Mi Carrito

Raquel Ameri y el teatro más allá de la razón

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Son las 14:30 de un martes de mayo. Entrando a la casa de Raquel Ameri se escuchan las  voces de dos niñas. Su hija menor y una amiga hacen artesanías luego de haber terminado la tarea, aclaran. Raquel pone la pava. El ventanal que da al patio llena todo de verde. El cedrón del fondo y la cantidad de cielo no devuelven un paisaje habitual de Villa del Parque. 

Una mesita llama la atención, tiene tres grandes premios: el Trinidad Guevara (2022) por actriz protagónica y el Ace (2018 y 2022) por mejor actriz de obra para un solo personaje. Los premios no están solos, están rodeados de fotos familiares, libros infantiles y pañuelos de luchas sociales: uno verde y otro violeta. Todo a la misma altura, los premios no tienen más importancia que los pañuelos. 

El caos de una casa de familia y la calidad de Raquel Ameri hacen fácil el comienzo. 

¿Dónde sentís que inicia tu recorrido artístico?  

Tengo una abuela fallecida poeta que escribió toda la vida. Sin embargo no publicó nunca. Todas sus poesías quedaron en un cajón, y yo siempre escribí poesía pero no era mi lugar de salir al mundo. Siento también cómo vamos sanando el linaje, haber podido salir del cajón. Con esa abuela yo me disfrazaba y le actuaba, y ella me hacía devoluciones. Había algo del histrionismo de la actriz que creo que me lo traía mi abuela porque era poeta pero en la vida se vestía toda colorinche y no pasaba desapercibida para nada.

Se te ve como una actriz muy apasionada, ¿te reconoces en ese lugar?

La maternidad viró mi destino respecto a la posibilidad de dedicarme 100% al teatro. Esto intensificó, de alguna manera, la pasión que le pongo a cada proyecto porque no puedo hacer muchas cosas al mismo tiempo. Entonces cuando elijo algo le pongo más para canalizar toda esa pasión. Además que los materiales que elijo, la temática me tiene que movilizar más allá del desafío como artista que pueda significar hacer ese personaje o entrar en esa poética. Tiene que ser un tema que se alinee ideológicamente conmigo. Porque tiene que ver conmigo o porque no tiene que ver conmigo y quiero aprender de eso.

¿Reconoces esa pasión previa a la maternidad?

Desde los cinco años quise hacer teatro, se lo expresé a mi mamá y no me dejó. Lo canalice arrancando danza a los siete años y a los trece le dije a mi madre: “Yo voy a empezar a hacer teatro”. Siendo muy tímida, extremadamente tímida. En ese sentido la pasión estuvo desde hace mucho tiempo, empecé a estudiar a los trece años y recién a los 21 años hice la primera obra. Pero bueno si me pongo a pensar en esa primera obra he tenido una vida con algunas experiencias que me llevaron a lugares de mucha intensidad. Hablé de mi maternidad y te puedo hablar también de una perdida: cuando tenía 20 años falleció mi único hermano y creo que eso me llevó a tener una conciencia de la finalidad. Lo que aparece y lo que es vital, ahí está todo. 

Creo que la intensidad viene también, de poder sanar lo que yo traía de mi vida, en su momento la pérdida y después otras cosas. Por eso creo que no puedo separar el proceso creativo del proceso personal y eso me lleva también a un lugar de mucha intensidad.

¿Cómo sentís que influye lo artístico en la maternidad y la maternidad en lo artístico?

Si voy desde lo último que es Rota, el unipersonal sobre la madre de un femicida, me hizo empezar a ver a mis hijos varones desde otro lado. Era algo que ya venía elaborando pero venía muy del lado de la experiencia personal de salir de una relación de violencia, entonces militando más desde el lugar de las víctimas. Esta obra habla de las víctimas, pero también nos hacen mirar con los ojos o el universo del agresor. En los primeros tiempos de los ensayos, justamente, el trabajo del director fue poder sacarme del lugar de la víctima Me sensibilizó desde el lugar de las masculinidades. Incluso con todo lo que me cuesta, también puedo mirar hoy a mi ex pareja y a la familia de mi ex pareja con cierta empatía. Obviamente que para sanarme lo más recomendable es alejarme y cortar con esas relaciones, pero la posibilidad de hacer Rota me deja jugar con algo que yo he vivido desde otro lado. Son el teatro y el escenario los únicos lugares donde yo pude salir del hogar. 

¿Qué significado le otorgas a los premios, al reconocimiento público dentro de tu recorrido.

