“Esta no es mi Ana”, lamenta la madre de la protagonista de La estirpe, quien perdió gran parte de la memoria cuando se le cayó una bola de boliche en la cabeza en el festejo de su cumpleaños número cuarenta. Contra todas las expectativas de su familia ante estudios médicos promisorios, su regreso a casa no es un camino directo hacia la recuperación, sino más bien una experiencia de extrañamiento constante: Ana es “la otra” de su entorno y quienes la rodean parecen ser desconocidos para ella.
Ana es incapaz de recordar el nombre de su hijo -a quien le dice “el chico”-, cómo ordenar un café en un bar y mucho de lo que su pareja le cuenta de lo que eran. O de lo que ella era: sus canciones o películas favoritas, la casa donde huía de la ciudad, su trabajo como escritora y docente universitaria. Incluso las palabras de su propio idioma le parecen ajenas.
No hay totalidad que le haga sentido alguno, a lo sumo recrea el pasado de a fragmentos. Los ojos de quien dice ser su amiga le resultan familiares, pero no reconoce su cara. Versos de poemas conocidos la atraviesan azarosamente y cree que son suyos. “Mis recuerdos son cosas sin forma, flotan en un río lleno de basura”, dice.
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Lo único que la conmueve es una novela que estaba escribiendo basada en una historia familiar: su tatarabuelo era el director de banda del ejército que Roca mandó a Chaco para arrasar con los asentamientos de los indios guaicurúes. Cuenta la leyenda que en una de esas embestidas encontró a una niña toba llorando. Entonces la subió al galope, la escondió bajo la capa y se la trajo a vivir a su casa con su familia.
Las imágenes y la lengua de otros paisajes y de otro tiempo van ganando terreno en la intimidad de Ana, quien pasa horas enteras en su estudio entre cajas de archivo de esa época y polvo. El único lugar en el que desea estar y el mismo que su marido y la empleada del hogar quieren limpiar, convencides de que esa novela había aislado completamente a Ana. Pero ella necesita encerrarse entre esas paredes y contar esa historia, incluso aunque no domine el lenguaje para hacerlo.
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Intentar recordar la agota e impacienta a su familia, aferrada a la negación de una metamorfosis kafkiana inevitable. La escritura de este libro -desde la primera persona de la protagonista- está hecha de ese mismo cansancio. La autora Carla Maliandi logra con mucha sutileza ilustrar ese esfuerzo mental y físico de Ana por apropiarse de lo que ya no le pertenece. También el vínculo con un hijo que no reconoce y tiene que aprender a querer y la tristeza con la que su marido cede, de a poco, a la resignación.
¿Cómo habitar la casa y la familia propia cuando deja de serlo? ¿Quién es Ana ahora?
Acerca de la autora
Carla Maliandi es una escritora argentina que nació el 26 de octubre de 1976. Estudió Actuación en la Universidad Nacional de las Artes, estrenó siete obras de teatro y participó en diversos festivales teatrales de Buenos Aires, nacionales e internacionales. Su primera novela, La habitación alemana, fue publicada en 2017 y traducida al inglés, francés y alemán. La estirpe, publicada en 2021, es su segunda novela.