Cuando era chica, todos los fines de semana me llevaban a la casa de mi prima, que vivía a seis cuadras. Nos encontrábamos, nos mirábamos y ya sabíamos la conversación que venía: “¿A qué jugamos?”, decía alguna de las dos. “¿A las Barbies?”, respondía la otra. Así pasamos gran parte de nuestra infancia, creando historias y diálogos entre esas muñecas.
Cuando se anunció la película de Barbie, pensé en esas tardes en las que nos sentábamos por horas en el piso y le dábamos vida a nuestras muñecas rubias. Pero también reconozco que ya pasaron muchos años y el feminismo atravesó nuestras vidas, transformando de raíz la forma en que vemos el mundo.
¿Qué onda con Barbie? ¿La queremos, la odiamos? ¿Es una película feminista? ¿Es esa la pregunta correcta?
Barbie hace una película
La premisa de esta película era sencilla pero auguraba mucho: Barbie vive en un mundo de juguete, hasta que tiene una crisis existencial —same, hermana— y debe ir al “mundo real” a resolver su vida. ¿Se encontraría en la difícil situación de alquilar un departamento en CABA? ¿O se enfrentaría a la AFIP para pagar el monotributo?
Las expectativas eran altas y Greta Gerwig, la directora de Barbie, Ladybird y Mujercitas, no nos defrauda. La escenografía, un poco kitsch y absolutamente rosa, está cuidada hasta el más mínimo detalle. La dirección de fotografía está a cargo de Rodrigo Prieto, el mismo que cumple este rol en films como El Irlandés y El lobo de Wall Street. Las referencias a los distintos modelos de esta muñeca, su cinematografía y todo el universo Barbie están por todas partes, así como también los guiños a otras películas que nos marcaron a todes. En fin, una tremenda producción.
Los aplausos también van para las actuaciones de Margot Robbie —¿acaso la única persona que podría protagonizar tan bien a la Barbie estereotípica?— y de Ryan Gosling, un Ken de carne y hueso. Margot nos lleva de la mano en este viaje desde la vida perfecta de una muñeca hasta la complejidad de las emociones y experiencias humanas. Poco a poco la vemos transformarse, eliminar las capas de plástico que la recubren para hacer aparecer todo su espectro sensible. Mientras tanto, Ryan se luce en un personaje cómico, que baila, canta y también descubre el patriarcado.
Feminismo marca registrada
Más allá de la belleza de esta producción y de las actuaciones sobresalientes, vamos a lo que muchas personas estuvieron discutiendo esta semana en redes sociales: ¿Es Barbie una película feminista? Sí y no. Perdonen el lugar común, pero todo puede ser más complejo.
Para desarmar esta pregunta, podemos empezar pensando cómo se presentan las ideas feministas en la película. En una primera parte, aparecen como los lentes desde los que miramos ese mundo de plástico en el que las mujeres reinan y son todo lo que quieren ser. Desde el comienzo, la voz en off nos dice que las Barbies “resolvieron todos los problemas del feminismo, o al menos es lo que ellas creen” (Alberto, ¿sos vos?). Pero queda en evidencia que esto se trata solamente de una ficción, de una sátira.
Quizás este es el mayor logro de la película: satirizar el mundo ideal feminista. De más está decir que, según lo que militamos a diario, no se parecería en nada a Barbieland. Greta Gerwig logra acá hacer una crítica a las lógicas de Mattel, incluso autocrítica, dado que es esta corporación la que puso la plata. Las Barbies no desarmaron ningún estereotipo ni lograron emancipar a las mujeres, o no más que lo hacen las marcas de productos de belleza. Y eso, evidentemente, lo saben.
Cuando Ken llega al “mundo real” charla con un ejecutivo de Mattel y este le dice que siguen haciendo muy bien eso del patriarcado, solo que de forma más disimulada.
Es en este pasaje a la realidad cuando opera un cambio rotundo. Ya no más subtexto ni lentes violetas, todo se vuelve explícito y bastante lineal. La primera feminista que aparece es una adolescente vestida de negro, a quien presentan como inabordable. Allí reside el estereotipo de que estamos siempre enojadas, que criticamos todo de forma agresiva y que no hay contradicción posible en nuestra forma de pensar. Ella se va iluminando a lo largo de la película y volviendo cada vez más rosa, lo mismo ocurre con las ideas.
En Barbie hay un feminismo marca registrada, made in Estados Unidos y por una corporación millonaria que también se está lavando la cara. Más allá del apoyo mutuo entre las Barbies y las humanas, lo que defienden estas muñecas son ideales neoliberales e individualistas. ¿Dónde queda la crítica a un sistema que, en su funcionamiento, oprime a mujeres y disidencias? ¿Y la perspectiva interseccional? ¿Tenemos que exigirle, de todas formas, este enfoque a las películas?
No es nada nuevo, pero el poder de la hegemonía es asimilar los emergentes que intentan revolucionarla y esta película no es la excepción.
Ya lo dijo Natalí Incaminato, más conocida como La Inca: no cometamos el mismo error que con “las mujeres ya no lloran, las mujeres facturan”. Todo bien con el empoderamiento individual y ser una girl boss que la rompe, pero nuestro feminismo es colectivo, comunitario y popular.
Si de militar por un mundo que revierta las desigualdades de género, raza y clase se trata, el ejemplo a seguir no lo vamos a encontrar en Barbie. Pero, ¿qué otra cosa podríamos pedirle a un producto como este? Mi humilde consejo es que disfrutemos la película por lo que es y recordemos que nuestras luchas se sitúan en otros contextos y para otros sujetos.