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Trincheras de la intimidad: Nellie Bly

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Nellie Bly fue la periodista del siglo XIX que fingió demencia para denunciar violencias en un manicomio de mujeres y que dio la vuelta al mundo en menos días de lo que imaginó el escritor Julio Verne. Ella sí que tenía la fórmula mágica para lidiar con el estrés de la profesión. Aunque quizás los ingredientes esenciales son esos que ya conocemos pero que siempre vale la pena recordar: deseo, furia y ambición. Un siglo antes que Hunter S. Thompson hiciera de las suyas con el periodismo Gonzo, y en una época en que las mujeres aún no podían votar, Bly inauguró el periodismo de investigación e infiltración. En una nueva entrega de Trincheras de la Intimidad, nos adentramos en su historia.

No me olvido más de la primera clase de periodismo que tuve en la facultad. Ojalá fuese por razones épicas y no por la amenaza que significó aquel docente varón que ya habíamos tenido en primero, que adoraba vomitar su misoginia en el aula y que se cargaba a las pibas impunemente con comentarios del tipo “Olivera, ¿qué te hiciste en el pelo? ¿Hubo cambio de look? Te queda muy bien”. En aquella primera clase de la materia más importante de la carrera, el tipo nos presentó un ranking de las profesiones más estresantes del mundo. 

¿Adivinen cuál era la primera? Ni cirujano cardiovascular, ni bombero, ni operador de call center. Efectivamente: periodismo. La razón por la que todes estábamos ahí sentades bancándolo, era también una predisposición importante a que nos explotara el corazón. Y aunque fuera cierto, ¿Cuál era el sentido del dato sin una contención que ayudara a amortiguar el impacto? Y la falta más dolorosa ¿Cómo es posible que nunca nadie nos contara la historia Nellie Bly? 

Elizabeth Jane Cochrane nació en Pennsylvania (EEUU) en 1864, fue la primera hija de su madre y la decimotercera de su padre. La repentina muerte del padre, cuando ella tenía apenas seis años, sentenció una dura realidad económica para la familia. Esa derrota recrudeció con la llegada de la nueva pareja de su mamá, un hombre acosador y alcohólico que hizo de su adolescencia un infierno. Horrores familiares a los que supo sacarle provecho porque aprendió desde muy temprano a no depender de los hombres. En 1880 se mudó a Pittsburgh decidida a ganarse la vida y siendo muy joven lo consiguió.

Para lo que sirven las chicas

Tenía veinte años cuando leyó un artículo en el diario más importante de la ciudad, The Pittsburgh Dispatch, titulado “¿Para qué sirven las chicas?” donde un cronista aseguraba que era “un disparate” que las mujeres trabajaran en las fábricas ya que debían “permanecer en el hogar”. Indignada por el machismo de aquel texto, escribió una carta dirigida al medio bajo el seudónimo “Huerfanita solitaria”, donde reafirmaba la urgencia de que las mujeres ocuparan lugares de poder y así lograr la autosuficiencia. La calidad y el entusiasmo de la misiva conquistó al director del periódico. 

En la edición siguiente se la convocó y al otro día se presentó en la redacción. A Elizabeth desde niña le decían Pink (porque amaba el color rosa), pero desde ese momento y para siempre sería llamada Nellie Bly. Fue una ocurrencia de su nuevo jefe para incorporarla al diario con esa firma, ya que por entonces, las mujeres periodistas no podían firmar con su verdadera identidad. El seudónimo fue en homenaje a la canción del mismo nombre de Sthephan Foster que comienza así “¡Nelly Bly! Trae la escoba. Vamos a limpiar la cocina, querida. Y tener una pequeña canción…”.

Unos de los temas que la interpeló a escribir en los comienzos de su profesión fue el divorcio, que en EEUU era legal desde 1857, pero había varios artículos de la ley que no se cumplían, algo que ella sabía muy bien por la experiencia de su madre. También escribió sobre las precarias condiciones laborales de las mujeres en las fábricas. Pero el entusiasmo de la cronista rápidamente decayó ya que todo lo que producía era relegado a la sección “sociales” o directamente “femenina”. Solían hacerle encargos para cubrir temáticas relacionadas con belleza, moda, jardín. Categorías que a Nellie Bly le aburrían de sobre manera. 

Defensora de los Derechos Humanos en México

Harta de estos pedidos decidió irse a México a seguir escribiendo (para el mismo diario). La motivaban los negocios ferroviarios entre ese país y el suyo. Aunque lo que verdaderamente quería era sumergirse en la vida del pueblo mexicano. Aprovechó el asunto de los trenes para ganarse el boleto de ida. Vivió allí junto a su madre durante seis meses. El término “Derechos Humanos” aún no se había inventado, pero sin dudas era esa la materia prima en la que se centraba todo su trabajo. 

