En su 30° aniversario, Católicas por el Derecho a Decidir Argentina lanzó “Teologías feministas: espiritualidades en resistencia”, un libro que reúne de manera coral las voces de seis teólogas latinoamericanas que invitan a repensar la religión, la violencia y el lugar de las mujeres en la iglesia católica. En esta nota, sus reflexiones teóricas se entrelazan con la historia de una activista que narra cómo fue el camino hasta identificarse como lo hace hoy: católica y feminista.
La teología feminista sospecha, desarma y arma. Abre la puerta para quien quiera salir a pensar por fuera de las fronteras que la Iglesia católica, históricamente, delimitó. “Teologías feministas: espiritualidades en resistencia” es, precisamente, una invitación a pensar. A lanzar preguntas como flechas allí donde el silencio es sacralizado.
Porque “el patriarcado y el machismo clerical tienen consecuencias dolorosas para las vidas de las personas creyentes”, explica Natalia Rodríguez, co-coordinadora del Área de Diálogo Ecumémico e Interreligioso de Católicas por el Derecho a Decidir y compiladora del libro escrito en los albores de la pandemia.
Estimuladas por las transformaciones que este fenómeno produjo y ante la necesidad de repensar las estructuras injustas de la iglesia católica, la publicación reúne experiencias de los feminismos comunitarios y cristianos en México, Brasil, Panamá y Argentina.
Por mi culpa, mi grandísima culpa
La oración del «Yo pecador» es un rezo de confesión de los pecados que forma parte del rito católico. La persona se golpea el pecho tres veces mientras repite «por mi culpa, por mi culpa, por mi grandísima culpa».
En su texto, titulado como esa oración, María de los Ángeles Roberto, miembro de la iglesia metodista argentina y docente en la maestría de Teología y Biblia de la UCEL, explica el lugar que tuvieron las mujeres históricamente en las instituciones eclesiásticas. “Las tradiciones religiosas son construcciones heteropatriarcales de género basadas en el principio de la fragilidad de las mujeres, a las que consideran culpables por ser herederas de Eva —según el mito de la Creación— y débiles mentales y físicas a nivel legal, por herencia del derecho romano. A ese principio de la supuesta minoridad de las mujeres le corresponde un papel de protección y tutelaje de los varones”, escribe.
Roberto desarma este mecanismo de opresión, la culpa: “La cristología tradicional, con su teología de la cruz, perpetúa el rol de la mujer como una sierva sufriente que debe obedecer y tolerar los abusos, porque si Cristo sufrió por los pecados de la humanidad y aceptó la muerte en la cruz para salvarla, las mujeres también deben soportarlo todo, desde la violencia de género cometida contra ellas por sus parejas o los abusos sexuales perpetrados por los varones de su propia familia o comunidad religiosa”.
Las teologías feministas ofrecen, en cambio, nuevas “claves interpretativas” para desarmar esas “imposiciones de las jerarquías eclesiales”, “horizontes de posibilidad para superar la misoginia en nuestros ámbitos religiosos, para identificar y desarmar los discursos de odio disfrazados de buenos valores, de fe y creencias ‘puras’ que limitan la participación plena de mujeres en las estructuras de poder de las instituciones religiosas”, dicen en el prólogo.
Por su parte, Natalia Rodríguez agrega: “Los debates teológicos seguirán siendo relevantes en la medida que ofrezcan alternativas a los fundamentalismos religiosos, los discursos de odio, la discriminaciones, violencias y abusos en las iglesias y demás instituciones cristianas”.
Teologías feministas para la liberación
Ivone Gebara es teóloga católica y ecofeminista, doctora en Filosofía por la Universidad Católica de Såo Paulo y en Ciencias Religiosas por la Universidad Católica de Lovaina de Bélgica. En 1994 fue castigada por el Vaticano luego de sus dichos en favor del aborto.
En aquel momento, al ser consultada por el tema en una entrevista para una revista brasileña, ella respondió: “El aborto no es pecado. El evangelio no trata esto. El Evangelio es un conjunto de historias que generan misericordia y ayudan en la construcción del ser humano”. Y apuntó: “¿Quién escribió que no se puede controlar el nacimiento de los hijos? Fueron los sacerdotes, hombres célibes encerrados en su mundo en el que viven confortablemente con sus manías. Así es fácil condenar el aborto”.
Gebara es una de las autoras que integran este libro. Para ella, la cuestión de la religión y del feminismo “exige un abordaje que toque los afectos y las emociones para mostrar la necesidad de sentir el mundo de otra manera y, al sentirlo, cambiarlo efectivamente también a favor de nosotras”.
La teología feminista surgió en los años 60’ y “considera al patriarcado como el origen de la opresión de las mujeres y a las religiones monoteístas como la base del patriarcado occidental”, según escribe María de los Ángeles Roberto.
En América Latina creció de la mano con las comunidades eclesiales de base y el Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo. Así lo explica Natalia Rodríguez desde Católicas por el Derecho a Decidir, en diálogo con Feminacida: “La Biblia es y ha sido históricamente utilizada por los sectores neoconservadores para oprimir. El cristianismo acompañó y bendijo la colonización y el genocidio de los pueblos originarios, demonizando sus espiritualidades”.
Sin embargo, agrega que “esos mismos textos bíblicos son reinterpretados por los pueblos oprimidos y encuentran un mensaje que les lleva a levantar sus voces, a denunciar las injusticias y organizarse para construir un mundo más solidario”. Esas historias, de quienes sufrían y buscaban justicia, llegaron a Natalia antes que nada, en la voz de su abuela.
Feminista y católica: ¿cómo se construye identidad?
