Por Emilia Holstein y Victoria Eger
El 35° Encuentro Plurinacional de Mujeres, Lesbianas, Travestis, Trans, Bisexuales, Intersexuales y No Binaries que se realizará este 8, 9 y 10 de octubre en San Luis, tierra huarpe, comechingona y ranquel, es un evento histórico para los feminismos y transfeminismos del territorio argentino. No sólo porque volvemos a encontrarnos luego de dos años de pandemia o por su esperada masividad, sino porque es la primera vez que el Encuentro llevará este nombre.
Una demanda que comenzó en 2017 en Chaco, que se profundizó en Trelew y que terminó de explotar en 2019 en La Plata: el Encuentro tiene que ser plurinacional y de las disidencias. Bien sabemos que la batalla cultural se da en el lenguaje, que en las formas que tenemos de nombrar se pone en juego la materialidad de la experiencia. Por eso, la necesidad de reconocer la participación de los pueblos originarios y del colectivo LGBTIQ+ se hacía indispensable.
“Creemos humildemente que tenemos la responsabilidad política de darle respuesta a miles de compañeres que vienen expresando hace años que no se sienten nombrades cuando se habla de ‘Encuentro Nacional’”, expresaron desde la Comisión Organizadora del 35° Encuentro Plurinacional durante la conferencia de prensa en la que anunciaron la fecha del evento. En un contexto de recrudecimiento de las ideas de derecha, de crisis ambiental, de profundización del terricidio y de reivindicación de los derechos de las identidades disidentes, las luchas de los feminismos se amplían para alojar todo lo que el presente demanda.
¿Qué pasa con los sectores que no aceptan el cambio de nombre? ¿Cuáles son los debates que necesitamos dar hoy y que ya no pueden esperar? ¿Cómo influye el contexto de radicalización de la derecha y el atentado a la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner? ¿De dónde venimos y hacia dónde va nuestro movimiento?
Nombrarnos, más allá del debate semántico
El cambio de nombre es una discusión que se da al menos desde el 2017, aunque el colectivo travesti-trans, las lesbianas y las personas de los pueblos originarios vienen peleando espacios desde hace mucho más. A partir de la campaña Somos Plurinacional, esta demanda fue cobrando relevancia de tal manera que en 2019 era imposible ignorar su fuerza. En La Plata se habló en los talleres y se incluyó en las conclusiones: “Lo que no se nombra no existe”, gritamos. El asunto parecía estar resuelto y el consenso, logrado.
A comienzos de este año, surgieron dudas cuando les encuentreres notaron que en las redes sociales circularon dos convocatorias en paralelo: una que respondía a lo acordado, al 35° Encuentro Plurinacional, y otra convocada para noviembre que insistía con sostener estoicas las banderas del biologicismo y el colonialismo en nuestras filas. Algunos sectores que se dicen feministas, pero niegan las identidades de género que no encajan en el binarismo mujer-varón, organizan el “35° Encuentro Nacional de Mujeres”.
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Este evento paralelo está dirigido por el Partido Comunista Radical (PCR), un movimiento que históricamente ha vehiculizado las comisiones organizadoras y que, con el paso de los años, se fue cristalizando en una posición transexcluyente. “No son dos encuentros, hay uno solo y es el Plurinacional. El otro es un encuentro residual de sectores que consideran que este movimiento de masas, que es feminista y transfeminista, está radicalizado”, sostiene Adriana Carrasco, periodista y militante lesbiana, en diálogo con Feminacida.
Según Carrasco, el PCR realizó una gran tarea al sostener los ENM durante todos estos años, pero su problema es que hoy son un sector anti-trans y biologicista: “Es un viejo resabio del partido que se alió con estos sectores recalcitrantes, ligados a la alta jerarquía católica. Les impidió ver cómo el feminismo ya había dado la vuelta al mundo, mientras ellas se quedaron en los preparativos del viaje”.
