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Sex toys: abrir la puerta para salir a jugar

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Hace tiempo atrás, acceder a una tienda donde se vendieran sex toys o juguetes sexuales no era fácil: lugares escondidos en algún sótano, local al fondo de alguna galería y puertas cerradas. Dildos, estimuladores, lubricantes, disfraces o elementos eróticos podían reconocerse porque aparecían en alguna película o en el porno, pero para casi todxs eran marca de lo prohibido. Pero las cosas cambiaron.

Mariana Rincón es la responsable de la sucursal de Buttman de Belgrano, uno de los sex shops más grandes de la Ciudad de Buenos Aires. En diálogo con Feminacida, sostiene: “La gente está mucho más abierta, las generaciones nuevas no tienen mucho prejuicio con usar juguetes ni con contar que tienen juguetes”.

El avance de los feminismos y la lucha del movimiento de mujeres y diversidades trajeron la posibilidad de acceder a nuevos derechos, entre ellos, el del placer sexual. La venta y consumo de juguetes sexuales se fueron corriendo de la zona de lo prohibido para ser parte de la vida de muches. Como afirma Belén, creadora y coordinadora de Club Néctar, un espacio de encuentro con el placer donde se comparten dudas, experiencias y se pueden conseguir sex toys, “hoy la mujer quiere explorarse, quiere conocer su deseo”. La mayoría de los juguetes que se comercializan hoy en día están pensados para el placer en las personas con vulva y son ellas las principales consumidoras. Mariana Rincón dice que “gana vulva con un 70% y le sigue un 30% de pene”.

Tanto Belén como Mariana coinciden en que son más las mujeres las que utilizan juguetes. “Solas, acompañadas, hetero, homosexuales. También hay muchas parejas de chicas que usan juguetes, aunque la mayoría ya dejó de usar el pene realístico, el pene básico de penetración común ya no interesa tanto”, cuenta la responsable de Buttman

Lucía Curcio es médica ginecóloga y sexóloga clínica con perspectiva de género. Al respecto, explica que hay una relación entre el avance de los movimientos feministas y la popularidad de los juguetes: "la reivindicación del placer y una forma de hablar sin tabúes de lo que es el autoconocimiento y la exploración”.

La apertura trajo nuevas formas: del “consolador” que imitaba un falo pensado centralmente para “contentar” a las mujeres, a un mercado que ofrece una gama variopinta de juguetes. Se presentan como herramientas para la autoexploración, el juego y el goce, considerando sobre todo al clítoris porque, como dice Rincón, “a muchas vulvas no les interesa que le ingresen en la vagina un juguete, pero sí un roce de clítoris con vibración o con ondas de presión”. Así también lo explica la creadora de Club Néctar: “Hoy el juguete sexual no consuela a nadie, está para maximizar el placer de las personas. Es una herramienta más para el autoconocimiento". Además, Belén apuesta con su labor “a que la gente pueda encontrar el placer a través de cada cosa que hace, sea con el producto o no”. 

El falo de Hohle Fels

Alemania, 2005, cueva de Hohle Fels, yacimiento arqueológico: un falo de piedra de 20 centímetros de largo, pulido y conservado con mucho cuidado, emerge como el primer juguete sexual del mundo usado hace 28 mil años atrás.



Aunque pueda sorprender, no es el único. Los primeros objetos fálicos se fabricaban en piedra, madera, hueso o marfil, materiales con una cierta dureza que permitían su uso como juguetes sexuales para la penetración. Sin embargo, hay debate entre historiadores y antropólogxs porque no sólo se usaban para la penetración, sino también para diferentes rituales de iniciación, como adornos en festividades, o incluso como ofrenda a los dioses. Algunxs plantean que la representación fálica era recurrente en civilizaciones antiguas para distintos rituales paganos, como símbolo de fertilidad o como ayuda contra los malos espíritus.

Pero se sabe que el falo de Hohle Fels era utilizado para el placer sexual por el uso de cuerdas para recubrirlo y porque había sido pulido con mucho cuidado. Como explica Lucia Curcio, “los consoladores existen desde la antigüedad, lo que había antes eran algunas formas fálicas, hechas de madera o de cuero”. Su uso se conoce también por las pinturas encontradas, por ejemplo, en el antiguo Egipto, donde se pueden ver objetos fálicos incorporados a prácticas sexuales.

En la antigua Grecia, por su parte, se encontraron gran variedad de consoladores; algunos de ellos con cuero relleno de lana para lograr distintos grosores y grados de firmeza. Se cree que para la lubricación se usaba aceite de oliva.



