Los espacios de primera infancia (EPI) son fundamentales durante los primeros años de vida. Estos lugares reciben a niños y niñas de entre 45 días y 3 años de edad, es decir, hasta que pueden ingresar al Nivel Inicial Obligatorio. ¿Cómo son estos espacios? ¿De qué forma se trabaja? ¿Cuentan con los recursos necesarios para cuidar a todas las infancias en situación de vulnerabilidad? Una columna de Feminacida para Mujeres… ¡de acá!, programa emitido por Radio Nacional.
El EPI Juana Azurduy está gestionado por la organización social y comunitaria del partido bonaerense de San Martín. Allí, como en muchos otros lugares del territorio, la demanda es alta y no hay espacios suficientes para asistir, cuidar y contener a todas las familias que lo requieren.
Bárbara Gasalla es psicopedagoga y quien coordina este espacio del barrio José León Suárez. Al respecto, cuenta que los EPI están conformados en la Secretaría de Niñez, Adolescencia y Familia, dentro del Plan de Primera Infancia que busca acompañar y fortalecer las estrategias de cuidado y educación. Están organizados por un subsidio inicial para la compra de equipamiento y las obras que sean necesarias para ponerlo en condiciones, y por un subsidio mensual que dependen de la cantidad de niñes que concurran: $3.000 cada une.
“Con ese dinero se supone que se deben cubrir los gastos en alimentación, los materiales didácticos y un aporte al ingreso de las trabajadoras. Con los valores que estamos manejando, con la situación en la que estamos a nivel económico, eso es imposible de sustentar. Partimos de una problemática enorme que es la falta de recursos”, detalla.
En el Juana Azurduy, les niñes ingresan a las 8 am, saludan a la bandera y a sus compañeres, y luego realizan actividades en las distintas salas: Evita, Bartolina Sisa y Remedios de Escalada. Quienes concurren son principalmente del barrio Lanzone, que está cerca de la autopista del Buen Ayre. El espacio ofrece desayuno, almuerzo y merienda. Y la propuesta pedagógica apunta a lo lúdico, a la exploración del mundo y, por supuesto, incluyen a la ESI como un pilar fundamental.
Bárbara Gasalla enfatiza en lo fundamentales que son los EPI en los barrios en los que se encuentran. “Les permiten a las familias, principalmente a las madres, contar con un espacio de cuidado y enseñanza para sus hijes, y a ellas, con la posibilidad de continuar con su proyecto de vida. Ya sea con sus estudios, con su trabajo, con la posibilidad de tener un tiempo disponible para salir a generar el ingreso que necesitan para sustentarse”. Y agrega: “Teniendo en cuenta esto es que podríamos pensarlos como una necesidad básica. Si para estas familias no existe la posibilidad de quedarse sin trabajar durante los primeros tres años del desarrollo de su niño o niña, desde su nacimiento hasta que ingresa en el Nivel Inicial, es claro que nos queda chica la vacante con la que contamos. De hecho, en el Juana Azurduy nos extendimos a 65. Aún así, tenemos una lista de espera enorme y la imposibilidad de alojar a más infancias en nuestro espacio”.
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En el territorio de San Martín, solo hay cinco espacios que cubren la demanda de asistencia, cuidado y enseñanza en primera infancia, lo que se traduce en un abandono a las infancias y en la insuficiencia de políticas estatales. Los espacios de cuidado privados o semiprivados oscilan sus matrículas entre 10 mil y 25 mil pesos para media jornada de cuatro horas. Una cifra que, para la mayoría de las familias, no es redituable.
Finalmente, el círculo de carencias se ajusta aún más cuando se tiene en cuenta que la mayoría de las trabajadoras de estos espacios reciben una remuneración que proviene de Potenciar Trabajo. El ingreso a julio de 2023 fue de 65 mil pesos. Una cifra ínfima para un trabajo como el que realizan: tareas de cuidado en todas sus multiplicidades, un trabajo cuerpo a cuerpo en el que asisten a bebés, niñas y niños muy pequeños.