Sin ir más lejos, en 2019, ni bien había finalizado el acto de la elección de la futura sede en La Plata, Cecilia Betervide, quien en ese momento estaba a cargo de la Secretaría de Género e Igualdad de Oportunidades de la CTA Autónoma San Luis, se manifestó en contra del cambio de nombre. Actualmente, forma parte de la Comisión Organizadora del encuentro que se realizará en noviembre.
“El encuentro es y seguirá siendo Encuentro Nacional de Mujeres porque no hay nada más inclusivo que decir mujeres. Seguir dicotomizando al movimiento para nosotras es equivocado. Porque en vez de discutir problemas como la desocupación, la precarización laboral, las violencias y los abusos, la falta de compañeras en las comisiones directivas de los sindicatos y los partidos políticos, nos la pasamos discutiendo un nombre que, en realidad, esconde otra cosa. Por eso luchamos, porque los encuentros sean inclusivos y con este nombre que no excluye a nadie, al contrario”, había argumentado a Feminacida.
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Adriana Carrasco participa de los encuentros desde el primero en 1986, cuando mil mujeres se reunieron en el Teatro San Martín de Buenos Aires. “Que vengan a dar el debate al pluri, y que queden en el residual los sectores que son antiderechos, que queden reducidos ahí y que hagan lo que quieran. Los sectores democráticos, partidarios de la justicia social, de los derechos civiles, de los derechos sociales, van a estar en el Plurinacional”, concluye.
Para Claudia Vásquez Haro, doctora en Comunicación Social, presidenta de Otrans Argentina y militante travesti-trans, el cambio de nombre supone un quiebre discursivo y político. “Habla del hartazgo en la falta de representación. Es el resultado de todos estos años de militancia”, explica en una entrevista con este medio. Para ella lo que sucedió en La Plata fue un punto de inflexión.
En el último Encuentro, personas de la comisión organizadora y pertenecientes al PCR platense no querían permitir que Claudia subiera al escenario donde se estaba dando el acto de cierre para hacer pública esta demanda. Fue allí que la golpearon y no le permitieron cruzar las vallas. "Me da un profundo dolor saber que compañeras que una considera de lucha utilizan las mismas prácticas que achacamos al patriarcado”, lamenta.
Una de nuestras premisas siempre fue que el feminismo es un movimiento político que incomoda, que resiste porque se repiensa y reflexiona incluso sobre sus propias bases. Como dicen Claudia Vásquez Haro y Adriana Carrasco, todo puede ser discutido y debatido, pero siempre en un espacio plural que no niegue nuestras existencias diversas.
El presente demanda, los feminismos responden
Después de la sanción de la Ley 27.610 de Interrupción Voluntaria y del Embarazo (IVE) en 2020, no hubo otras demandas que aglutinaran a los feminismos de la misma forma. Esta sensación no es aislada, sino que se comparte y se transmite en muchas conversaciones de compañeras y compañeres. ¿Qué pasó? ¿Qué nos toca discutir ahora?
Para Carrasco, una feminista lesbiana con años de militancia encima, este es el desenlace lógico para un movimiento que empieza a ser de masas. “Tiene todas estas características, hay distintos feminismos, con distintos enfoques, intereses de clase, el tema del racismo, las distintas miradas sobre la historia de nuestros territorios”, sostiene.
Los más de 100 talleres que se darán en este encuentro lo demuestran. Sucede que hoy el movimiento está más relacionado con un trabajo de transversalización de la perspectiva transfeminista y anclado a cada contexto específico. Si bien todes militamos con compromiso la erradicación de las violencias de género, no es igual la lucha que da una mujer originaria de una provincia del NOA que la de una persona trans de una villa porteña. De eso se trata la interseccionalidad de las violencias.
María Urquizu, Mariana Amaru, Laky Pérez, Milagros Panta y Alfonsina Agnellí, activistas indianistas y antirracistas, confirman las resistencias que se sortearon en Trelew frente a la propuesta de reconocer la Plurinacionalidad de los encuentros. Sin embargo, destacan que se recepcionó como la habilitación a pensarnos desde su cosmovisión, a ponerla en práctica y en discusión.
