Simone Veil revisa las fotos de su infancia y comprueba lo que en su memoria habría guardado para siempre como los mejores momentos antes de la guerra, antes de Auschwitz: eran una familia feliz. Se ve sonriente, días de playa y vacaciones, jugando junto a sus hermanos o con las niñas exploradoras.
Con esta escena comienza “Una vida”, la autobiografía de Simone Veil que el presidente de Francia, Emmanuel Macron, le regaló a Alberto Fernández durante la visita que el mandatario argentino realizó el pasado mayo al país galo. “Para mi amigo Alberto, que cumplió su promesa de otorgar a las argentinas el derecho al aborto consiguiendo una votación histórica el 30/12/2020”, escribió Macron en la dedicatoria.
Impulsora de la despenalización del aborto en Francia a mediados de los 70’, sobreviviente del Holocausto, primera mujer en ocupar grandes cargos políticos y una activista de los Derechos Humanos. En esta nota, un recorrido por la vida de Simone Veil, que es historia y memoria feminista.
Aborto legal
Corre el año 1974, es noviembre. Con el cuello de la blusa perfectamente doblado alrededor del cuello, su rodete bajo y la expresión decidida de mandíbula recta y ojos verdes, Simone se acomoda en el estrado. "No podemos seguir ignorando los trescientos mil abortos que, cada año, mutilan a las mujeres de este país", reclama frente al Parlamento Francés, compuesto por 485 hombres y sólo 9 mujeres, en la presentación del proyecto de ley de despenalización del aborto.
El escándalo estalla. Legisladores antiderechos sacan su peor artillería, llevan fetos en frascos, hacen escuchar latidos a todo volumen y hasta son capaces de acusar a Simone de querer “quemar fetos en hornos crematorios”. Pero la moneda ya está en el aire y tres días más tarde, luego de un intenso debate, es aprobada la ley que despenaliza el aborto en Francia.
Es que el aborto legal, en esa época como en todas, era urgente. Con el lema “Un millón de mujeres abortan cada año en Francia, declaro que yo soy una de ellas”, ya en 1971 mujeres de la rama del arte francés habían publicado un manifiesto escrito por Simone De Beauvoir y suscrito con la firma de 343 escritoras, actrices y directoras de cine en reclamo por la legalización.
“Las ricas iban a clínicas privadas de otros países, las pobres acababan en manos de cualquiera”, diría años más tarde en una entrevista Simone Veil. Ella fue la encargada de impulsar el proyecto de ley como ministra de Sanidad y primera mujer en ocupar ese cargo en la historia de su país.
En este escenario, Dora Coledesky se inspiraría durante su exilio y comenzaría a gestar la preocupación por la legalización del aborto también en Argentina, aprobado 46 años más tarde en nuestro país.
Nadie quería escuchar
Prisionera 78651. Hasta sus últimos días, Simone llevó impreso en el brazo el número que los nazis le habían tatuado en el campo de concentración como una marca que mantenía viva la memoria, pese a la resistencia que muchxs presentaron a conocer el horror cuando regresó como sobreviviente.
“Algunos, cuando veían el tatuaje que sigo teniendo en el brazo, decían: ‘Ah, entonces, ¿sigue habiendo judíos? Creíamos que todos habían muerto…’. Y para nuestros seres queridos era demasiado doloroso hablar de todo ello”, relató Veil en una entrevista para el diario El País.
Por eso prefería reunirse a solas con su cuñada, que también había sido deportada, para hablar sin tapujos de lo que habían vivido.
La extensión del nazismo a Francia interrumpió la infancia de Simone como un puñal y sintió, casi como una premonición, que el ambiente se iba enrareciendo. Como su padre, judío ateo, se quedaba sin trabajo; como de repente en su documento era marcada con una “J”, que la diferenciaba sin ningún sentido del resto de lxs franceses, según cuenta en su autobigrafía.
En 1944, soldados nazis la subieron a un tren de carga de animales y la llevaron rumbo a Auschwitz, allí estuvo detenida junto a su madre y su hermana. Las tres fueron trasladadas más tarde al campo de concentración Bergen-Belsen, donde su mamá murió de tifus. Su padre y su hermano fueron asesinados en Lituania.
Para Simone, sobrevivir fue “una gran victoria”. “Teníamos mucho miedo de que no quedase ningún superviviente para contar esta tragedia. Era necesario que algunos sobrevivieran para poder decir lo que había pasado y que nunca más volviese a producirse una catástrofe semejante”, diría muchos años después consultada por el diario El País.
Una política suelta en París
Al ser liberadas de Bergen-Belsen junto a su hermana, Simone regresa a Francia donde comienza sus estudios de abogacía. Por su trayectoria, el presidente de ese entonces, Valéry Giscard d´Estaing, la convoca para ser la primera mujer en ocupar el cargo de ministra de Sanidad. Desde esa cartera no sólo impulsó la despenalización del aborto, sino también, consiguió la aprobación de una ley de acceso a métodos anticonceptivos.
En 1979 fue elegida como la primera presidenta mujer del Parlamento Europeo y, tiempo después, se dedicó de lleno a la Fundación para la Memoria del Holocausto. Falleció en 2017 a los 89 años y hoy sus restos descansan en el Panteón de París. Es también, una de las pocas mujeres en ocupar ese lugar.