El 7 de agosto de 1991 se creó el Consejo Nacional de la Mujer, un organismo diseñado por militantes e intelectuales feministas, cuyo rol fue clave para la sanción y cumplimiento de la Ley de Cupo femenino en el poder legislativo. Además, logró la inclusión de la cuestión de género en la currícula escolar e impulsó desde el inicio políticas de salud sexual y reproductiva, entre otras iniciativas.
Virginia Franganillo, socióloga, militante peronista y primera presidenta del Consejo, rememora, en diálogo con Feminacida, la línea de tiempo histórica que concluyó en la creación de este organismo institucional, primer antecedente de una institución con perspectiva de género a nivel nacional.
Militancia temprana durante la dictadura militar
Virginia comenzó su militancia en la década de los 70, con la Juventud Peronista (JP). Cuando ingresó a la carrera de Sociología en el año 1973, los tiempos que corrían para ella ya eran vertiginosos. Durante la dictadura militar, continuó militando a través de la Comisión de Familiares de Detenidos y Desaparecidos, ya que su hermano mayor estaba preso.
Tras la temprana muerte de su madre, volvió a su Mar del Plata natal. Los amigos con los que vivía habían sido víctimas de los primeros asesinatos de la Concentración Nacional Universitaria, una organización terrorista ultraderechista que tuvo base en La Plata y Mar del Plata. En los juicios a las Juntas Militares, fueron incluidos como antecedentes del terrorismo de Estado, en complicidad con las fuerzas policiales y militares.
“Yo no dejo de hacer política desde los 18 años, de una u otra forma. Venirme a vivir a la Ciudad de Buenos Aires fue muy emancipador para mí”, cuenta Virginia. En 1980, cuando llegó a Buenos Aires ya como socióloga, continuó militando clandestinamente e identifica lo que fue su primer encuentro con el feminismo gracias a dos organizaciones de mujeres.
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La primera fue una gran movilización que se hizo en el año 1981, en plena Dictadura Militar y previo a la Guerra de Malvinas. Una marcha muy importante que llega a la Plaza de Mayo, encabezada por Amas de Casa contra la Carestía de la Vida, quienes más adelante se nombraron Amas de Casa del País, conducida por el Partido Comunista Revolucionario (PCR).
La segunda fue la toma de tierras en la localidad bonaerense de Francisco Solano, también en el 81, donde 4.600 familias decidieron ocupar terrenos en los municipios de Quilmes y Almirante Brown. Este asentamiento fue una respuesta, principalmente de las mujeres, a las condiciones de vida precarias y el hacinamiento en el cual vivían sus familias.
Transición democrática y primeros vestigios del Consejo
“Nosotras empezamos a hacer cosas distintas durante la transición democrática, con la agrupación Liberación y la Multisectorial de la Mujer. Creamos, por ejemplo, consejerías de Salud Sexual y Reproductiva”, destaca Virginia.
En la práctica, eran un grupo de autoconciencia que recurría a reuniones para fortalecer ese punto de contacto e identificación entre las mujeres del peronismo. También, encabezaron la creación del Subcomité de Mujeres en el Servicio Universitario Mundial (SUMAR), donde llevaron a cabo la primera experiencia de un feminismo popular. “El retorno a la democracia para mi generación significó poder volver a trabajar en una profesión que habías elegido, ya que siendo socióloga no podías trabajar durante la dictadura”, recuerda.
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En el año 1985, desde la Multisectorial de la Mujer, en una articulación entre el Partido Justicialista (PJ) y el movimiento de mujeres, se planteó una agenda de plataforma donde se propuso cuál debería ser el mecanismo gubernamental. Más tarde, en el año 1989, se presentó la propuesta para formar el Consejo Nacional de la Mujer, que no fue tenida en cuenta.
“Menem planteó la creación de un Ministerio, pero sabíamos que no era real porque eso requería reformar la Constitución, así que seguimos con nuestra idea del Consejo”, explica Virginia, y agrega: “La creación del Consejo fue una propuesta con total autonomía. No hubo una decisión del Gobierno de crear un organismo y designar a alguien, nosotras definimos un tipo de organismo público que queríamos y quién iba a ser su presidente”.