“¿Que teníamos para decir nosotras sobre la interseccionalidad de la que hablan tantas académicas, pero que poco se pone en práctica en el mismo ámbito? ¿Cómo articulábamos la libre determinación de los territorios y de los cuerpos frente a gobiernos que promueven extractivismo, represión y sometimiento, y donde los discursos de “progreso”, “propiedad privada” ,“libertad individual” ganaban sentido en la sociedad? ¿Cómo reflexionábamos acerca de la ESI para que incorpore los saberes y reflexiones de las culturas originarias que habían quedado relegadas en la Campaña por el Aborto Legal, Seguro y Gratuito?”, indagan las activistas indianistas y antirracistas.
Entonces, ¿habrá algo que nos encolumne a todes? ¿Es necesario o también resulta valioso aceptar esta expansión rizomática? Según coinciden Carrasco y Vásquez Haro, hay un tema que no puede dejar de afectarnos a todes: la defensa de la democracia.
“El intento de asesinato a Cristina no es solo a ella, sino a todo lo que representa. Lo que hay que poner a discutir es la defensa a la democracia porque sin democracia no podemos ampliar derechos, no podemos expresarnos ni manifestarnos”, piensa Vásquez Haro. El atentado a la vicepresidenta a finales de agosto reconfiguró nuestro mapa. La persistencia y crecimiento de sectores de ultraderecha nos plantea nuevos desafíos como movimiento.
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“Creo que la demanda principal que urge es unirnos todos los sectores democráticos y las feministas podemos aportar la estructura de la lucha contra las opresiones de género. Aportar desde las perspectivas feministas que ven las distintas opresiones imbricadas”, reflexiona Carrasco y agrega: “Hay ciertos debates que tienen que darse entre los cuadros feministas. No nos reunimos, no decimos ‘vamos a posponer nuestras cuestiones personales’, y a darnos un debate urgente y serio sobre los riesgos que están corriendo nuestros acuerdos democráticos de 1983”.
Habitar el encuentro: ¿cómo llegamos hasta acá?
“Existe algo en los encuentros que se vive desde el cuerpo. Es allí donde quienes escuchan el llamado a participar se sienten interpeladas. Ese cuerpo que es historia, ese cuerpo que es cultura, ese cuerpo por donde se vive el placer y se experimenta el dolor. Ese cuerpo por donde circula el poder. Es un cuerpo expropiado para muchas, es una batalla recuperar la decisión sobre el mismo para todas”, escriben las comunicadoras Amanda Alma y Paula Lorenzo en su tesis Mujeres que se encuentran.
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La década del 80 estuvo signada por el fin de las dictaduras militares en la región latinoamericana. Muchas mujeres que pudieron exiliarse y refugiarse en otros países empezaron a reunirse para compartir sentires, experiencias y materiales que los gobiernos de facto habían censurado. Según exponen las licenciadas, los Encuentros Feministas Latinoamericanos y del Caribe fueron el antecedente más directo de los encuentros que se realizan en Argentina desde 1986.
“Fue también un encuentro conflictivo lleno de búsquedas desencontradas, en un movimiento que enfrentaba su propio crecimiento y la incómoda diversidad en acción: entre las mujeres políticas (de partido) y las feministas; entre las líderes de barrios populares y las feministas; entre las heterosexuales y las lesbianas (que participan formalmente por primera vez y que se apropiaron de los debates, dando visibilidad a su sector); y entre las exiliadas y las que permanecieron en sus países bajo dictaduras militares”, dijo a las tesistas Virginia Vargas, una de las organizadoras encuentro realizado en Lima, en 1983.
El primer Encuentro Nacional de Mujeres se realizó en una sala del Teatro San Martín. Eran mil compañeras: amas de casa, exiliadas, sindicalistas, militantes políticas y activistas sociales. “Se generó un proceso en los encuentros que no lo había generado nadie, donde cada una hablaba con su propia voz. Había todo un discurso que decía ‘esto es un encuentro y no un congreso’, cada una habla por sí misma, no hay una palabra que valga más, nadie puede decir a nadie lo que tiene que hacer”, contó Marta Fontella, una de las integrantes de la “comisión promotora”, a las autoras de Mujeres que se encuentran.
