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Recortes a los carnavales en CABA: la alegría popular no es desorden público

Recortes en carnavales en CABA
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Jorge Macri, jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, anunció en sus redes sociales un recorte a los carnavales con la reducción de corsos. "Vamos a mover muchos de los puntos de encuentro a lugares que no provoquen cortes de calles ni inconvenientes para los que no quieren participar de estas celebraciones”, argumentó.

Según el funcionario electo recientemente, en los últimos años el exceso de calles cortadas alteraron el orden en el espacio público y generó problemas para muchos vecinos. Con estas bases, se dispuso entonces achicar la cantidad de corsos en las calles en un 64 por ciento respecto al año anterior. De 111 eventos, solo se realizarán 60.

Un panorama desalentador al que se enfrentan varias organizaciones barriales y que empuja a la resistencia un año más.

La murga es familia

Los carnavales reivindican la identidad barrial al integrar la cultura popular. Quienes participan en las murgas adoptan diversos roles que son valorados y respetados por ellxs mismxs y por sus compañerxs, construyendo así redes muy extensas donde cada persona que participa es valiosa. Por una parte, pueden dedicarse al baile, la percusión, las acrobacias, los malabares, la elaboración de banderas, estandartes, vestuario, maquillaje y canciones. Por otra, hay quienes incorporan técnicas y actividades circenses y ejercicios de clown. La fantasía y la alegría son inmensas, y el desarrollo artístico es superador cada año.

Aunque los orígenes del Carnaval no están del todo claros, incluso para quienes se dedican a la Historia y la Arqueología, algunas de las murgas del Área Metropolitana de Buenos Aires —tal y como las conocemos hoy— tienen hasta 100 años de antigüedad.

Carolina Leiva forma parte de Los Renegados de Villa Pueyrredón. Su experiencia en la murga porteña es una muestra de los tintes familiares que pintan de colores todo el carnaval. Desde 2011, en los orígenes de Los Renegados, Caro se incorporó junto con sus padres y su hermana. Venían de ser parte de otra murga en la que estuvieron seis años. Allí conoció a su novio y hoy tiene un hijo de tres años que, cuenta, “también es murguero”.

“Para nosotres es más que una fiesta popular. La preparación de los detalles comienza muchos meses antes con los ensayos de las canciones: las glosas, la canción de crítica, la del homenaje, las de entrada y retirada. Y en septiembre empiezan los ensayos generales de baile y percusión”, detalla la murguera y cuenta que también hay un arduo trabajo que no se puede apreciar detrás de las vallas. Se trata de la de gestión de presupuesto para encontrar los precios más accesibles y así poder decorar las calles, los trajes, las galeras y los rostros.

Lo que ocurre con Los pegotes de Florida, en la provincia de Buenos Aires, es similar. “El Cuervo”, como apodan a Gonzalo Vázquez, es parte de la murga hace 23 años. En diálogo con Feminacida, cuenta cómo se compone esta organización artística de la que participan alrededor de 250 personas. “Cuando comencé era adolescente. De mi escuela éramos unos diez que participábamos activamente, más los de otras. Siempre las murgas fueron un lugar de encuentro para los jóvenes artistas”, recuerda "El Cuervo" y detalla que para 2013 se comenzó a organizar una comisión directiva.

Hoy cada área se divide en una comisión: la de la fantasía, la de la percusión, la de danza y baile, prensa y comunicación, tesorería, administración, logística, entre otras. Además, en épocas cercanas a carnavales se acerca espontáneamente mucha gente que quiere participar: “Entre quienes cuelgan banderines y los que atienden un puesto de espuma o el buffet, el Carnaval se convierte en toda una interacción barrial donde la murga organiza todo, pero convoca a participar a otros actores barriales”. La murga funciona como una gran familia.

El arte como frente de lucha

“Qué alegría este Carnaval, es como una bocanada de aire”, cuenta el murguero de Los Pegotes lo que le han dicho en las calles. “Para la gente trabajadora y de clase media que quizás no puede tomarse vacaciones, durante los feriados de Carnaval olvida un poco la rutina, los problemas y disfruta de un espectáculo gratuito y de alta calidad”, agrega. 

Originariamente, en las murgas solo podían participar varones aunque las mujeres estaban detrás de escena cosiendo trajes y lentejuelas. Luego de la última dictadura cívico-militar, comenzaron a participar mujeres con trajes varoniles y mujeres trans vestidas al estilo vedette. Para los 90, la participación era de familias completas. Hoy, según cuenta "El Cuervo", “las mujeres también participan en la percusión y dentro del baile hay tanto mujeres como varones. Lo contestatario de la murga va de la mano de lo que sucede en la sociedad. Este espacio también se ha deconstruido y evolucionado. Somos bandera cultural y parte de la lucha”.   


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El Carnaval ha sido históricamente “la fiesta del pueblo” y en el contexto actual se puede ver cómo las decisiones gubernamentales ponen en valor a los sectores que representan. “Con los recortes en CABA sucede que, al haber muchas murgas y pocos corsos habilitados, en vez de poder salir todos los fines de semana, con suerte podemos presentarnos dos”, señala Carolina Leiva, de Los Renegados de Villa Pueyrredón.

