Los movimientos feministas y disidentes de Latinoamérica han situado sus luchas poniendo de manifiesto que es posible habitar la propia sexualidad, vincularse y desear más allá de la fronteras establecidas por el patriarcado. Sin embargo, en muchos aspectos se sigue tratando de una sexualidad normativizada en la que ciertas identidades y orientaciones sexuales son cuestionadas, invisibilizadas y violentadas, como sucede con la bisexualidad. ¿Qué pasa con la bisexualidad? ¿En qué lugar la situamos cuando existen violencias desde la cisheteronorma, pero también, desde las mismas disidencias?
Entendemos por bisexualidad a la orientación sexual de las personas que se sienten atraídas emocional, romántica o sexualmente hacia más de un género.
Dentro de las principales violencias a las que se enfrentan las personas bisexuales, se encuentran los estereotipos negativos perpetuados por la creencia de que la heterosexualidad es la única orientación sexual posible. Como resultado, las personas bisexuales se enfrentan a la discriminación, el bi-odio (odio y discriminación hacia personas bisexuales), pero sobre todo a la invisibilización de su identidad. Para les bisexuales, estas violencias se reproducen cuando se niega o minimiza su existencia tanto desde la heteronorma como dentro del colectivo LGBTIQA+.
“Lamentablemente, no es solo desde la heteronorma que nos violentan sino, también, son las personas LGBTIQA+ en muchos casos. No hay lugar para las identidades no binarias en cuanto identidad de género ni tampoco en cuanto a la sexualidad porque la bisexualidad justamente no es binaria”, cuenta Yazmín Torres, activista bisexual y creadora de la cuenta de Instagram llamada Memes Bisexuales, un espacio que surgió para reunir a quienes se identifican como bisexuales desde el humor y la reflexión.
La “B” de LGBTIQA+ no es invisible
Un estudio de Stonewall titulado "Las personas bisexuales salen menos del clóset (2020)", señala que las personas bisexuales son la población del colectivo LGBTIQA+ que sale con menos frecuencia del clóset, es decir, se declara y autonombra bisexual. Este estudio revela que 1 de cada 5 personas bisexuales comparten abiertamente su bisexualidad en comparación con 3 de cada 5 personas en el caso de lesbianas y gays.
La violencia ejercida hacia las personas bisexuales afecta directamente en la construcción de su identidad como sujetos LGBTIQA+. “La invisibilidad y el propio bi-odio impactan en que muches de nosotres nos demoramos muchísimo en identificarnos y nombrarnos como bisexuales. Nos demoramos en asumir nuestra identidad o creemos que transitamos por otras identidades. En el caso de hombres bisexuales está el hecho de que se asuma su homosexualidad, en el caso de mujeres bisexuales se asume su heterosexualidad”, dice Alex Hernández Muro, activista bisexual, defensora de Derechos Humanos y presidenta de Más Igualdad Perú, organización feminista que trabaja por igualdad plena para personas LGBTIQA+ en ese país latinoamericano.
Si consideramos el estar dentro del armario o clóset como una forma de violencia, podemos imaginar a dónde eso sitúa a las personas bisexuales, quienes enfrentan con frecuencia miedo y vergüenza de autonombrarse bisexuales en distintos espacios.
Entender la bisexualidad para garantizar salud integral
Desde el activismo bisexual en Perú, Alexandra Hernandez Muro confirma que, en muchos casos, el sistema de salud no está pensado desde la no monosexualidad, es decir que no está pensado para aquellas personas que tienen deseo hacia personas de más de un género: “Las personas que se encargan de ofrecer servicios de salud, sea salud mental, salud física, salud integral, no están preparadas para poder atender desde una visión en la cual las personas puedan tener atracciones y experiencias que se escapan del sentido de una sola dirección, de la atracción hacia un solo género.”