Buena vibra: del tratamiento para la histeria “femenina” a una herramienta para el placer sexual

El uso de los mal llamados “consoladores” no siempre fue en la intimidad como lo pensamos ahora. A lo largo de mucho tiempo, se consideró que la imposibilidad de sentir placer o la frustración sexual en las mujeres era causa de enfermedades. La histeria es la más conocida. Freud la interpretaba como una experiencia traumática en la infancia que generaba frigidez en la penetración —léase no poder tener un orgasmo solo con penetración— y una propensión a la masturbación —léase, buscar sentir placer—. Aunque esto no era nuevo, Tati Español, en su libro Todo sobre tu vulva, cuenta que “desde los primeros siglos hasta el año 1500 aproximadamente se sostuvo la idea de que la frustración sexual en las mujeres era causa de enfermedades físicas y mentales” y que, desde mucho antes, médicos y parteras usaban masajes genitales para tratar estos “malestares”.

Consultada sobre esto, Lucia Curcio explica que “la histeria era una especie de patología sobre la cual se decía que afectaba exclusivamente a mujeres. Podían presentar características tales como irritabilidad o enojo, problemas para dormir, mal humor generalizado, o tener desvanecimientos. Se entendía como un deseo sexual que no estaba pudiendo ser canalizado y el tratamiento de la histeria era la estimulación de los genitales manualmente”, aunque el orgasmo no era reconocido como tal.


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Tati Español cuenta que se lo llamaba “paroxismo histérico” y se lo describía como un síncope: “La aparente pérdida de conciencia del sujeto era asociada con enrojecimiento de la piel, sensaciones voluptuosas, vergüenza y confusión, luego de la recuperación de un pequeño momento de pérdida de control que duraba aproximadamente menos que un minuto”.

Cuando esta práctica empezó a extenderse, se dieron cuenta de que era algo bastante incómodo y cansador de hacer, entonces el médico y comerciante Joseph Mortimer Granville se valió del desarrollo de la tecnología y hacia finales de 1880 inventó el vibrador eléctrico. Se lo vendió a los médicos y se desarrolló un sistema que conseguía una forma de masturbación asistida de manera mecanizada. Se empezaron a comercializar por todos lados, se diversificó su formato y para 1920 se vendían como un electrodoméstico más.

En el libro Todo sobre tu vulva se nombran diversas opciones: máquinas a pedal, aparatos para las manos, dispositivos que tiraban chorros de agua hacia arriba, piezas enormes y complejas que se colgaban del techo, dispositivos de presión de aire, turbinas de agua, motores a gas, a batería, entre otros. Cuenta la autora que las publicidades en revistas femeninas y de público general, promocionaban estos aparatos como masajeadores para curar no solo la histeria, sino también la neuralgia, dolores de cabeza, obesidad, gota, problemas de hígado y ¡arrugas!: “La vibración es vida”, decía un anuncio en The American Magazine en 1913. 

Un poco de satisfacción

Con el tiempo, la histeria dejó de ser considerada una enfermedad y los vibradores se sofisticaron, pero en las últimas décadas del siglo XX no serían vendidos como un producto de salud, sino que se someterían al tabú de ser objetos usados para el placer sexual. Con el nuevo siglo, la cosa cambió drásticamente. El mercado se hizo eco de lo nuevo y la industria se transformó.

La coordinadora de Club Néctar explica que en este último tiempo el furor es el succionador de clítoris: “Una boquilla que se monta en el clítoris y genera como una onda de presión sin contacto, como estar parada al lado de un parlante en un boliche que sentís ese tutum, tutum, tutum y los orgasmos están 100% garantizados”.


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Según el relato de Mariana Rincón, estos estimuladores “despiden ondas de presión de aire, y como la boquilla calza justo en el clítoris, pareciera que succiona. Pero no: realmente lo que hace es tirar aire”. Para la sexóloga consultada esto tiene que ver con un viraje hacia cómo está concebido el placer de las personas con vulva, "que en la gran mayoría está relacionado con la estimulación, por lo menos en algún momento, del clítoris”. 

Todas las entrevistadas coinciden, además, en que la pandemia fue un período de boom de venta y popularidad de estos juguetes. Ahora no solo se consiguen con solo un click y te llegan a la puerta de tu casa, sino que vienen en diversidad de diseños, colores, formas, texturas y tamaños que hacen mucho más festivo el encuentro con nuestra sexualidad. “El avance de los feminismos y poder hablar del tema permite que las personas se animen a explorar”, concluye Curcio. De eso se trata, de animarse a salir, abrir la puerta y volver a jugar.


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