—Un día me animé, por primera vez me puse un pantalón de pata de elefante con una camisa y me fui al baile del club.
Victoria Altavista no imaginaba que ese cambio de ropa sería tan determinante en su vida. En el instante en que dejó la bombacha de campo por el jean Oxford, sintió que era el blanco de todas las miradas. Detrás de los ojos incómodos de lxs espectadorxs se escondían gestos que parecían buscar a Lucas detrás de Vicky, quien más tarde también conviviría con Madamme Lu.
La inocencia de la niñez a veces no permite entender esa mirada del otre, la del prejuicio y la del estereotipo. Ese dedo acusador que marca lo diferente y que muchas veces es difícil de identificar. Quizá por eso es que Vicky habla de una infancia feliz, pero a la vez hace hincapié en esos jeans azules, de pata ancha, que fueron bisagra. La prenda que marcó en parte su crecimiento y la madurez en su forma de pensar el mundo, al descubrirse adolescente.
Victoria nació y creció en Recalde, un pueblo de 500 habitantes que está a 100 kilómetros de Olavarría. Para llegar, hay que recorrer un largo tramo de camino de tierra. Ese lugar, con recuerdos y vivencias, la da seguridad, y lo reafirma al decir: “Estoy orgullosa de donde vengo”.
Allí se mantienen costumbres y tradiciones. Como los bailes que convierten a la sede social y deportiva en una pista convocante. Ahí mismo, donde funciona la delegación municipal, frente a la plaza, al lado de la salita sanitaria, entre viejos edificios aún en pie, sucede el acontecimiento que reúne a todes les habitantes. Incluso llega gente de localidades vecinas y de “la ciudad”.
En la cantina se vende carne, choripán y vino. Los hombres, de bombacha de campo y camisa, se apoyan en la barra, con el vaso en la mano. Las pibas jóvenes bailan entre ellas y se la pasan yendo de acá para allá. Los pibes esperan el momento oportuno para invitarlas a bailar. Otrxs asisten en pareja. Casi siempre actúa algún artiste en vivo que interpreta paso doble y cumbias.
Pero ese día, el desembarco de los Oxford desencadenó un murmullo amplificado, aunque todxs creían que disimulaban. Cuando lo diferente surge en forma intempestiva se detiene el tiempo. Y Victoria decidió usar esa pausa a su favor. Ella quería hacerse notar, dejar entrever su identidad, la que eligió desde pequeña. Así que ese acto la ponía en el centro de la escena y su objetivo empezaba a abrirse camino.
En su vida siempre estuvo presente el show, el baile, la alegría. Eso lo sostuvo en el tiempo porque, arriba de los escenarios, llena de plumas, vestidos diseñados a su gusto y medida, perreando hasta abajo, Victoria es esa artista que denominó Madamme Lu.
Siempre intentó darle una vuelta de rosca a cada momento de su vida. Hace un esfuerzo con su memoria y entre suspiros trae recuerdos. El deseo de ser la bailarina de folclore que zarandeaba esas polleras con mucho vuelo al momento de de la chacarera en el acto escolar quedaría para después, en la intimidad de su habitación, para exclusividad de sus peluches que eran su público fiel. Pero si "la seño" le decía que tenía que ser el gaucho, ella lo hacía con mucho orgullo y “lo daba todo”. Porque es artista, y como tal, lo que importa es el show. “¿Era el paisano? Sí!”, se pregunta y se responde sola, “pero era el paisano que te zapateaba, te zarandeba. A mi la cadera ya se me iba sola”, admite entre risas.
Hoy es empleada de la Delegación Municipal, trabaja al servicio de sus vecines y quién sabe si en algún momento será delegada. Ya lo soñaba Lohana Berkins, referente trava del país, cuando exigía acceso a la educación, al conocimiento y al trabajo para las diversidades y se preguntaba por ese mundo, esa sociedad atendida por médicas trans, educadas por docentes trans. ¿Cómo sería Recalde gobernada por una vecina trans?
Victoria se deconstruye todos los días y resiste desde el lugar que le tocó, pero que también eligió. Se caracteriza como pueblerina enraizada en un lugar de calles de tierras y aromas de campo. Le da rabia que todo sea más difícil para las travas y trans. Sueña con ver a sus compañeras siendo como les gusta ser y desea, ante todo, que las personas sean libres.
Con un dejo de nostalgia asegura que Lucas se quedó en la infancia, en ese cuarto poblado de peluches, bailando y cantando. Lo cierto es que Recalde parió una Victoria que llegó para desalambrar, que le dio un cachetazo a la tradición para poner en tensión y transformarlo todo. Con o sin Oxford de por medio.
– Este artículo fue producido en el marco del Taller de Periodismo Feminista de Feminacida –