Desde su gesta, los Encuentros son espacios de carácter autónomo, autoconvocado, autofinanciado, democrático y horizontal. La puja para que no haya jerarquías ni representaciones políticas protagónicas es una constante que se repite en cada experiencia. Constantemente hay compañeras y compañeres resistiendo para que el papel principal lo asuman las organizaciones feministas de base y no las sindicales ni partidarias. En palabras de Amanda Alma y Paula Lorenzo, los Encuentros reafirman “una manera de hacer política propia y desde las mujeres, que se erige contrapuesta a la lógica patriarcal que impone representaciones, verticalidades y autoridades a la hora de promover organización política y social”.
Los talleres son el corazón de cada encuentro, los espacios donde se ponen en común las experiencias para construir la agenda feminista y transfeminista, y donde se centralizan las discusiones de acuerdo a diferentes ejes de trabajo y debate. Una vez finalizado cada uno, se redactan las conclusiones y se entregan a la Comisión Organizadora para plasmarlas en el acto de clausura y en las memorias colectivas. Llegamos a 2022 con más de 100 propuestas, pero no fue siempre así.
Además, las incorporaciones y excepciones que se hicieron año a año hablan, por un lado, del avance de determinadas discusiones y, por otro, de los conflictos que siempre coexistieron. Por ejemplo, en los encuentros de Mar del Plata (1991), Neuquén (1992), Tucumán (1993) y Corrientes (1994) no se realizó el taller de Identidad. De hecho, en la ciudad balnearia se autoconvocó el taller de lesbianismo a modo de reclamo para que sea incluido en el temario oficial.
Luego de acaloradas discusiones sobre la construcción social de las feminidades que atravesaron los Encuentros en la década del 90 y principios de los 2000, en 2003 fue la primera vez en la historia que una activista travesti-trans pronunciaba en voz alta las conclusiones de un taller: en el Monumento a la Bandera, Marlene Wayar leyó lo debatido en el espacio llamado “Sexualidad”.
Entrevistada por las investigadoras de Mujeres que se encuentran, la referenta travesti Lohana Berkins, calificó al Encuentro de Rosario como un giro de resignificación: “En lo personal y en lo político (...), yo veía que ahí se había producido un punto de inflexión interesante y que ese era un quiebre. Aunque nosotras en términos políticos tampoco nunca hemos debatido si teníamos que participar o no, simplemente cuando empezamos a tomar las premisas feministas y todo el recorrido feminista, el único espacio de interacción real, profundo, masivo, es el Encuentro de Mujeres, entonces nosotras vamos”.
“Desde los inicios, las voces de mujeres indígenas han estado presentes, muy solitarias y casi como decorado, pero lejos estamos de serlo”, aseguran María Urquizu, Mariana Amaru, Laky Pérez, Milagros Panta y Alfonsina Agnellí, y relatan: ”A partir del 4° Encuentro Nacional de Mujeres, se proponen los talleres de Mujer y Pueblos Indígenas desde donde se empezaron a construir complicidades de resistencias, como bien sabemos las mujeres indígenas: hace 530 años que resistimos al genocidio. Si algo sabemos es construir tejidos y redes para resistir y existir”.
La historia de los Encuentros y sus antecedentes confirman que el disenso fue constante y se edificó, a lo largo de los años, como un pilar inherente a las discusiones feministas. Entonces habrá que virar nuestras reflexiones hacia lo que evidencia la actual fractura. Si siempre decimos que es en los discursos divergentes donde el debate se nutre, ¿cuáles son los límites? El odio y la exclusión, sin dudas, son algunos de ellos.
La Plurinacionalidad y el cambio de paradigma: ¿Disentir implica romper?
María Urquizu es activista antirracista del Pueblo Quechua, Mariana Amaru es docente y Warmi Sikuri del Pueblo Kolla/Quechua, Laky Pérez es comunicadora indígena del Pueblo Quechua, Milagros Panta es comunicadora lesbiana del Pueblo Quechua y Alfonsina Agnellí es activista antirracista y lesbiana no binarie.
