Siempre fue sobre nosotras es un libro de descarga gratuita editado por el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (Clacso). En esta compilación, Manuela D’Ávila reúne los testimonios de catorce mujeres, figuras políticas de relevancia, luchadoras y militantes de organizaciones sociales en Brasil, que alzan la voz para denunciar, sancionar y deconstruir la violencia política de género de la que son víctimas, señalando que esa violencia no resulta de casos aislados.
Brasil tiene 26 estados. En las elecciones del pasado 2 de octubre solamente en dos estados, Río Grande del Sur y Pernambuco, fueron votadas mujeres para la gobernación. En el primer caso, fue reelecta Fátima Bezerra. En el segundo, Marília Arraes y Raquel Lyra disputarán la gobernación este domingo 30, en la segunda vuelta electoral.
Respecto a las elecciones para la presidencia, de las 11 candidaturas presentadas en la primera vuelta, hubo cuatro mujeres: Simone Tebet (obtuvo 4,2 por ciento de los votos), Sofia Manzano (0,1 por ciento), Soraya Thronicke (0,5 por ciento) y Vera Lúcia (0,1 por ciento).
La pregunta se repite en cada proceso electoral de la mayoría de los países: ¿Por qué aun tan pocas mujeres llegan a disputar los puestos de poder?
¿No habían cambiado las cosas? ¿Es muy grueso el techo de cristal? ¿Será por las desigualdades en la distribución de tareas domésticas, que quita tiempo a las mujeres de dedicarse a su profesión y militancia? ¿Es muy fuerte la red corporativa de contactos y apoyos masculinos tejidos desde antiguo que repele el ingreso de identidades disidentes?
En el libro Siempre fue sobre nosotras la periodista y política brasilera Manuela D’Ávila invita a catorce mujeres, figuras políticas y militantes de organizaciones sociales de Brasil, a contar su historia, a dar su testimonio sobre lo que implicó para cada una de ellas disputar espacios de poder.
Jugar el juego de la política en Brasil, ¿qué costo tiene para mujeres cis y mujeres trans? “Dominar los cuerpos de las mujeres ha sido siempre un gesto de poder en la historia de la humanidad”, escribió Isa Penna, diputada estadual. Fue acosada en más de una ocasión dentro del parlamento por distintos diputados.
Así relata el momento posterior al acoso, el cual quedo registrado en un video donde se observa, en sus palabras, como un ruralista, blanco, rico se le apoyaba y la toqueteaba.
“Miré atrás por un segundo mientras caminaba y por el rabillo del ojo vi que se reía rodeado de otros diputados. Giré y caminé hacia él, con el pecho abierto, mirándolo a los ojos. Paso firme y sangre caliente. '¿De qué te reís, infeliz? ¿Te reís porque me acosaste? Lo que hiciste es acoso'”. Isa sigue insistiendo con que este diputado sea destituido, pero continua en su cargo.
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Duda Salabert, primera mujer trans en postularse como senadora en Brasil, aporta: “En su etimología, la palabra 'Senado' carga con el significado de 'cámara de los señores'. Recién en 2016 se construyó el primer baño de mujeres en el Senado brasileño. Es también un recinto ocupado por señores mayores, la edad mínima para postularse a tal cargo era, hasta entonces, 35 años, cuando se calcula que la esperanza de vida de una travesti en Brasil no supera los 35 años… También tradicionalmente ocupado por señores moralistas”.
La profesora afirma que al ser el cuerpo de una travesti considerado inmoral, sabía que se afrentaba al orden establecido, lo que haría que su candidatura se extrapolara del nivel de lo concreto, de lo ordinario al nivel de lo simbólico, de lo extraordinario.
Pensó seriamente en retirar su candidatura a inicios del 2018, pero la mantuvo: “Aceptaría exponer mi cuerpo al proceso electoral en ese contexto de crisis, odio y auge del neofascismo. Mi cuerpo, que ya es un blanco ambulante, a partir de ahora estará en la mira de esta estructura de odio que es la política institucional”
Fue peor de lo que se imaginaba: recibió tantos mensajes de odio por minuto que Instagram le bloqueó la cuenta en plena campaña electoral. Además, las familias de sus alumnes se quejaron de que fuera profesora y una madre la acusó de ser narcotraficante.
Dos años más tarde, se postuló para concejala. En consecuencia recibió mails firmados por el grupo de odio online más grande de Brasil con amenazas de que, cuando volvieran las clases presenciales, habría un tiroteo en la escuela donde trabajaba y que sería asesinada.
