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¿Por qué estamos acá? Una respuesta joven y peronista

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“Qué onda con el aborto?”, postea una adolescente de 15 años en su muro de Facebook el 1 de noviembre de 2011, desde su computadora personal. Recibe 74 comentarios. La mayoría, de compañeros y compañeras de su nueva escuela secundaria. En un pueblo del interior profundo de la Provincia de Buenos Aires, una generación entera de pibes y pibas se sentía con la habilitación de hablar de política. En ese entonces, "lo personal es político" no existía como frase masiva, pocos sabían de su autoría y muchos menos comprendían la denuncia de tal afirmación. Algo pasó durante esos años. 

La adolescente era yo. Hoy en día sigo escribiendo mis posteos sin mayúsculas al comenzar. Ahora me pregunto si lo político también es personal y si aquella generación llega bien a fin de mes. Pero tengo una única certeza y es que sé muy bien qué fue lo que pasó en aquellos años. 


Hace unos días Argentina está empapada de una serie de eventos históricos que tiene a la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner en el ojo de la tormenta. Desde el 2016, la dirigente política que conduce al movimiento peronista de nuestro país, es acusada judicialmente por corrupción y asociación ilícita en 10 causas. Durante el juicio de la causa llamada "Vialidad", una serie de irregularidades sobre el debido proceso, bastante sistemáticas en todas sus causas, culminaron en una solicitud de 12 años de condena por parte del fiscal, un posterior “alegato” a través de Youtube encabezado por Cristina y una movilización permanente en el domicilio de la funcionaria que expresa, en su fuerza y alcance, la contundencia de su liderazgo. 

Actualmente, los móviles de televisión tienen una guardia en la puerta de su casa, radicada en el barrio de Recoleta de la Ciudad de Buenos Aires, y abordan a los visitantes con una pregunta simple, corta y clara: "¿Por qué estás acá?"

Las respuestas son variadas en su contenido y algunas formas resisten la emoción, mientras otras no se pueden contener. Sin embargo, me puse a pensar qué respondería yo el día que algún movilero se acerque y me pregunte lo mismo. Porque para los distraídos, ahí voy a estar. 


Esa joven de 15 años no era kirchnerista, recientemente abandonaba el catolicismo y leía diarios y blogs de izquierda porque la política, algo, le interesaba.

A los 12 años me sumé al Centro de Estudiantes de mi colegio rural, porque la nueva Ley de Educación instaba a las Escuelas Públicas de todo el país a agremiar a sus estudiantes. Desde ese momento, participé cada año de mi paso por la secundaria de manera independiente.

Hasta que llegó el 2012. Un año en el que el país debatía la Ley de Voto Joven, aquella que permitía a los argentinos y argentinas de 16 años participar de la democracia de manera plena, con derechos y obligaciones. Pasaron un par de años hasta que pude conectar la discusión álgida en el salón defendiendo mi derecho de “no votar lo mismo que mis padres ni que los medios de comunicación”, con un gobierno que me interpelaba con cada política pública.

En 2015, el terror macrista inundaba los pasillos de la Facultad de Ciencias Sociales. Las organizaciones tenían en sus filas a cientos de pibes y pibas convocando a otros cientos a sumarse a militar. Esta vez no podía tardar tanto tiempo en comprender el llamado que el momento histórico expresaba.

“¿Por qué estás acá?” es una pregunta que contiene dos elementos. Acá y por qué. Acá no habla de Recoleta, ni de de la esquina de Juncal y Uruguay, específicamente. "Acá" habla del peronismo. Y para entender el "por qué" puedo hacerlo desde mi historia personal porque, en el fondo, el feminismo me enseñó algo: que lo personal es político. 


La vida política de muchas y muchos que, como yo, nacimos en la década del 90 inició con el kirchnerismo. Los 12 años de gestión de Néstor Kirchner y Cristina Fernández fueron las condiciones de posibilidad de nuestras vidas. Durante ese período, más de 80 alumnos y alumnas del Colegio Nacional de General Villegas recibirán una computadora personal a la que llamarán socarronamente “Kristinet”. Hijos e hijas de madres solteras gozarán de la Asignación Universal por Hijo (AUH), muchos adultos y adultas mayores por fin lograrán jubilarse. Pibas y pibes enclosetados se sentirán aliviados de ver sus proyectos de vida ahora legitimados por la Ley de matrimonio igualitario.

El 60 por ciento de mi curso logrará continuar sus estudios gracias al Progresar, muchos hoy con un título terciario que les permite la estabilidad laboral, esa que tanto miedo nos dio enfrentar una vez terminada la secundaria. Algunos harán sus propias casas con el Procrear, tendrán sobrinos gracias a la Ley de fertilización asistida, levantarán su propia PyME, conocerán la Argentina durante sus vacaciones, comprarán un auto, ascenderán en el trabajo, seguirán una segunda carrera, viajarán por primera vez en un avión de bandera nacional, y así podría seguir. Todos verán a morir a los milicos en prisión.