En sintonía, Malena Correa, activista de Bisexuales Feministas, médica y especialista en salud sexual y reproductiva, comparte su experiencia: “No es común que les profesionales de la salud piensen en qué tipo de relaciones puede haber y cuánta fluidez puede haber en esas relaciones. Muchas veces nos someten a un interrogatorio y luego ponen en duda nuestra identidad o se nos trata como personas promiscuas. Esto genera muchísimas inseguridades, ansiedades, e impacta directamente en la salud mental, integral y social de las personas bisexuales".
El deseo bisexual es dinámico pero estable
Cuando de bisexualidad se trata, hablamos de un deseo que es visto como algo ambiguo, no clasificable dentro de la sexualidad normativizada y lo que las bisexuales feministas definen como “un deseo que fluctúa pero a la vez es estable ya que es siempre bisexual”, en su libro Bisexualidades Feministas: Contra-relatos desde una disidencia situada, publicado por la Editorial Madreselva y que que reúne escritos de las autoras bisexuales Laura A. Arnés, Malena Correa, Agustina Herrero, Agostina Invernizzi, Josefina Itoiz, Iris Luz Ortellao, Ayelén Pandolfi Chediac.
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Traidore, infiel, lesbiana reprimida, inmadure, indecise, gay reprimido, confundide, promiscu y viciose son algunos de los estereotipos que rodean a la bisexualidad e invalidan y niegan su deseo. Es una negación que se basa en la falsa idea de que la bisexualidad es un estadío, una etapa que culmina en la evolución de bisexual a lesbiana o bisexual a gay. No solo se entiende a la bisexualidad como un estadío, sino uno del cual hay que arrepentirse u olvidarlo por completo, en el afán de ser suficientemente disidente como para ser parte de la comunidad LGBTIQA+.
La negación del deseo bisexual, a través de la invisibilización, es violencia ya que implica la negación directa de las personas bisexuales. "No me definen otras personas, me define mi deseo y como yo me autopercibo. Es mi potestad", agrega Correa, de Bisexuales Feministas.
“La vivencia bisexual es única para cada persona: hay quienes lo pueden sentir como algo dinámico y fluido pero para otras es siempre o permanentemente una atracción hacia diferentes géneros”, comparte la defensora de derechos humanos, Hernandez Muro, y agrega que estas vivencias tan variadas de la sexualidad suman mucho valor y diversidad a los activismos LGBTIQA+ y queer en Latinoamérica y en el mundo.
Activando desde la “B”
El activismo bisexual es un llamado a la visibilidad y a que no se le siga negando a las personas bisexuales los espacios que merecen ocupar con orgullo como el resto de la comunidad LGBTIQA+ dentro de las luchas de los feminismos y las disidencias. El pedido no es que se sitúe a la bisexualidad en el medio de ambas fronteras, el pedido es que borremos esas fronteras que reproducen estereotipos, discriminación y violencias.
Uno de los grandes problemas en el activismo LGBTIQA+, de acuerdo a Hernández Muro, es que “se asume que las demandas de quienes son bisexuales ya están incorporadas en la agenda lésbico-gay”. Para esto, remarca la importancia de que se creen espacios exclusivamente bisexuales que son, además, espacios muy diversos que “convocan la no monosexualidad para el planteamiento de las agendas bisexuales”.
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Para lograr estos avances, no hay que pasar por alto el rol de la Educación Sexual Integral bajo el marco de la Ley 26.150. Para Torres, “la ESI tiene el rol de acompañar a las personas bisexuales durante su crecimiento y de informar a quienes no son bisexuales. Dar cuenta de que la bisexualidad existe, es válida y de que no hay que cambiar nuestra orientación sexual. Al informar a las personas no bisexuales, puede evitarse que se comentan ciertas violencias que afectan directamente a nuestro desarrollo”.
La bisexualidad “no es la mera articulación entre dos espacios legitimados y legibles”. Es una identidad válida con derecho a autonombrarse, a tener sus propias agendas y a habitar espacios en los que se respeten sus vivencias por fuera de una sexualidad limitada, binaria y normativizada. Por fuera de las fronteras de la norma y de la monosexualidad.