Fueron varias las denuncias de monjas que se animaron, luego de años de miedo, denunciar a los curas y párrocos que abusaron sexualmente de ellas. En el marco de la catarata de denuncias de pedofilia que golpea a la Iglesia Católica con denuncias a Justo José Ilarraz, el cura de Panamá condenado a 25 años de prisión por abuso sexual de menores, que cuentan con el silencio eclesiástico y un sistema de ocultamiento e impunidad, las denuncias de las monjas chilenas de la Congregación de las Hermanas del Buen Samaritano, ubicada en Molina, región de Maule, a 210 km de Santiago de Chile, representan un nuevo capítulo en la historia machista y abusadora de la iglesia católica.
Mientras la Iglesia en pleno utiliza sus más diversas armas para atacar el proyecto de Interrupción Voluntaria del Embarazo, recurriendo a argumentos retrógrados, colocando continuamente a la mujer como rehén de sus creencias y prácticas, ocultan celosamente sus delitos y evitan pronunciarse al respecto.
"El sacerdote siempre estuvo abusando de las hermanas, sexualmente", contó la ex religiosa Celia Saldivia, quien no especificó el nombre del cura, según el informe especial "El fin del silencio.”No somos esclavas, somos mujeres”, dijo Saldivia. También contó que vio muchas veces a las compañeras desnudas en la habitación mientras el cura las revisaba. En una oportunidad, ella encaró al cura, le preguntó por qué lo hacía y él le respondió: "Es que yo nunca he visto a una mujer desnuda y quiero verla. ¿Por qué? ¿Qué tiene?".
Yolanda Tondreaux, una de las denunciantes, dijo que sufrió abusos apenas tomó los hábitos. "Un sacerdote se me acercó, me tocó el pecho y me dio besos en la cara, llegando hasta los labios", contó. "Me manoseó. Me dio asco", dijo. Acudió a la madre superiora, Patricia Ibarra, para contarle lo ocurrido, pero ella, en cambio, la trató de "mentirosa" y le ordenó confesarse con el mismo cura. Esta semana seis monjas de esa pequeña congregación religiosa de Chile hicieron públicas sus historias de abuso por parte de los sacerdotes y de otras monjas en la televisión. Relataron que sus superiores no hicieron nada para detenerlos.
Hasta ahora no hubo ningún comunicado del Vaticano repudiando los hechos y negándose a comentar si tomaron medidas al respecto. Suele ser habitual el mecanismo de impunidad de la Iglesia: al enterarse de las denuncias, trasladan a los curas y obispos abusadores a otras congregaciones lejanas, donde siguen moviéndose con total libertad. Sí se han manifestado en varias ocasiones para aclarar que las iglesias locales son responsables de castigar a sacerdotes que cometen “infracciones”, desligándose de tomar acciones.