-“¿Qué estás haciendo?”
Una mujer sola y en aparente estado de ebriedad al borde de la inconsciencia, sentada en un sillón rojo. En un bar cualquiera, una madrugada más bajo la brillante bola de espejos y las luces de neón encuentra a un grupo de hombres que la miran y comentan jocosos lo que le harían a la mujer. “Se ponen solas en peligro”, “Uno pensaría que a cierta edad ya aprendieron”, se atajan entre sí. Finalmente uno de ellos se le acerca, le pregunta si está bien y la lleva hasta su casa con la excusa de ayudarla. Cassie (la mujer en cuestión) parece estar cada vez peor, y sin embargo el hombre le ofrece más alcohol, la acuesta en la cama y avanza sexualmente sobre ella pese a su débil pero clara resistencia.
“¿Qué estás haciendo?”, le pregunta ella, no una sino tres veces. La última vez habla con una lucidez insospechada para su desconcertado acosador y sin rastros de ebriedad. Acto seguido se la ve a Cassie caminar por la calle de día, con lo que parece ser sangre en la mano. Llega a su hogar y agrega una marca más a su libreta plagada de palitos, como un contador artesanal de presas. Así comienza Promising Young Woman y esa pregunta (“¿Qué estás haciendo?”) es el punto de partida que propone la película.
Escrita y dirigida por Emerald Fennell (a quien se la vio como Camila Shand en la aclamada The Crown) y protagonizada por una excelente Carey Mulligan, Promising Young Woman (PYW) cuenta en clave de sátira o “dark comedy” la historia de Cassandra, la joven mujer prometedora del título. De día, Cassie es una camarera que habita un universo de glitter, música pop de los 2000 y colores pasteles. De noche, cambia sweaters por lentejuelas y se convierte en una suerte de vengadora feminista que se hace pasar por indefensa y ebria para comprobar qué tan lejos un hombre está dispuesto a llegar con ella en un estado de vulnerabilidad (spoiler alert: todxs se aprovecharían sin dudar un segundo). A medida que avanza la película, se revela que Cassie abandonó sus estudios universitarios en Medicina luego de que su mejor amiga, Nina, fuera violada en grupo por sus compañerxs en una fiesta y se suicidara poco después. La venganza sería, entonces, su manera de atravesar el duelo ante la pérdida y, claramente, el abandono que padeció su amiga.
Desde su lanzamiento en el 2020 (y recién estrenada en abril en salas de Argentina), PYW cosechó críticas mayoritariamente positivas y algunas negativas, y nominaciones a los principales premios de la industria del cine (Fennell se posicionó como una de las pocas directoras mujeres en la historia en ser nominada a un Oscar). Sin embargo, ¿cuáles son las preguntas centrales que despierta? ¿Cómo se posiciona frente a la violencia ejercida contra las mujeres?
Cuando “no es no”, pero a nadie le importa
Desde la primera escena, PYW explora los borrosos límites entre consentimiento y violación. “Borrosos”, claro está, sólo para los hombres que ejecutan y justifican el abuso sexual como una “broma” o una “exageración” por parte de la persona violentada, y de un sistema (político-institucional y cultural) siempre cómplice. Las excusas que se escuchan de parte de cada persona implicada en el delito varían, pero se ajustan a la amarga realidad: desde un “éramos muy jóvenes” o “pasaba todo el tiempo, era parte del descontrol universitario”, hasta la postura de la decana de la universidad: “la acusación, si era falsa, le arruinaba la vida a un chico con todo por delante”.
Fennell, su directora y guionista, afirmó en varias entrevistas que la premisa principal de su ópera prima es precisamente la pregunta acerca de qué sucede cuando una situación de abuso sexual es tomada como un “chiste”. “Como una mujer que creció mirando películas y que asistió a la universidad, era muy común ver cómo se metían con chicas borrachas y tomarlo como una broma. Todo eso lo hemos visto incluso en comedias”, relató. “Esta película trata sobre gente normal y una sociedad que naturaliza comportamientos desagradables y problemáticos. Está diseñada para reflejar lo que creo que todxs pueden llegar a sentir cuando escuchan que alguien a quien quieren ha hecho algo malo”, afirmó en la misma línea.
