Diálogos Desobedientes es el newsletter de la Mónica Macha en Feminacida. Cada mes, la diputada conversa con diferentes especialistas y referentes de las luchas feministas. El newsletter es abierto y podes recibirlo simplemente dejando tu nombre y tu mail acá: https://bit.ly/3FU9dU8.
Hoy te quiero compartir un diálogo sobre uno de los ciclos de tiempo y procesos más silenciados de nuestra vida social: la menstruación.
Nos encontramos con Agostina Mileo, comunicadora científica y activista menstrual (AMRed), para conversar sobre el acceso a productos de gestión menstrual, la politicidad de las manchas y la relación entre escuela y menstruación.
Ahí vamos:
Agostina: Para mí fue una especie de epifanía, un momento en el que me di cuenta de que lo obvio no es aparente. La primera vez que pensé en que debía haber gente que no tuviera elementos para contener el sangrado tenía 27 o 28 años y uno suele pensar un montón en que hay gente que no puede acceder a nada, básicamente a ningún bien de consumo y, sin embargo, esto no se me había presentado en la cabeza hasta ese momento. Entonces dije “hay algo acá”, hay algo para hacer porque es muy extraño que algo que sucede de una manera muy frecuente a muchas personas suceda de maneras tan distintas para unas y para otras. Cuando te imaginás no tener qué ponerte para el sangrado es realmente desesperante la imagen que te llega, ¿no? Un cuerpo que menstrua es una desventaja, pero no es una desventaja en sí mismo sino que es una desventaja que forman las condiciones materiales de existencia. En principio hemos empezado por lo urgente -es una pena que siempre tengamos que empezar por ahí-, que es el acceso a los productos de gestión menstrual y que esta desigualdad tan burda y tan angustiante puede ser subsanada desde la responsabilidad que tiene el Estado en la salud.
Mónica: Me vino una imagen. Me acordé que hace muchos años hicimos una investigación sobre la situación de jóvenes en distintos barrios de Morón. Debe haber sido 2009 o 2010 y ahí, que estábamos empezando a ver cuáles eran las cuestiones vinculadas a las desigualdades de género en adolescentes, había surgido esta situación de las pibas que dejaban de asistir a la escuela por no tener productos de gestión menstrual. Otras tenían que quedarse con sus hermanas esos días de menstruación, entonces también dejaban de estudiar. Las pibas dejaban de ir a la escuela en los momentos en que estaban menstruando porque no tenían los insumos para estar cómodas.
Agostina: Algo que vemos sostenidamente en el conocimiento que la ciencia produce acerca de la menstruación es la ausencia de las experiencias de los sujetos que menstruaban. Trabajé mucho tiempo como tutora del Programa Nacional de Educación Sexual Integral y nosotros en este paradigma que tenemos en Argentina que es muy innovador, muy de vanguardia, hablamos de la sexualidad como un componente identitario, no como un intercambio con otras personas, sino como algo que nos constituye humanamente. Viene de un concepto feminista muy conocido que es la interseccionalidad. Por ejemplo, yo Agostina no soy una mujer blanca y una mujer bisexual y una mujer universitaria; soy una mujer blanca bisexual universitaria. Si pensamos la sexualidad desde esta perspectiva, la menstruación no va a ser solamente un proceso anatómico, que es como ha sido caracterizado a lo largo de la historia por el conocimiento médico, pasando por dos conceptos fundamentales que son la normalización y la patologización. La normalización es esto de que, en tanto proceso anatómico, sucede en los cuerpos con los órganos necesarios para que ocurra y, entonces, en tanto sucede de una forma normalizada, totalizada y universalizable lo que hay para hacer es para todos de la misma forma. Y después la patologización, que por ejemplo con el síndrome premenstrual emerge o hemos notado una redefinición misma de lo que es una enfermedad o una patología. Pensemos que el síndrome premenstrual tiene más de 150 síntomas listados sin periodicidad ni intensidad, o sea que casi cualquier cosa que te suceda alrededor del ciclo menstrual es un indicador de un síndrome; lo cual ya patologiza a la menstruación en sí misma.
Mónica: La menstruación es un tema que había quedado en un lugar de tabú. Porque es una mezcla entre una situación biológica con el discurso médico, pero a la vez vivido como algo vergonzoso o como algo que no se tenía que notar. Entonces, nosotras en la cuestión más colectiva entre mujeres, íbamos compartiendo experiencias. Compartiendo en secreto. Inclusive formas de manejarnos. Todo esto hoy se está poniendo también en una mesa de debate, parte de la discusión sobre la distribución de los ingresos tiene que ver con el acceso a los insumos de la gestión menstrual, pero va más allá. Es una experiencia singular, pero a la vez también es una experiencia social y colectiva y me parece que parte del discurso y de la construcción que hacemos desde el feminismo y el transfeminismo es poder ponerlo en esa situación, de sacarlo del tabú, sacarlo del closet como tantos otros temas que venimos militando. Entonces también tener una mirada sobre sobre lo que significa económicamente hablando en términos de ambiente y en términos de salud.
Agostina: En la escuela cuando nos hablan de menstruación, nos hablan de un proceso anatómico, o sea, lo que a vos te dicen es: esto funciona así, orgánicamente la hormona manda una señal, y además es un proceso profundamente enseñado desde una matriz reproductivista. Siempre está visto como un desecho producto de una no fecundación, el cuerpo se prepara para un bebé y cuando ese bebé no sucede se menstrua. Pero una menstrua muchísimas más veces de las que se va a embarazar, si es que se embaraza. Esto es un refuerzo de los roles de género y una normalización. Ni todas las mujeres menstrúan, ni todas las personas que menstrúan son mujeres. Las compañeras de La Poderosa nos contaron que en su Observatorio Villero, en los relevamientos que hicieron, vieron cómo en la pandemia se había recrudecido esta situación. Muchas tienen que elegir comprar toallitas o comida y está bastante claro qué van a elegir.
Mónica: Esto que decías, Agostina, sobre la matriz reproductivista yo lo escuchaba, inclusive, a veces, en equipos de salud. Recuerdo talleres sobre anticoncepción y que una médica dijera “Bueno, cuando no hay una fecundación el útero llora y entonces sangra”. Bueno, en estas cosas se ve cómo se juegan las ideas y concepciones sobre la menstruación vinculadas a la maternidad y a la reproducción. Hay un montón de cosas ahí que tienen también que ver con este proceso cultural que es interesante ponerlo en discusión. A mí me decían que no me lavara la cabeza con agua caliente porque el agua caliente cortaba la menstruación. Entonces yo si tenía que salir y hacer algo y no quería menstruar, me lavaba con agua caliente para que se me cortara. ¡Obviamente no se cortaba! Tenemos que derribar esos mitos. La menstruación es parte de nuestra vida cotidiana. Me acuerdo del terror a mancharte y a dejar manchada, por ejemplo, la silla. En la Facultad de Psicología los bancos eran blancos, muy claritos, entonces la sensación de “uy, voy a dejar un manchón” y era como si fuera algo grave y después con el tiempo me fui despegando de eso. Pero ahí hay un terror a manchar.
Agostina: El trabajo sobre la mancha es muy importante. Las chicas que no van a la escuela por no tener productos en gestión menstrual tienen en el top 1 el temor a mancharse. La relación con la educación se puede trabajar antes en el aula, ¿no? Qué pasa si alguien mancha, ¿es motivo de burla? Y ya generar entre los compañeros que el que se burla de la que se manchó es un boludo.
¡Hasta la próxima!