El reconocimiento en muchos momentos fue como espejo, me fue devolviendo y fue haciéndome a mí misma reconocer el valor de lo que yo produzco en el escenario. El último premio, el Trinidad Guevara, tiene un reconocimiento económico también y eso movilizó otra cosa. Porque este era un premio que, de ganarlo, yo sabía que a partir de los 50 años iba a tener un subsidio vitalicio: no me voy a salvar con eso, pero hoy es un dinero que está bien. En un camino difícil, que siempre está desbalanceado y desnivelado en la energía, el tiempo, la dedicación con el reconocimiento económico. La sensación es que este premio, de alguna manera,  me estará devolviendo algo que en otro momento ya puse. Me puso de frente con todo lo vivido hasta este momento. La familia que tengo, que son un amor y me han apoyado siempre. Esa ayuda o ese apoyo tuvo momentos muy difíciles de que no comprendieran. Mi papá diciéndome: "No puedo entender que hagas todo esto sin que te paguen". Cuando de golpe le dije que gané este premio estaba muy contento y ahora sí le cerraba.

¿Tuviste otros trabajos que te hayan marcado particularmente en tu camino? 

La verdad que de alguna manera siempre me fui ganando la vida con cosas que tuvieran que ver con lo mío. Ahora estoy pensando manejar Uber, cuando no tengo trabajo como actriz, ¿qué hago? Bueno, me voy a manejar. Llega un momento en este mundo que se transforma un poco en una herida para los artistas que tienen reconocimiento, pero no pueden vivir de eso, no podemos vivir de lo que hacemos si no hay una constante que nos sostenga. Ahora que estuve en España, me acuerdo que alguien me decía: “Con el reconocimiento y los premios que vos tenés, acá tendrías trabajo”. Puedo poner un cartelito en el auto con mi reel y las notas a ver si se sube algún productor al auto.

¿Tenés referentes escénicos a quienes vuelvas que te inspiren?

Siempre hablo de mis maestros porque cada función de Rota, por ejemplo, de alguna manera, siempre están. Mi maestro Guillermo Angelleli y mi maestra Laura Yusem, vienen de dos líneas técnicas de actuación distintas. Laura trabaja con la línea de la memoria sensorial, más Stanislavski. Las clases son más estar sentada y trabajar mucho la cabeza, analizar escenas. Lo de Guille es poner el cuerpo, sudar y en pleno invierno estar entrenando al punto de que cuando parábamos se hacía vapor, parecía que te salía humo del cuerpo. Yo venía de la danza y del teatro como dos caminos separados. El entrenamiento de Guille empezó a unirlo, yo después lo tejí aún más. No era algo que quedaba polarizado. En algún punto yo estoy en el escenario con esa partitura que tiene hilos que tienen que ver con lo que ellos me han dado en el entrenamiento y con eso voy tejiendo. 

El teatro me conmueve en la medida que eso me transforma cuando estoy del lado del escenario y también me siento muy agradecida cuando, como espectadora, siento que lo que está pasando ahí me está haciendo proceso. No solo que me está bajando una idea, concepto, ideología o una postura por donde yo pueda decir: "Sí, tienen razón", sino incluso hasta que me haga que se me caigan todas las barreras de la razón y me lleven directamente al lugar de hacer proceso. Me gusta conmoverme también con lo que veo, entonces creo que mis referentes son aquellas actrices o aquellas obras que me dejaron ese recuerdo en el cuerpo.


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Como docente… ¿Qué priorizas o qué te parece vital que se lleven tus alumnos?

Más allá del talento o no talento que los alumnos traigan, me gusta que puedan llevarse la certeza de que en ese cuerpo y con esas vivencias, con esas memorias, pueden trabajar para transformar eso en ficción, en potencia, en algo que pueda ser transformador y conmovedor que no hay que ser especial sino que especial es ser humano.

¿Cómo ves el rol del teatro en este contexto?

Creo que hay algo que está cambiando y que incomoda: los actores y las actrices están empezando un poquito a ejercer más el derecho de que se le dé un valor a eso que hacemos que pareciera como un don divino. Yo me estoy planteando ese lugar, lo que yo aporto también tiene un valor material. Me parece que se está empezando a militar que los actores y las actrices no pueden seguir trabajando así, quizás que el técnico que hace las luces cobre más que el actor que la actriz. Siento que ahí se está empezando a fortalecer eso de manera que los proyectos empiezan a tener otra fuerza incluso. Aunque arranque una producción sin nada hay una decisión de ponerle valor a lo que hacemos. Pero estamos en un contexto socioeconómico muy frágil y esto es una herida para el artista, que con talento o con dedicación tenga que terminar haciendo cualquier otra cosa para sobrevivir, incluso con reconocimiento social y trayectoria. Creo que hay que seguir militando, porque se nos pueda poner un valor y se pueda transformar lo que hacemos realmente en algo que sea redituable. 

¿En dónde te vemos? 

Rota vuelve el sábado 17 de junio y vamos a estar por cuatro fechas. Vamos a tener algunos cambios en la puesta por una reestructuración del equipo de trabajo. Por otro lado, voy a seguir dando los seminarios intensivos de fin de semana durante todo el año.


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