“Máteme mierda, pero de aquí no voy a salir”, le dijo Ramona Marcelina Orellano de Bustamante a las topadoras que quisieron sacarla de su terreno en el paraje Las Maravillas al norte de Córdoba en 2004. Doña Ramona fue una mujer que nació, creció y envejeció en ese rincón del territorio cordobés. Y se convirtió en un símbolo de la lucha campesina contra el agronegocio: su resistencia se volvió bandera a la hora de frenar el avance de los grandes terratenientes.
El 18 de junio de 2021, falleció a sus 95 años allí donde había vivido toda la vida, luego de dar casi 30 años de batalla contra quienes buscaban desalojarla a ella y a su familia a partir de una venta ilegítima del terreno. A un año de su muerte, su lucha sigue viva en todes quienes sostienen que la tierra es de quien la trabaja.
“Al que madruga y padece
La del sin tierra - José Luis Aguirre
A ese me le dicen peón
Al que cómodo enriquece, saben llamarle patrón
Mascando pues esta idea
Pero inquieto como un potro
Si soy yo el nacido y criado, ¿por qué la tierra es del otro?
Yo supe que una doñita
sacó carpiendo a un gigante.
¡Que viva nuestra 'ña Ramona,
Doña Ramona Bustamante!”
La tierra es de quien la trabaja
Ramona nació en 1926 en el mismo terreno en el que luego fallecería. En su infancia, compartió la casa familiar junto a sus padres y a sus cinco hermanes. Luego de la muerte de su madre, su padre se volvió a casar con otra mujer con quien tuvo tres hijes más.
El problema con el campo comenzó en 1988, después de la muerte de Don Orellano, su padre. En ese momento, las hijas del segundo matrimonio vendieron el terreno sin avisar ni repartir la herencia entre les hermanes. Eduardo y Juan Carlos Scaramuzza fueron los compradores: dos empresarios sojeros, dirigentes de la Federación Agraria de Oncativo, una ciudad ubicada a 255 kilómetros de Las Maravillas.
Entre los problemas familiares y los intereses del agronegocio, representado por los hermanos Scaramuzza, Ramona fue obligada a firmar una cesión de tierras. Ella, que casi no sabía leer ni escribir, fue estafada para ceder su campo, algo que no hubiera hecho nunca si las condiciones hubieran sido claras. El acuerdo que ella leyó decía que podía vivir allí hasta su muerte, pero otra parte del contrato también sostenía que los Scaramuzza podían reclamar las tierras cuando quisieran.
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“Es un fraude, la mami sabe leer un poco, pero le leyeron unos papeles y le hicieron creer que le decían una cosa y le dijeron otra. Ella ni sabía lo que había escrito ahí y firmó”, dijo en una entrevista Orlando Bustamante, hijo de Ramona.
Contra gigantes
En diciembre de 2003 llegaron las topadoras al campo de Ramona. Vinieron levantando la tierra suelta del camino, aparecieron enormes entre el polvo y con sus cuchillas tiraron abajo la casa en la que la doña vivía con su hijo. Pero ni ella ni Orlando se fueron, porque en esa tierra nacieron y no los iban a echar los gigantes sojeros. Para resistir construyeron un refugio con palos y bolsas de plástico.
Los hermanos Scaramuzza no se fueron tan rápido y en enero de 2004 volvieron con otra orden de desalojo firmada por la fiscal de Cosquín, Alejandra Hillman. Ahí también les demolieron el rancho que habían improvisado. En un video de Canal 12, filmado luego de este episodio, Ramona le cuenta a un movilero: “Hacían pedazos las cosas. Pero vos vieras, era la policía, m’ijo”. “¿Y dónde pasaste la noche?”, pregunta el periodista. “Acá, abajo de la planta, m’ijo, como nunca”, responde ella con la voz compungida.
En ese momento la lucha se colectivizó y distintas organizaciones comenzaron a a acompañar a la familia Bustamante en su reclamo. Durante el festival de Cosquín de 2014, el folclorista Raly Barrionuevo hizo subir a Ramona al escenario y contó su historia. Esto permitió que el caso tomara estado público y que ella comenzara a construir cierto “blindaje” frente a los intentos de desalojo por parte de los hermanos Scaramuzza.