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“Las redes de violencia y opresión se construyen de las más variadas formas, hasta llegar a las redes de odio, que se expresan en las plataformas de comunicación, pero también fuera de ellas”, define Jandira Feghali, diputada federal.
Jandira sostiene que a las mujeres y disidencias se las intenta silenciar para impedir su presencia pública, y así anular la posibilidad de protagonismo de personas cuyas agendas no forman parte del mundo elitista y excluyente dueño de los bienes de producción y finanzas. “Bajo diversas formas, la violencia se convirtió en un fenómeno creciente a medida que las mujeres avanzan hacia espacios que tradicionalmente no les pertenecen”, afirma.
Benedita da Silva asumió en 1982, en plena dictadura, como la primera concejala de Río de Janeiro. “A esos hombres ricos y de familias ilustres no les gustaba mucho que hubiera una mujer, y menos una negra que vivía en la favela. Hubo una campaña de difamación, agresión con palabras y gestos. Pensaban que yo no estaba en mi lugar”, asegura.
La actual diputada federal, quien también fue la primera senadora negra de Brasil, relata que aprendió a luchar desde muy temprana edad por el derecho a tener voz. Y afirma que el odio, el machismo y el racismo siempre han existido en nuestra sociedad, y que siempre se cruzaron en su camino.
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Pero que esta triada de violencias tiene un aliado en la actualidad: las redes sociales. El entorno virtual, para Benedita, brindó la libertad de expresar la violencia y la posibilidad de organizar muchas personas bajo esas “banderas”. “Este odio se apoderó de Internet y, en consecuencia, la vida real asusta mucho. La máquina de odio se alimenta de la polarización”, concluye.
Manuela D’Ávila, en su capítulo, afirma que aprendió a lo largo de ocho elecciones disputadas que la última siempre es la peor y solo es superada por la que vendrá. “En la elección de 2008, con 26 años, no me trataron como a una joven valiente, ya concejala y diputada federal. Recuerdo una caricatura que circulaba en Porto Alegre en la que yo sostenía un osito de peluche: me dibujaron como a una niña de la mano de mi entonces candidato a vice: retratada como una mujer infantilizada que recibía órdenes de un hombre”, recuerda.
La compiladora de Siempre fue sobre nosotras afirma que las mentiras y la violencia siempre estuvieron presentes, pero las elecciones de 2020 serían las peores de su vida política: “Mi cabello estaba largo y subí diez kilos durante esos meses encerrada en casa. Listo. Cuando vieron la foto elegida para la campaña, no tardaron en lanzar un conjunto de ataques virtuales con amplia difusión. Sabía que sería el blanco preferido de los ataques por liderar todas las encuestas.”
Cuando se llevo a cabo un debate, en un bloque de preguntas entre dos candidatos, le tocó con quien hacía muchos años había tenido un vínculo afectivo. Tuvo que suportar ataques de este candidato y cuestionamientos violentos sobre su honor y su carácter.
“Se trataba de una estrategia política bien definida: generar una confrontación fuera del ámbito de las ideas, fuera de las propuestas para la ciudad, y construir la disputa a partir del comportamiento moral de la candidata mujer. Cuando salí del debate, sentí una soledad y una vergüenza indescriptibles”, escribe Manuela y analiza sobre lo sucedido: “Las personas parecían creer, sin cuestionarlo, que lo que vivía era parte natural de hacer política. Un precio que debía pagar por estar en ese espacio masculino de disputa de poder. La bajeza y la violencia política afectan a quienes la padecemos, pero también afectan a las multitudes que se vuelven apáticas a la política, que creen que es un espacio corrompido.”
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Las autoras coinciden en que los impactos de la violencia política dirigida a una mujer abre las puertas a la violencia dirigida contra todas. Cada vez que se autoriza la violencia política de género a nivel social, los agresores se sienten más libres y se vuelven, por lo tanto, más violentos.
“Me horrorizó lo que decían sobre mí. Una de las historias más ofensivas y fantasiosas era que yo había despreciado y abandonado a mi madre. Yo no podía nada, solo decir, cada vez que podía, que mi madre había muerto cuando yo tenía 14 años”, cuenta Marina Silva. Fue candidata a presidenta en tres ocasiones y es una activista ambientalista de larga trayectoria. Marina afirma que el uso de fake news no es nuevo, a pesar de haber ganado mayor dimensión estos últimos años.
Sostiene que son una forma de perturbar la realidad y suprimir la noción de verdad, a la vez que crean las condiciones para confundir a millones de personas y controlar grandes decisiones colectivas. “Antes de la llegada de Internet, era común que se distribuyeran panfletos mentirosos en la víspera de una elección (en general, por la madrugada) con falsas acusaciones sobre un determinado candidato. Fui difamada en muchos de estos panfletos.”, asegura.
