contó con escasa participación de mujeres.
La baja tasa de natalidad, los avances científicos que ponderaron el discurso médico en todas las áreas y los nuevos enfoques acerca de la crianza trajeron transformaciones. Alrededor de la década del 30 se constituyó en la Ciudad de Buenos Aires un sistema institucional de protección a la primera infancia que incluía dispensarios de lactantes e institutos de puericultura que asistían a mujeres pobres quienes, de ser necesario, recibían preparados simil leche creados a base de cereales para sus hijos, tratamientos y consultas médicas, entre otros servicios.
De a poco se fue reconociendo que la lactancia era fundamental para mantener con vida a quienes recién nacían y fortalecer el vínculo primario era muy importante. Entonces amamantar pasaba a ser obligación de toda madre y el Estado debía controlar que así fuera. Por aquellos años quienes ejercían la puericultura asesoraban a quienes amamantaban y hacían el seguimiento de cómo evolucionaban los bebés en los primeros días de vida, con un fuerte control entre las mujeres de los sectores populares y trabajadoras que muchas veces no podían dar la teta porque, según Nari, “cuando trabajaban fuera de sus viviendas no disponían de instalaciones adecuadas para llevar al bebé y amamantarlo”. Tampoco existían leyes que ampararan a las mujeres trabajadoras que se convertían en madres.
Con el tiempo fueron ganando terreno los sucedáneos de leche materna aptas para recién nacides y su uso se popularizó en una época en que las mujeres se insertaron masivamente en el mundo laboral y necesitaban volver pronto al trabajo después de parir. En los últimos 50 años el uso de leche de fórmula aumentó tanto que desplazó a la teta. Esther Vivas, en su libro Mamá desobediente, lo bautiza como “el negocio de la mamadera” y explica que lo que hay detrás de la baja tasa de lactancia materna y el alto consumo de leche de fórmula es un negocio millonario de empresas alimenticias y farmacéuticas que en muchos casos ha sido impulsado desde los propios Estados. De hecho, en 1981 la OMS sancionó el Código Internacional de Comercialización de Sucedáneos de leche materna con el objetivo de proteger la lactancia de prácticas inapropiadas de comercialización.
Ante esta situación surgieron espacios como “La liga de la leche” que funciona en decenas de países y en el nuestro desde 1978. Quienes la integran se proponen ayudar a todas las madres a amamantar mediante el apoyo de “madre a madre”. Como dice Esther Vivas, “la reivindicación de la lactancia materna no significa su esencialización ni naturalización porque dar la teta es un proceso del orden de lo biológico, pero sí se puede definir como una práctica biocultural”. Por eso, en las últimas décadas surgieron otros movimientos con un enfoque menos conservador que buscan promover espacios de acompañamiento y redes de apoyo para mujeres que quieran dar la teta y sostener su lactancia: es ahí donde las puericultoras están presentes.
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Hoy su labor es integral. Tal como cuenta Rocío Albornoz de UPA, el acompañamiento que ellas hacen no sólo implica el asesoramiento específico en materia de lactancia humana: “Estamos presentes cuando surgen dificultades, somos parte del equipo profesional que ayuda a resolverlas y brindamos información actualizada sobre crianza, alimentación saludable y las diferentes etapas del desarrollo de niñas y niños, desde el nacimiento hasta los primeros años de vida”.
Más derechos
“La lactancia materna es fundamental para el óptimo desarrollo del bebé desde su nacimiento, porque le ofrece todos los nutrientes y defensas que necesita”, dicen en la web Argentina.gob fomentando, como propone la OMS, que se amamante exclusivamente a los bebés durante los primeros seis meses de vida y luego continuar la lactancia hasta, por lo menos, los dos años. Para que esto suceda el acompañamiento de una puericultora puede ser decisivo. “Hemos comprobado que cuando hay servicios de puericultura aumentan las tasas de lactancia y la duración de las mismas es mayor", explica la entrevistada.
Pero el acceso a una puericultora puede ser azaroso en una institución y muy costoso si se hace de forma privada. “En las principales clínicas de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y de la provincia de Buenos Aires hay servicios de puericultura funcionando hace décadas, brindan atención durante la internación y seguimiento en consultorios post alta, pero esta situación no es igual en el resto del país. Hay servicios funcionando en el sistema público, pero la mayoría son sostenidos por trabajadoras de manera voluntaria, sin remuneración económica por su labor”, afirma Rocío Albornoz. También explica que desde hace mucho tiempo existe el ejercicio particular de las puericultoras con acompañamiento en los domicilios, pero que es un servicio al cual muchas familias no pueden acceder porque es costoso.
Según Rocío Albornoz, "la lactancia es un tema que debemos tomar también desde los feminismos y defender en conjunto el deseo de las personas que quieren amamantar y se encuentran con dificultades, a las que sufren violencia gineco-obstétrica y perinatal viendo afectada su lactancia, a las que tienen que salir a trabajar fuera de sus casas y necesitan espacio y medios para extraerse leche, conservarla y sostener la lactancia”. Para la puericultora, “amamantar es una tarea de cuidado que debemos valorar socialmente”.
El reconocimiento de las puericultoras como profesionales implicaría un avance en materia de derechos en el ámbito de la salud: tanto para quienes trabajan acompañando este proceso como para quienes deseen amamantar.