Vivir aquellos años, crecer en ese contexto y ser testigos de discusiones profundas sobre el futuro de nuestro país no fue gratis. Estoy segura que lo que pasaba a mi alrededor marcó las bases de una politización profunda que después se traduciría en un compromiso todavía más profundo por las causas justas. Para mí, una de las primeras fue la lucha por el aborto legal. 

El feminismo me enseñó la potencia de la organización política entre compañeras. Además de convencer a mi yo de 15 años que sostenía que “no daba legalizar el aborto”, logró, con el poder de la movilización, las asambleas, los encuentros, la potencia y la fuerza de un movimiento realmente popular, hacer que la entonces senadora Cristina Fernández de Kirchner, le reclamara al movimiento político más grande de nuestro país que incorpore la perspectiva feminista. Para muchas, cambiar el voto de Cristina en aquella sesión del 13 de agosto de 2018 fue una verdadera conquista. La primera de nuestras vidas políticas. 

La persecución judicial a Cristina Fernández de Kirchner no está en discusión. La connivencia de actores del poder judicial con los sectores políticos opositores al gobierno del Frente de Todos queda probada en las visitas de jueces a Olivos cuando Mauricio Macri era presidente y en las fotos que muestran al fiscal de la causa junto al Juez, compartiendo equipo de fútbol en el torneo que ocurría en la quinta del ex presidente.

Tal persecución dialoga también con los procesos de judicialización de la política que países del resto de Latinoamérica sufrieron y sufren como Brasil, Bolivia y Ecuador. En el caso específico de Argentina, el lawfare como estrategia electoral, además, recae con más fuerza cuando el blanco es la primera presidenta mujer electa de nuestro país. Si la historia del mundo muestra los desesperados intentos de borrar a las mujeres de cualquier espacio de participación política, ¿por qué Cristina sería la excepción?

Mucho dice de este proceso que la persecución se direccione especialmente a dirigentes que condujeron a los gobiernos populares de la región durante los años de mayor transformación social y económica de sus países. Pero en el fondo, no se trata de ellos. 

Durante estos días, la militancia peronista, en sus diferentes formas y con sus respectivas terminales, se vio convocada a mostrar todo su apoyo a la vicepresidenta en el proceso que la enfrenta a los poderes concentrados de nuestro país. "¿Por qué están acá?"

La respuesta es más simple y a la vez más compleja de lo que un móvil de televisión puede captar. Los 12 años de gestión kirchnerista significaron la reivindicación de la política. No por sus dirigentes, no por sus relatos o narrativas, no por la simbología ni el arraigo en un movimiento político histórico, sino por los resultados.

De acuerdo a los datos publicados por el Centro de Economía Política Argentina (CEPA), más de 3,2 millones de nuevos jubilados y jubiladas vieron duplicados sus ingresos con una cobertura previsional que se incrementó un casi 65 por ciento. El desempleo se redujo como nunca en la historia, pasando de un 20 por ciento al 5,9 por ciento. Argentina se desendeudaba, pasando de un 139,5 por ciento del Producto Bruto Interno (PBI) a un 52,6 por ciento. En este escenario, el salario de los trabajadores y trabajadoras representaba un 51,8 por ciento del total del PBI. Además, se generaron más de 3 millones de nuevos puestos de trabajo registrados y se estatizaron sectores estratégicos de la gestión como YPF, Aerolíneas Argentinas y las AFJP. 



Estamos acá bancando a Cristina porque fue la primera presidenta mujer electa de nuestro país; porque cambiando su postura sobre el aborto nos mostró que militar y organizarse logra más política; porque con su existencia expresó la posibilidad de ser mujer en las más altas esferas de la política institucional; porque con políticas públicas creó las condiciones de posibilidad para que toda una generación piense en el futuro. Y eso tampoco es gratis. 

De la misma manera que la persiguen por haber encarnado un proceso de transformación social y económica que quedará en la historia de nuestro país, estaremos los que la defendemos por la misma razón. De la misma manera que quieren condicionar a cualquier dirigente que intente un programa con objetivos similares, estaremos los que la defendemos por haber hecho realidad ese proyecto.  De la misma manera que despliegan con vehemencia su machismo, misoginia y violencia recalcitrante sobre su figura, estaremos los que la defendemos por ser mujer.

Me gustaría que aquella adolescente de 15 años hoy sea más consciente, más despierta, más inteligente, más aguerrida y más segura de sus convicciones e ideales. Me gustaría que hoy comprenda que lo que está en juego no es lo que ella piensa sobre el aborto, sino el momento histórico que, como ya ocurrió cientos de veces, la convoca a cambiar las cosas.

En esa tarea se encierran miles de razones, pero la más relevante es estar acá. Estar acá bancando a Cristina es la razón que tengo hoy de probarle a mi yo de 15 años que hacer política no es gratis, pero que lo político es personal y, a mí, eso nadie me lo puede robar. 


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