Contar algo más que una historia. Relatar los lazos que atan y desatan a un grupo de personas que dicen conocerse entre sí. Denunciar discriminación en una sociedad que mantiene un discurso de odio caprichoso. Desnudar penas y alegrías dormidas en una familia que vive como puede su cotidiano. Estos son algunos de los objetivos que Una muerte compartida ejecuta sin tibiezas sobre las tablas. Esta obra de teatro, escrita y dirigida por Paolo Giuliano, es la respuesta ideal para quienes demandan espectáculos contundentes, entretenidos y que inviten a la reflexión.
El código actoral le habla a un espectador silencioso. El diálogo es tranquilo, pero no pierde la dirección. La idea de abrir la puerta de una casa de familia en un pueblo lleno de prejuicios y miradas frías es un gran acierto. Diversos recursos escenográficos son utilizados con habilidad para que el público no pierda la atención, para que el clima no solo se sienta en el escenario si no también en las butacas. El silencio gana cada batalla. Los actuantes pintan a la perfección personajes y circunstancias. Con talento y precisión, cada escena dibujada deja al espectador tragando de a poco aquello que va aconteciendo. Una temática pertinente que está muy bien abordada y a la altura del desafío.
Una familia obsesionada con mantener las apariencias. Un barrio que no perdona nada. Vecinos que se alimentan del cuento ajeno. Así empieza esta historia de campo. ¿Cómo se habla de sexualidad en un lugar en donde ganan los preconceptos? ¿Existe un intercambio honesto en un espacio en donde todavía prima la ley del más fuerte? ¿Existen otras experiencias en un hogar en donde el binarismo “hombre-mujer” es la única demanda a cumplir? ¿Por qué aparece la violencia sin ser invitada pero inevitable cada vez?
Un personaje será la pieza elegida para tirar el tablero y revolver el avispero. Una crisis necesaria que revuelve las conjeturas de los espectadores. Mirar (y disfrutar) Una muerte compartida es mirarse y reflexionar con crudeza sobre la existencia trans, sobre las distintas maneras de sentir, y sobre los miedos y las paranoias que entran en juego cuando no se habla del tema. Jugar a tapar con las manos lo que resulta evidente, imaginar que se pueden controlar amores y sentires son algunas de las consecuencias de aferrarse a los temas tabú. Aquí los “buenos” y los “malos” se mezclan en un entramado que busca desterrar ideas retrógradas.
Esta pieza teatral retrata cada sentimiento con fiereza y fluidez. Los artistas dejan en claro que lograr un producto para nada superficial y, a la vez, muy ameno es posible. El libreto es el elemento que corona un trabajo impecable. Cada palabra suma en una temática pertinente a los tiempos que corren. Asistir al teatro ya es un acto revolucionario. Atender espacios culturales es urgente y encontrar artistas que entiendan la responsabilidad que los atraviesa es maravilloso. Una muerte compartida es el resultado del arte gestionado para transformar la realidad.