Por su parte, María do Rosario, diputada federal, sostiene que en Brasil la violencia ocupa un lugar más destacado en la política que el debate de ideas y que el país vivió un período de democracia que abarcó desde el proceso constituyente hasta 2016. “El desmantelamiento de esta experiencia se da de manera golpista, con serios retrocesos institucionales y, sobre todo, reavivando valores no democráticos en la sociedad brasileña. El machismo fue el lenguaje a través del que los golpistas crearon de forma rápida la empatía necesaria para llevar a cabo sus objetivos, ya que la violencia de género atraviesa todas las clases sociales y regiones del país”, afirma.
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La violencia sistemática hacia Dilma
Lo que ocurrió en 2016 fue la destitución a la entonces presidenta Dilma Rousseff, enjuiciada por delitos no previstos en la Ley de juicio político. Dilma escribe en su capítulo sobre la sesión plenaria que autorizo el juicio político: “Un diputado rindió homenaje al hombre que, según él, era mi mayor miedo, ya que me había torturado mientras estuve detenida en la dictadura. No fue sancionado por ello y años después asumió la presidencia de la nación.”
Jair Bolsonaro, entonces diputado, al emitir su voto a favor del juicio declaró que lo hacía " por la memoria del coronel Carlos Alberto Brilhante Ustra", un conocido torturador del régimen militar. Cabe aclarar que el actual presidente ya cuenta con 69 solicitudes de juicio político, superando así la cantidad de denuncias recibidas contra Dilma antes de su destitución.
La ex presidenta reflexiona: “En Brasil se utilizan diversos recursos para descalificar a líderes políticos que no son tratados como adversarios, sino como enemigos que deben ser destruidos, en especial aquellos contrarios a la agenda neoliberal y al conservadurismo de derecha”.
Y afirma que los monopolistas medios brasileños se convirtieron en protagonistas del caldo que condujo a la ruptura de la democracia en 2016. Ya que hicieron tanto lo posible como lo imposible con el fin de desinformar y de manipular al público, es decir: construyeron el escenario para destituir ilegítimamente a la primera mujer presidenta de la república.
Dilma cita a un lingüista reconocido por su contribución al “análisis del discurso”, quien afirma que las estrategias discursivas de los medios fueron: presentar las denuncias como hechos, celebrar y legitimar al juez anti-PT Sérgio Moro, la cobertura populista de las manifestaciones y deslegitimar las acusaciones de que todo era un golpe político.
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Los análisis de titulares y editoriales del grupo Globo mostraron que el periódico manipuló de manera sistemática a los lectores, la opinión pública y los políticos. También señala el estereotipo misógino de que las reacciones histéricas, como atacar, son propias de mujeres. Así, los periódicos construyeron una narrativa en la que Aécio era un hombre capaz, preparado, reflexivo, y Dilma era una mujer desequilibrada y apasionada, que atacaba por desesperación y que, aunque ganó las elecciones, era “derrotada” por medio de titulares.
Como señala Manuela D’Ávila: “Las mujeres públicas son siempre las locas, las tontas, las putas, las abyectas y las desagradables, como ya sistematizó la profesora Perla Haydee da Silva. ”Una vez que se llevó a cabo el golpe- escribe Dilma- la foto oficial, encabezada por Michel Temer, fue de la victoria del patriarcado neoliberal: un grupo numeroso de hombres, solo hombres, todos blancos y ninguno joven.
“La construcción de la equidad en la representación política es una tarea de la democracia en la medida en que la presencia de las mujeres tiene el potencial de dar mayor transparencia a la política, de modo que sus decisiones formen parte de la vida pública”, afirma.
María do Rosario sostiene que esta violencia daña y se disemina, en distinto grado y forma, en todos los lugares donde las mujeres expresamos nuestras ideas y lideramos, y que es un proceso continuo y corrosivo. “De esta forma, la violencia política se revela como odio, pulsión y movimiento organizado para provocar nuestra muerte política o de hecho –como afirma Flávia Biroli- nuestra muerte real.”
Se necesita reflexionar mucho para formar una cultura de poder que no excluya a las mujeres. Varias de las autoras afirman la necesidad de ejercer la resistencia y la transformación política y cultural fortaleciendo las redes de sostén, solidaridad y lucha. No hay muchas formas de derrotar la violencia: “El odio no puede expulsar al odio, solo el amor puede hacerlo”, citó una de las diputadas.