Ser feminista. Hacerse feminista. Ser cristiana. Hacerse cristiana. “¿Podemos ser feministas y cristianas?”, se pregunta Ivonne Guebara. Para Sara Ahamed “vivir una vida feminista no significa adoptar una serie de normas o ideales, pero sí, quizá, hacernos preguntas éticas sobre cómo vivir mejor en un mundo injusto y desigual”. Ivonne Guebara coincide en este punto. Es posible, dice, “aunque con muchas reticencias e interrogantes”. ¿Cómo se enlazan en una vida ambas identidades?
Rocío Silva Kollef tiene 28 años y vive en Santiago del Estero, forma parte del Área de Juventudes de Católicas por el Derecho a Decidir (CDD) y se define así: feminista y católica. “Ese espacio me ha servido para poder nombrarme y dejar de sentir esta contradicción”, aclara sobre su activismo en CDD. Pero el camino para llegar hasta allí no fue fácil.
El feminismo golpeó a su puerta cuando empezó la facultad en la ciudad capital de Santiago del Estero. Fue entre 2017 y 2018, pleno debate por la legalización del aborto en Argentina, pleno auge de la marea verde, cuando las acaloradas discusiones en los pasillos la interpelaron. “En la universidad había agrupaciones feministas y a mí me parecía muy fuerte. Porque para mí el aborto era la única cuestión del feminismo. No veía todo lo demás”, cuenta ahora.
Dentro suyo se pusieron en tensión ideas que había tenido desde chica y empezó a “deconstruir” su propia experiencia dentro de la iglesia católica. Más precisamente, en la parroquia de su pueblo natal.
Colonia Dora está ubicada en el interior profundo de Santiago del Estero, al sudoeste de la capital y a 6 km del río Salado. Actualmente la habitan unas cinco mil personas. Allí, a sus 15 años, Rocío comenzó a participar de un grupo de jóvenes católicos dirigido por una catequista. No era cura, ni sacerdote, ni obispo. No era varón. Era mujer y se llamaba Elva.
De su mano, Rocío conoció lo que significaba acompañar, desde la fe, a quien lo necesita. Así empezaron a brindar catequesis en los barrios más alejados. Paradójicamente, cuenta Rocío, en la capilla “siempre se esperaba la presencia del cura para algo más importante. Sin embargo ella hacía todo lo demás”. Natalia Rodríguez, de Católicas por el Derecho a Decidir, lo pone en sus palabras: “Las mujeres que hacen teología reconocen esta contradicción entre los dirigentes y las bases, ofrecen alternativas a ese pretendido monopolio de la fe y hablan de lo que nos sucede realmente como mujeres y personas LGBTIQ+”.
“Así empecé a deconstruir las estructuras de la iglesia que siempre ha sido patriarcal, donde los varones siempre han tenido un lugar importante en la toma de decisiones pero muchas de las actividades y la iglesia misma es sostenida por mujeres”, reflexiona Rocío en conversación con Feminacida.
Hubo otra escena de esos inicios en el grupo de jóvenes católicas de su pueblo natal que pudo deconstruir: la de una niña forzada a gestar y parir antes de que existiera la Ley N° 27.610 de acceso al aborto en nuestro país. «Me acuerdo de eso, ella siendo una niña gestando y no queriendo ser madre pero teniendo que atravesar un proceso de embarazo. Para que después de parir su hijo fuera adoptado».
En su testimonio resuenan las palabras de la teóloga Ivonne Guebara, para quien las teologías abren “la posibilidad de rescatar la dimensión ética cristiana más allá de su subordinación patriarcal original”.
Rocío empezó a usar el pañuelo verde en la mochila y en las marchas. Y fue doloroso: en la iglesia donde antes la llamaban para algunos retiros, de repente, a las chicas que se habían visibilizado a favor del aborto, las dejaban de lado. “Nos sosteniamos con una compañera de la pastoral, viendo qué decir, qué tanto exponernos”, recuerda.
En ese proceso estaba cuando conoció a las compañeras que la invitaron a una formación de Católicas por el Derecho a Decidir. “Ahí empiezo a conocer a otras personas que estaban en la misma: viviendo esa contradicción de ser feminista y ser cristiana”, relata.
La primera actividad junto a Católicas por el Derecho a Decidir de las que participó fue en Córdoba. Se hablaba mucho sobre una guía de acompañamiento espiritual. Acompañar para decidir. “Creo que ahí he hecho un click con mis propias ideas, al darme cuenta de que había todo una guía de cómo acompañar a una persona a que pueda decidir en libertad”.
Surgió en su grupo más íntimo de amistades que una de las chicas había transitado un aborto en soledad y no se lo contó porque pensó que al ser católica iba a estar en contra o que no tenía la confianza de poder compartirlo. Hoy, puede decir que “acompañar es brindar ese apoyo, la escucha y por sobre todo, saber que nunca más vamos a estar solas”.
“Para construir moradas feministas, es preciso desarmar lo que ha sido armado”, dice Sara Ahmed en su libro Vivir una vida feminista.
Rocío insiste en que la fe siempre formó parte de su identidad y de su vida, no solo en el espacio de catequesis, sino como un sostén. Hoy, además, integrar redes como Católicas por el Derecho a Decidir y la pastoral social le permite sentirse segura. “Siento que estoy habitando una fe liberadora, donde se me presentan algunas contradicciones pero las puedo transitar de una mejor manera”, afirma. Desde ese lugar, asume que hay otras compañeras que habitan dentro de la iglesia y que aún queda mucho por hacer, por eso motoriza su activismo por iglesias más inclusivas y libres de violencias.
―Este artículo fue producido en alianza con Católicas por el Derecho a Decidir―
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