“Eso fue todo lo que generó Ramona por su tenacidad, por los años que tenía. Era de alguna forma intocable por todo lo que se había construido a partir de su figura”, explica Germán Pez perteneciente a la UTEP y a la Unión Campesina del Norte, en entrevista con Feminacida. Sin embargo, ella nunca podría vivir del todo tranquila porque la Justicia nunca reconocería su derecho sobre la tierra.
La organización de Germán acompañó durante años a la familia Bustamante en su reclamo. “El caso de Ramona fue un antes y un después en la lucha por la tierra en Córdoba, sino en el país. Puso en evidencia un proceso de despojo que venía funcionando hacía bastante tiempo y los mecanismos que había detrás de eso”, cuenta.
Este caso fue paradigmático porque mostró los vínculos que existían entre la Justicia, el Poder Ejecutivo y los empresarios del agro. Además, permitió que les habitantes del campo cordobés reconocieran su derecho a denunciar estas injusticias. “Antes de Ramona había habido muchos desalojos injustos que no se habían podido frenar, ella fue con su testarudez y plantó bandera”, recuerda Germán.
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Ramona denunció por estafa a los hermanos Scaramuzza, al haberle hecho firmar un papel de forma dudosa. En noviembre de 2009, la Cámara del Crimen de Deán Funes los absolvió a ambos y el Tribunal Supremo de Justicia de Córdoba avaló esta decisión.
En 2014 comenzó otro proceso judicial y en 2021, meses antes de su muerte, a Ramona le llegó la notificación formal firmada por la jueza de Primera Instancia Civil y Comercial, Emma del Valle Mercado, en la que sentenciaba un nuevo desalojo. “Antes quedaba el nieto, el bisnieto en un campo y ese era el dueño. Pero parece que ahora no hay una ley que te ampare. 95 años mi vieja, nacida en esta tierra y no tiene derecho. Para la justicia, para el empresario, para nadie tiene derecho a esta tierra”, dijo Orlando en un informe especial para Canal 10 de Córdoba.
Madre de todas las resistencias
“No me gusta en otro lado. Me gusta el monte, trabajar. ¿Qué me voy a ir a la ciudad? Yo me quedo”, dijo una vez Ramona Bustamante y lo cumplió hasta su último día. En ese rincón del norte de la provincia de Córdoba, ella era la madre de todes, tuvo tres hijes biológicos y tres hijes de crianza. Sembró la tierra y crió todos los animales que se puedan tener en una granja: ovejas, chanchos, cabras, vacas, gansos, patos, codornices y conejos.
Para Germán Pez ella fue un ejemplo, no sólo porque en su pedazo de tierra supo construir una microeconomía diversa que le permitía sostenerse, sino también porque no bajó los brazos hasta el último día. “Era una mujer chiquita, menudita, en apariencia frágil, pero fue una de los pocos que se le paró enfrente a esta estructura del despojo”, sostiene Pez.
El Movimiento Campesino de Córdoba (MCC) creció junto a su lucha. A partir del último pedido de desalojo en 2021, el Movimiento organizó una campaña para lograr frenar el avance no sólo de los hermanos Scaramuzza, sino de un modelo de producción agropecuaria sin familias y sin diversidad en el campo.
“Ramona, símbolo de lucha y resistencia, guardiana del Monte, durante todos estos años cuido junto a su hijo Orlando Bustamante esta tierra que hoy usamos, producimos y defendemos en forma colectiva. Ramona, madre de tantos, madre de todxs y todas las resistencias por el derecho a la tierra y a una vida digna en el campo. Hoy Ramona somos todxs, en cada punto de nuestra provincia”, escribieron en ese momento.
También la distinguieron desde la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Córdoba. En 2018 le entregaron el premio José María Aricó por su compromiso social y político, y por ser una exponente de la resistencia campesina frente a los sectores concentrados de la producción agrícola y agroindustrial.
Cuando el 18 de junio de 2021 falleció habiendo cumplido la promesa de nunca irse de esa tierra que era suya, no hubo quien no la despidiera recordando su ternura y su tenacidad. El último intento de desalojo quedó pendiente en los tribunales cordobeses, casi como una forma de burlar a aquellos que por más de 20 años la habían querido correr de su lugar en el mundo.
Desde el MCC publicaron mensajes de amigues y personas que la conocieron. La llamaron cuidadora del monte, estandarte de dignidad, guardiana ancestral, rostro de la tierra. A un año de su partida, recordar que mujeres como Ramona Bustamante no mueren nunca es una cuestión política. Quedará grabada en el territorio y en las luchas que florezcan a su alrededor.