Para la creación del Consejo, hubo dos movidas clave: la primera fue la convocatoria a feministas que no necesariamente estaban identificadas con el peronismo o el Gobierno; la segunda fue que todas contaban con formación, no sólo académica sino en práctica, en materia de política pública u ONGs. A esto se suma que la propuesta de creación del Consejo tuvo un consenso total entre las mujeres peronistas.
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Consejo Nacional de la Mujer y Ley de Cupo Femenino
El 8 de marzo de 1991 se crea por decreto el Consejo Nacional de la Mujer. A partir de ahí, se dieron a la tarea de armar una agenda transversal, generando acuerdos con los ministros. La primera política que impulsaron fue el Programa de Igualdad de Oportunidades, en el año 1993. A nivel internacional, la implementación de este tipo de políticas públicas era dominada por la Unión Europea (UE).
“El 7 de mayo, día del nacimiento de Evita, creamos la primera Comisión Asesora de la Mujer, con integrantes de todos los partidos políticos. Todas estábamos guiadas por una misma idea: lograr la sanción y reglamentación de la Ley de Cupo”, rememora Virginia. Al presentar el proyecto de ley, los diputados votaron por presión de las mujeres del partido pero estaban seguros de que la ley no iba a salir. Anteriormente, ya se había intentado restaurar el cupo histórico de 33 por ciento, pero no resultó efectivo.
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Luego de que se llegase a la media sanción, en noviembre de 1990, nació la Red de Feministas Políticas, una alianza de mujeres que venían construyendo el feminismo desde la transición democrática y lograron formar una hegemonía política feminista en esos tiempos. A la par, se creaba el Consejo, donde la Ley de Cupo iba a tener un rol central.
“El proyecto de la Ley de Cupo abre el debate sobre la condición social de las mujeres. Fue presentada por diputadas y senadoras del radicalismo, partido que se había opuesto a Eva Perón con el cupón no escrito del 33 por ciento, pionero ya que en las décadas de los 40 y 50 no había diputadas en el mundo”, resalta Virginia.
Al momento de la media sanción, las mujeres tenían un 4,5 por ciento de representación en el Congreso, por lo que no había articulación con la labor que hacía la militancia en la calle. “Esa media sanción la recogimos desde el Consejo Nacional de la Mujer y, en una movida muy inteligente de alianza multipartidaria, logramos la ley y que el presidente (Carlos Saúl) Menem se interese, se comprometa”, subraya.
En 1995, frente a las conferencias de las Naciones Unidas, donde Argentina iba a ser sede de la Convención de la Mujer regional de América, Menem se alió al Vaticano en relación a estas conferencias y propuso incluir una cláusula constitucional que penalizara el aborto. “Por supuesto, nuestra decisión fue enfrentarlo, pero el Consejo como organismo dependía de él. Luego de eso, vino mi renuncia”, concluye Virginia.
Para Virginia, el Consejo fue una alianza de mujeres feministas políticas, una experiencia de poder: “Construimos poder para las mujeres y fue una etapa de legitimación sobre la condición social de las mujeres”, sentencia.
La deuda interna
Ante el escenario del feminismo actual, Virginia considera que hay un debate pendiente muy fuerte puertas adentro, que es definir cuáles son las políticas prioritarias: las identitarias o las de condiciones de vida. “Un Ministerio, en un país como el nuestro, debe priorizar y transformar las condiciones de vida de las mujeres y de las diversidades”, dijo Virginia, categóricamente.
En su opinión como socióloga, la agenda del feminismo tiene que estar centrada en la feminización e infantilización de la pobreza por un motivo esencial: las relaciones de género son la base de la reproducción social de la pobreza. “Les niñes no tienen quien los represente, ¿y quién lo va a hacer si no somos nosotras?”, reflexiona Virginia.