De México le preocupó especialmente la dictadura de Porfirio Díaz, militar que estuvo 35 años en el poder (el “porfiriato”) hasta que fue derrocado por la Revolución Mexicana (1908-1910). Nellie vivió y escribió en el México de 1886, en la fogosa previa de esa revolución. Mientras sus colegas se cuidaban por el tono y la información que brindaban, ella no tuvo reparos. Se refirió a Porfirio como un “zar tirano”. Y estuvo a punto de ser encarcelada por denunciar la persecución que sufrió un periodista por criticar dicho régimen político. También se ocupó de la comunidad indígena al denunciar las injustas condiciones de vida de esta población a causa del racismo. Preocupada por las mexicanas en EEUU, aconsejaba a las mujeres de Pittsburgh que las contratasen por ser las “más limpias, honestas y arduas trabajadoras”. Sus experiencias fueron registradas en las notas que enviaba al periódico y también en su primer libro publicado “Six months in Mexico”.

1888 - Famous world traveler and journalist Nellie Bly - Image by © AS400 DB/Corbis

Fingir demencia para denunciar violencia

De regreso a EEUU, la posibilidad de triunfar profesionalmente en Pittsburgh le quedaba chica, así que decidió probar suerte en la cuna del periodismo, Nueva York. Allí fue directo al periódico The New York World, que por entonces dirigía el mismísimo Jospeh Pullitzer, hoy consagrado con su identidad como el premio internacional más prestigioso del rubro, pero que en ese momento cargaba la etiqueta “amarillo”. Fue allí que dio uno de los dos pasos que le asegurarían el éxito. Como prueba de ingreso, se le sugirió escribir sobre el manicomio de mujeres Blackwill. 

Transcurría el año 1887 cuando decidió montar una estrategia con un grado de corashe que en ninguna colega contemporánea he podido ver. Se dirigió a una pensión de mujeres, pidió alojamiento por una noche y alegó no recordar ni su nombre. Se comportó de forma muy extraña durante una jornada hasta que (con buenas intenciones) la encargada del lugar llamó a la policía. Una vez en la comisaría, para su sorpresa, Bly se encontró con oficiales empáticos. Por lo que tuvo que redoblar la apuesta de la locura y se puso un poco violenta. Fue ahí que a los hombres no se les ocurrió otra opción que llamar al manicomio de Blackwill y pedir su ingreso.  

Estuvo diez días en el manicomio. Sufrió en carne propia el maltrato que el personal de salud ejercía sobre todas las mujeres. Desde hacerlas pasar hambre, a castigos de agua helada, hasta los golpes directamente. Aseguró que la mayoría de las mujeres no tenía la enfermedad de la locura, sólo padecían las devastadoras consecuencias del encierro y la tortura. Temió por su vida y con razón. Pero el cartel de abogados del periódico logró sacarla justo a tiempo. De sus vivencias publicó el libro “Ten days in a madhouse” que no sólo arrasó en ventas sino que logró que se cerrara temporalmente el manicomio y también que el gobierno de Nueva York, por primera vez en la historia, destinara un millón de dólares a la causa de la salud mental. En 2015, se lanzó la película “Ten days in a madhouse” y en 2019 Lifetime llevó esta historia a la TV bajo el título “The escaping from a madhouse”, protagonizada por Cristina Ricci. 

La serie “The escaping madhouse”

Fue idea suya ganar el récord que se imaginó Verne. Al principio Pullitzer se espantó porque cómo iba a viajar sola una mujer y cómo iba a cargar tanto equipaje. No te preocupes, chabón, me arreglo solita y si no te gusta el desafío se lo vendo a la competencia. Parece que fue algo así lo que retrucó Bly para que la revista se decidiera a confiar en ella. De todos modos, la competencia se agitó. La revista Cosmopolitan se sumó al desafío y le encargó a la periodista Elizabeth Bisland la misión de superar la marca. Pero Nellie se enteró de esto recién en Hong Kong. Había partido el 14 de noviembre de 1889 con una pequeña maleta cargada con ingredientes para la escritura y algo de ropa interior. Recorrió 40.055 km y en 72 días, ganándole a ambos, lo logró. Llegó incluso a pasar por la casa del propio Verne, en Nantes (Francia), quien públicamente la felicitó.

En 1895 colgó los botines del periodismo por un rato para casarse con un millonario de la industria del acero, cuarenta años mayor que ella. Los números del veterano comenzaban a teñirse de rojo y Bly no tuvo mejor idea que ocuparse de las empresas. Recuperó las finanzas pero rápidamente volvió la quiebra. Se fue a Austria en busca de inversores y terminó siendo corresponsal de guerra. Allí estuvo cinco años poniéndole el cuerpo al estalle de la Primera Guerra Mundial. Poco antes de morir, de neumonía a los 57 años, dijo “Jamás escribí una palabra que no saliera de mi corazón. Y nunca lo haré”.   


Enlace para leer “Ten days in a madhouse


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