“¿Qué es lo que están diciendo y que siguen sosteniendo muchos de los escritores de la década de los 90, con la idea de que por pertenecer a una época las violencias eran admisibles? Que el abuso existió siempre pero que se esforzaron, con prácticas activas, por imposibilitar una lectura del abuso ¿Dónde están las pruebas? En el afán loco de seguir haciendo letra chica. De este lado nos queda el arma más poderosa: leernos entre nosotrxs y seguir escribiendo, no parar de escribir”, publicó María Florencia Rua en su muro de Facebook dos días antes del Paro Internacional de mujeres. Ella es escritora, actriz y directora. Forma parte del colectivo Sangría, un grupo conformado por “escritorxs, poetas, editorxs, librerxs, fanzinerxs, y periodistas” que luchan por un espacio laboral más justo para las mujeres, lesbianas, bisexuales, trans, travestis y no binaries que se relacionan con la palabra y el libro.
Acoso, denuncia y organización
Florencia Rua protagonizó hace algunos días una denuncia contra Damián Ríos, co-director de la editorial Blatt y Ríos. No fue la única mujer que lo denunció por acoso, fueron varias compañeras las que desmantelaron el modus operandi de Rios. Se pusieron en contacto para escucharse y encontrarse en la lucha. Sangría es un colectivo que se conformó cerca del 8M. Dentro de sus primeras publicaciones en Facebook hay una carta que habla de la denuncia puntual contra el editor.
“Hay reiterados testimonios que indican actitudes sistemáticas de acoso, llegando en algunos casos al abuso sexual. Esos testimonios indican que Ríos hace uso de su figura y su lugar como editor para perpetuar la violencia desde un espacio de poder. Son muchas las compañeras que permanecen en el anonimato por miedo a futuras represalias o silenciamientos simbólicos. También son muchas las compañeras que abandonan espacios de circulación, perjudicando así la difusión de sus obras, por miedo a cruzarse con quienes han sido abusadores”, asegura ese texto alejado en el blog “Fuera macho literario”.
La denuncia por la participación del acusado en el jurado de la Bienal de Arte Joven que se realizará este año, fue una de las primeras acciones que llevó adelante el colectivo que logró acompañar a Florencia Rua. Para esto, las integrantes de Sangría acercaron una carta con más de 600 firmas a la organización del evento quien decidió suspender la participación de la editorial en esta edición.
Tender redes en cada espacio
El logo del colectivo es rojo como la sangre que recorre cada cuerpo de las mujeres que conforman el espacio. El dibujo define un puño en alto, firme, que sostiene un lápiz con empoderamiento feminista. Al igual que en otros ámbitos como la actuación, la música y la ciencia, las trabajadoras de la palabra decidieron organizarse contra la violencia machista y lo lograron. Este movimiento vino a sacudir los estándares preestablecidos y ningún rubro se queda sin mover sus estructuras patriarcales. Según cuenta Laura Forni, directora, librera e integrante de la organización, la primera instancia de unión fue por un grupo de Facebook y Whatsapp. Como sucede en otros ámbitos, las herramientas de la tecnología se ponen a disposición de las mujeres cuando tienen que entrelazar sus historias. En esas conversaciones, surgieron varias denuncias por acoso: las que más resonaron fueron las historias contra Damián Ríos.
“Nosotras nunca quisimos utilizar al escrache como método de denuncia. Lo debatimos en asamblea y esa fue una decisión colectiva. Lo que sucedió en el medio fue la Bienal, donde Florencia quería participar. Entonces tuvimos que emitir un comunicado porque decidimos que no queríamos ser más las desplazadas de los espacios, como suele suceder”, cuenta Forni para Feminacida y agrega: “Ella no quiso hacer una denuncia penal porque, como se sabe, siempre te revictimizan. Para nosotras fue un claro abuso de poder ya que él utilizó su editorial para invitarla a su oficina con la excusa de que la iba a editar y mientras ella leía poemas sobre abuso, él la intentaba tocar diciéndole que se relaje”.
Una vez que la protagonista del abuso contó su historia entre este grupo de escritoras organizadas, la primera instancia fue la protección absoluta a la compañera afectada. La pregunta que da vueltas en este y otros casos es: ¿cómo se hacen escuchar las mujeres cuando no hay una justicia que acompañe a las mujeres? Según la Oficina de Asesoramiento sobre Violencia Laboral, en 2017 fueron atendidas 4500 personas por denuncias. La mayoría de las consultas fueron de mujeres entre 26 y 45 años.
La respuesta es feminista
La denuncia contra Blatt y Ríos no es la primera ni el única que empieza a tumbar a los machos que abusan de su poder en el ámbito laboral. La lista va a seguir corriendo porque las mujeres decidieron organizarse y protegerse ante la violencia patriarcal. Si bien el destape de esta olla suele ser incómodo, la búsqueda habilita un nuevo mapa y nuevas preguntas a resolver. Laura Forni también asegura haberse sentido asombrada por la seguridad con la que Florencia afrontó el caso, teniendo enfrente la posibilidad de que se minimicen los motivos por los cuales se llevó adelante la denuncia.
La herramienta más poderosa que encontró el feminismo en este presente de transformación es la unión, la escucha, el acompañamiento y el saber que nunca más estaremos solas. El #YoTeCreo o el #MiráCómoNosPonemos fueron respuestas claras en este sentido. La tecnología se puso al servicio de nuevas demandas del colectivo de mujeres que ya no se calla.
La sangría puede ser un espacio en blanco dentro de un texto o un lugar de encuentro y lucha. Otra batalla ganada de la nueva ola del feminismo es la resignificación y apropiación de conceptos. Esto lo lograron las trabajadoras de la palabra que con un guiño de sus integrantes invitan a formar parte de un espacio en plena construcción. El 8 de marzo del año pasado Florencia escribía en su blog “Cuando el fuego”:
Estuvimos quietas calladas
vimos el cielo rojo y bajo el cielo creímos
incorporar un idioma
y arriba del cielo en los altares
corrimos con el fuego y cuando el fuego
en nombre de dios nos tocó
vimos el mismo horror que en un pasillo
una noche en secreto en la infancia
en nombre del amor.
Inventaron un miedo en la línea de la mano
un niño
o la comida
confiamos en ese extraño del que después
huimos como pudimos
como huyen las cosas que antes
no podían moverse y de repente
las despierta un sonido, una luz
o el mismo sueño
desatado
como una corriente
en el medio de la nada.
Que la luz no se prenda, rezamos,
que el animal siga durmiendo para despacio
poder abrir esa puerta.
Arriba de los techos, la mano de tu hermana o de una madre
o de la muerte,
trepando las rejas,
esquivando los autos,
nos dirige el deseo allá atrás una casa
abandonada
iluminaremos
con esta linterna
haremos un hogar
en la historia.
Foto de portada: Miela Sol PH