Consultades sobre las expectativas con las que viajan a San Luis, sabiendo que es la primera vez que el Encuentro incluye a la Plurinacionalidad en su nombre, manifestaron que se da en fechas de organización y memoria indígena para visibilizar el genocidio sistemático en todo Abya Yala. Cada 10, 11 y 12 de octubre, y hace 37 años, se reúnen diferentes movimientos indígenas en la plaza Congreso para exigir reparación histórica, territorial, identitaria, medicinal, ideológica, educativa y espiritual.
“Celebramos que haya un evento para poder debatir y poner en manifiesto las realidades de cada comunidad a través de las voces de las mujeres y diversidades. Necesitamos que cada comunidad indígena asuma su autonomía ideológica, política y territorial ya que somos 38 naciones las que habitamos este territorio argentino. Seguir fortaleciéndonos en la construcción colectiva comunitaria y como mujeres indígenas kollas, con una identidad que pudimos reforzar gracias a nuestras comunidades/familias/ayllus y al movimiento indígena de Buenos Aires, vemos muy importante seguir sosteniendo los eventos que suceden en el mes de octubre en esta ciudad”, aclaran.
Paralelamente, se preparan para ir a San Luis y reencontrarse con compañeres y compañeras. Sin embargo, por ahora no sienten diferencias entre este encuentro con nombre “Plurinacional'' y el anterior encuentro denominado “Nacional”. “Aun el movimiento de las encuentreras y encuentreres está en proceso para generar una transformación donde nuestras identidades culturales, nuestras presencias y cuerpos se visibilicen, se tengan en cuenta y se respeten”, advierten les entrevistades.
El contrapunto que plantean las activistas indianistas y antirracistas tiene que ver con cuestiones que exceden la Plurinacionalidad porque, en realidad, el verdadero cambio de paradigma radicará en la incorporación de otras perspectivas. Se refieren a “las cosmovisiones indígenas y desde las pupilas de las mujeres, incorporando las diversidades que existen en nuestras comunidades tanto en ‘lo urbano’ como en ‘lo rural’”.
Si bien lo sucedido en La Plata fue un antes y un después porque allí se fracturó el Encuentro, les activistas indígenas insisten: “No podemos asumir que se dividió por la Plurinacionalidad, sería ingenuo sostenerlo”. Además, instan a los feminismos a consensuar: “En octubre y en noviembre, nuestras hermanas deben dar el debate. No se planteó la Plurinacionalidad para generar una grieta, no es la forma de nuestros pueblos”.
Pedir por el carácter plurinacional se tornó la propuesta más legítima de los últimos tiempos, según declaran les activistas en diálogo con Feminacida. Principalmente, porque son las compañeras de los pueblos originarios quienes conforman las organizaciones sociales. “Son las indígenas las silenciadas y las que ocupan lugares de servicio, y no de protagonismo político”, ejemplifican.
“Las mayores resistencias a la propuesta plurinacional tienen que ver con el poder de “lo nacional”, matriz fundacional del Estado Nación. Sostenemos la Plurinacionalidad para invitar al diálogo, para pensar juntas cómo enfrentamos este sistema colonialista que está más vivo que nunca, que de la mano del capitalismo, en sus expresiones patriarcales y racistas, disciplinan nuestros cuerpos y territorios”, concluyen María Urquizu, Mariana Amaru, Laky Pérez, Milagros Panta y Alfonsina Agnellí.
En su momento comprendimos y hoy lo reforzamos: solo resiste quien se repiensa y al movimiento feminista le llegó la hora (como en otras tantas oportunidades). ¿Habrá que tomar partido y hacerse cargo de las responsabilidades que nos tocan como parte del movimiento? ¿Habrá que evidenciar que la resistencia al cambio solo reproduce las mismas lógicas patriarcales que se quieren combatir? Parece que sí, porque el glitter nos queda hermoso, pero acá estamos haciendo política y nada se transforma desde la zona de confort.