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Volver a teñir las calles de verde

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Se sube al subte de la línea B, va con los auriculares puestos y se sienta en la larga butaca bordó mientras pone la mochila sobre sus piernas. Atado, casi como un amuleto perpetuo, tiene un pañuelo verde un poco desgastado y con la punta deshilachada. Siete años atrás, ese mismo color inundaba las inmediaciones del Congreso de la Nación Argentina en una jornada que quedó para la historia.

El 19 de febrero de 2018, la plaza del Congreso se convirtió en un escenario histórico. Las discusiones legislativas y las manifestaciones venían desde hace décadas, pero aquel pañuelazo representó un punto de inflexión. La marea verde, aquella ola de pañuelos ondeando, se convirtió en la materialización de una lucha que había crecido y tomado fuerza a lo largo de los años, impulsada por un movimiento feminista que ebullía. El pañuelo verde, que en sus inicios había sido un pequeño recorte de tela, pasó a convertirse en un emblema global de la autonomía sobre el propio cuerpo, de la justicia social y de la necesidad de terminar con la clandestinidad del aborto.

María Teresa Bosio, “Keka” para quienes la conocen, recorta friselina verde en forma triangular durante un par de horas junto a sus compañeras allá por el año 2003. Recuerda que el consenso era claro: necesitaban un símbolo si querían que la Campaña se volviera un asunto federal, necesitaban algo que les una y les identifique. Ella integra Católicas por el Derecho a Decidir, es docente e integrante de la Campaña por el Aborto Legal Seguro y Gratuito. 

“Fue verde por descarte: el violeta es del feminismo, el rojo lo tiene la izquierda y el amarillo lo papal; por eso pensamos en verde”, dice Keka casi veinte años después de ese momento. Metieron todos esos pedazos de tela en sus valijas para llenarlos de sentido y llevarlos al XVIII Encuentro Nacional de Mujeres en Rosario, donde se ocuparon de repartirlos en el taller que hace años se venía realizando en este evento masivo de los feminismos. Un aula inundada de color verde.

La siguiente escena que Keka rememora con su preciado pañuelo es en 2007. El primer proyecto de ley de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito era un hecho; solamente tenían que lograr el millón de firmas en todo el territorio nacional para hacer la presentación formal. “Yo me acuerdo de estar diez, doce compañeras ahí en la peatonal de Córdoba con una mesita. Todos los jueves, al costado de la Legislatura, con una planilla íbamos parando a la gente. Era ir diciendo los argumentos, ensayándolos, viendo las actitudes de la gente, analizando. Algunas firmaban sin ningún problema, otras te miraban con asco y otras discutían”, cuenta Bosio y agrega que siempre con el pañuelo en la mesa, en la muñeca.

Seis veces habían presentado proyectos legislativos que no pasaban a votación, hasta que el 19 de febrero de 2018 se llevó adelante el primer pañuelazo masivo en el Congreso donde cientos de personas levantaron sus brazos para convertirse en una marea verde. Lo que vino después: media sanción en Diputados y luego lluvia, mucha lluvia, y la Cámara de Senadores rechazando el proyecto de ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo. Dos años después: la revancha, la sanción, la Ley N° 27.610.

Según el análisis del Centro de Datos de Chequeado realizado sobre el Presupuesto Abierto trimestral del Ministerio de Economía de la Nación, “los registros hasta el tercer trimestre de 2024 exponen una situación crítica: la distribución de medicamentos para la interrupción voluntaria o legal del embarazo cayó a cero”. La situación es crítica y las provincias deben llevar adelante la garantía del acceso sin contar con el apoyo de Nación. 

“Este gobierno no va a poder desmantelar esto que hemos construido y que está en todos los territorios. Sí, tenemos menos recursos. A lo mejor habrá que tener más incidencia política en cada una de las provincias, ¿no? Fortalecer la campaña en cada uno de los espacios provinciales”, dice con determinación Keka mientras agrega que Córdoba, donde ella reside, es una de las provincias que está gestionando la compra de medicamentos. Y suma: “Hay una necesidad de volver a organizarnos, de volver a reforzar esas redes que teníamos”. 