En línea con la reducción de presupuesto en todas las áreas, la actual gestión del gobierno porteño definió que  sólo se llevarán a cabo ocho corsos en calles y avenidas, mientras que habrá otros seis en diferentes plazas y uno más en el Polideportivo Colegiales. Por otro lado, se dispuso que no habrá corso en Avenida de Mayo, no habrá publicidad por falta de presupuesto y el seguro y la limpieza del espacio quedarán a cargo de las murgas.

Luego de tardías reuniones de negociación, el pasado enero representantes del Ministerio de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires y miembros de la Comisión de Carnaval  —formada por representantes del gobierno y delegados de las más de 130 murgas con más de 15 mil murgueros y murgueras radicadas en CABA—, se acordaron las locaciones donde se realizarán los corsos. Se definieron entre el Ministerio de Seguridad, el Ministerio de Espacio Público e Higiene Urbana y las Comunas, basándose en dos premisas: “Garantizar la buena convivencia con los vecinos de la ciudad” y “reducir los cortes de calle”. 

Verónica Mariño, directora y fundadora de Los elegidos del Dios Momo de Saavedra, murga porteña que nació en 2001 y donde participan más de 150 integrantes, destaca que los recortes en el presupuesto destinado a la Cultura, como sucede en la Ciudad de Buenos Aires y para las murgas autogestivas que están por fuera del circuito oficial, afecta “al trabajo, al turismo, a la expresión cultural y al lazo social y de encuentro que se produce en las calles cuando hay carnaval”.

En una entrevista con Feminacida, detalla: “Han recortado es el trabajo de muchísimas personas. Esto afecta a los más de 400 micros que trabajan con nosotros en febrero, a los comerciantes de pizzerías y kioskos aledaños al corso que veían incrementadas sus ventas a razón del festejo. Sonidistas, técnicos, locutores y artistas varios que a los que se les disminuye el trabajo y también la posibilidad de expresarse artísticamente”. 

“Lo más difícil es recaudar dinero para reponer platillos rotos, hacerles parches a los bombos, reponer maquillaje, comprar algo de tela para los trajes que nos hace y arregla la modista del barrio. Todo es un gran trabajo autogestivo y a pulmón donde muchos de quienes participamos también ponemos dinero de nuestro bolsillo para que la fiesta pueda hacerse”, ilustra Celeste, de Poseídxs por Momo de Santos Lugares. Si bien su murga es oriunda de la provincia, coincide con el relato de murgueras y murgueros de la región sobre lo costoso que es gestionar una murga sin financiamiento. 

Un poco de historia y una certeza: la alegría es nuestra

El Carnaval fue introducido en Buenos Aires por los españoles como una celebración pagana pero de origen cristiano durante la Edad Media, vinculada a los días previos a "limpiar la carne", que desemboca en la prohibición religiosa de consumirla durante los cuarenta días que dura la cuaresma. 

Según los períodos y sectores sociales tuvo diferentes expresiones. En tiempos de la Colonia, los sectores populares participaban en los bailes de máscaras que se realizaban en el teatro de La Ranchería, mientras que los sectores pudientes lo hacían en la Casa de Comedias. Para este momento, los festejos también comenzaron a tomar las calles: llovían los fuentones con agua desde los balcones y se divertían adultos y niñes.

Durante el Gobierno de Juan Manuel de Rosas, entre 1829 y 1852, por decreto se censuró, se castigó y se prohibió dicho festejo hasta 1854, año en que el gobierno de Buenos Aires autorizó la realización de bailes de máscaras y juegos de agua. Fue Sarmiento quien, en 1869, promovió el primer corso oficial de la ciudad de Buenos Aires y participaba activamente de estos festejos. 

En el siglo XX la influencia de los inmigrantes italianos y españoles fue resignificando el Carnaval, introduciendo ritmos, danzas y vestimentas propias de sus lugares natales. De a poco, se produjo el pasaje de las comparsas de candombe a las murgas, que comenzaron a bailar y tocar en los corsos. La migración a Buenos Aires de mediados de siglo, proveniente de las provincias argentinas y de los países limítrofes, generó un fuerte impulso a las murgas porteñas.

En Argentina, se incorporó en 2010 el feriado de Carnaval al calendario nacional, otorgándole entidad como celebración en todo el país. Cuando Cristina Fernández de Kirchner lo anunció, dijo: “La restitución de los feriados de Carnaval es una reivindicación de un fenómeno cultural profundo, no solamente urbano, a través de las murgas que alegran la vida”. Y es que durante la última dictadura cívico-militar, las diversas expresiones del carnaval fueron prohibidas y perseguidas por el terrorismo de Estado. Pese a la violencia y censura estatal de esos años, los carnavales resistieron.

Con la recuperación de la democracia, en 1983, los carnavales y lxs murguerxs recuperaron la libertad para poder expresarse y exponer de diversas formas su mirada crítica sobre la realidad como habían hecho históricamente. En la actualidad, su celebración ha trascendido culturas y fronteras.

“A los corsos va todo el mundo: las amas de casa, las abuelas y los abuelos que se traen la reposera para ver el espectáculo sentados, los adolescentes que hacen previa en el corso mirando las murgas y después se van a bailar, todos los nenes del barrio que participan de la guerra de espuma y corren por la plaza”, transmiten las murgueras y murgueros entrevistados y coinciden en que esta fiesta del pueblo no es “un corte de calle y un desorden, sino una batalla y patrimonio cultural”.


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1 Comments

  1. Catalina

    Excelente informe, cómo siempre lo popular es víctima del de desfinanciamiento de los gobiernos neoliberales.

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