La pregunta del millón: ¿cómo hacerlo en un contexto económico complejo y de retroceso de derechos? Actualmente el acceso a la Interrupción Voluntaria y Legal del Embarazo (IVE) enfrenta desafíos federales para el cumplimiento de la Ley. Según informó la periodista Camila Vautier en la nota “Faltan recursos para garantizar la interrupción del embarazo”, uno de los mayores obstáculos es la escasez de medicamentos como la mifepristona y el misoprostol, esenciales para realizar los procedimientos de manera segura y eficaz. 


Podés leer más en: Faltan recursos para garantizar la interrupción del embarazo

La situación varía según las provincias, con algunas como Córdoba, Jujuy y Misiones reportando faltantes de estos insumos, y otras como Santiago del Estero y Tierra del Fuego que cuentan con poco stock para dar respuesta a la demanda. Además, la desarticulación de programas como el Plan ENIA, que ayudaba a prevenir embarazos adolescentes, agrava aún más la situación, evidenciando una marcada disparidad en el acceso al aborto según la región del país.

Marta Alanis es fundadora y coordinadora de relaciones políticas e institucionales en Católicas por el Derecho a Decidir (CDD). En díalogo con Feminacida, hace una aproximación al asunto y retoma lo sucedido en la primera Marcha Federal del Orgullo Antifascista Antirracista LGBTIQNB+: “Sabíamos que ante una arremetida fascista los derechos conquistados se iban a volver precarios y hay que defenderlos”. 

Alanis está convencida de que la batalla cultural ya la ganamos y dice que “eso es lo que tenemos que enarbolar nosotras. La ganamos con todas las leyes que logramos y aunque quieran volver atrás el futuro de la humanidad no está en esas propuestas delirantes”. Se trata entonces de organización y calle, sostiene, cuando menciona que cada derecho que han conquistado los feminismos se han ganado justamente poniendo el cuerpo y organizándose. Pero también advierte que hay que ir con cuidado y dice: “Esos derechos que supimos transformar en leyes se dieron en momentos de ampliación democrática. Hoy estamos en una etapa de restricción de la democracia y probablemente no podemos cambiar las cosas de la noche a la mañana”.



Keka fantasea con un frente federal antifascista que luche para defender y hacer valer los derechos conquistados y piensa que la masividad que supimos construir con la marea verde no se ha perdido, que sigue ahí latente y lista para salir a la calle como salieron miles de personas el pasado primero de febrero. “Tenemos que tener una mirada hacia el futuro y en esa mirada hacia el futuro tener propuestas, tener palabras, ponerle contenido a lo que queremos. Tenemos mucho para hacer y nunca va a ser demasiado poco lo que hagamos”, concluye.

El pañuelo verde es la bandera de una lucha colectiva que recorrió los rincones de Argentina y llegó a muchos otros países. Incluso, hace unos años, llegó a manos del Papa Francisco gracias a Milagros Acosta, del área de Jóvenes de CDD. Se convirtió en un emblema que cada persona guarda o sostiene en distintos lugares. En la pared que aparece en la videollamada con Marta Alanis, en la biblioteca, tatuado en la piel, amarrado a la riñonera de todos los días, en la mochila de la chica del subte, en cada marcha. 


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Para Keka, el pañuelo representa la memoria de todo lo que se ha conquistado, pero también la urgencia de seguir luchando. “Es como si lo hubiéramos guardado, pero ahora es el momento de volver a sacarlo, de ponerlo en circulación con fuerza”, reflexiona. El pañuelo verde, que recorrió las calles, el Congreso, y los medios, sigue siendo un símbolo de resistencia, pero también un recordatorio de que la lucha no ha terminado. 

El desafío, coinciden Alanis y Bosio, sigue siendo potenciar la masividad que alcanzó la marea verde. Hoy, con un entorno político más restrictivo, la clave sigue siendo la organización y la visibilidad porque la marea verde sigue viva, latente, y si de algo sabe es de organización. Sobre todo haciendo foco en el trabajo en los territorios para volver a esas multitudes que, en 2018, se encontraron en las calles con la certeza de que no había vuelta atrás.

―Este artículo fue producido en alianza con Católicas por el Derecho a Decidir―



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