No es casual, entonces, que esta historia encuentre su lugar (después de varios intentos fallidos con productoras dirigidas por hombres, la llevó adelante la productora de Margot Robbie) en la era posterior al movimiento #MeToo, que expuso y denunció abusos sexuales y de poder en Hollywood. En ese sentido, la película puede leerse como un intento disruptivo (dada la inversión temporal de roles víctima-victimario y el tono de comedia dramática que plantea) de corrección política a modo de “reparación”. Sin embargo, ¿qué sentidos se desprenden de la historia? ¿Qué otras preguntas plantea?
El propio cuerpo como instrumento de venganza. ¿Y justicia?
Alerta de spoilers: en los próximos párrafos se revelan detalles clave de la trama y el final.
La sólida actuación de Mulligan, el trabajo de dirección de Fennell y la dirección de arte de la película (el uso del color para diferenciar la doble vida de la protagonista, la idea de halo místico que genera la disposición de algunos elementos en muchos primeros planos de Cassie) es probablemente lo que más contribuye a que la película funcione y tenga fuerza. Ahora bien, más allá de la empatía obvia que genera Cassie, es necesario focalizar en algunos momentos claves de la película, especialmente en su desenlace.
Al promediar la película, la doble vida de la protagonista se ve interrumpida ante la llegada de Ryan, un ex compañero de facultad en apariencia ideal, presentado como “el chico bueno que vale la pena”. Trae consigo un intervalo de relativa calma, pero esta decisión autoral parece un tanto forzada, porque el personaje funciona como un triste y predecible “príncipe salvador”. Como lobo disfrazado de cordero, luego se revela que él también participó de la violación de Nina y Cassie, retratada como una novia al borde del despecho, reanuda su propósito. Que arda todo.
Por otro lado, el plan de venganza se presenta distribuido en tres grandes momentos: el nivel de audacia (y de siniestralidad) de la protagonista parece crecer de manera directamente proporcional a su ambición. Primero, la ya mencionada estrategia de Cassie en bares para captar potenciales abusadores. Después, el objetivo son lxs cómplices del delito original: la decana de la facultad que calló y ocultó la denuncia, una ex amiga que eligió no creerles. De aquí se desprende otra premisa: en un hecho de abuso sexual, todxs son culpables.
Finalmente, Cassie arremete contra el mismo violador de su amiga, Al Monroe, en su despedida de soltero. Será su última jugada: en un incómodo giro narrativo, es asesinada por él. Gracias a la evidencia incriminatoria que Cassie había dejado previamente (casi como un “plan de contingencia”, según palabras de Fennell), el femicida es detenido en su propia boda, acusado de asesinato.
El problema, quizás, reside precisamente en este resultado: la vengadora como mártir, la idea de sacrificio. Ahora no hay una, sino dos mujeres muertas. El arresto final no es por la causa de abuso sexual de Nina, sino por el femicidio de Cassie. El desenlace de la historia puede leerse como redentor, como un atisbo de victoria, pero suscita unas preguntas claves y necesarias: poner el cuerpo hasta las últimas consecuencias, ¿es la única salida posible? ¿hay justicia para las mujeres frente a la violencia machista?
PYM no pretende resolver todos los interrogantes, sino más bien evidenciar y abrir preguntas generales acerca de lo que subyace en un sistema institucional y judicial patriarcal (la complicidad, el encubrimiento, la construcción de la masculinidad y la violencia justificada). Ensaya una salida individual anclada en el punitivismo y la idea de justicia por mano propia que deja un sabor amargo hacia el final, con más dudas que certezas. La directora de la película afirmó en una entrevista para la revista Variety que eligió escribirlo así porque no imagina una situación en la vida real en la que una mujer salga airosa de un plan como el de Cassie. “El crimen se toma mucho más en serio y se le da más relevancia por lo que le sucede (a Cassie)”, argumentó.
Incluso a pesar de algunos aspectos cuestionables de la película y del extremo al que es conducida su protagonista, Promising Young Woman realiza un aporte válido y necesario en estos tiempos de revolución feminista. Los interrogantes son numerosos, el posicionamiento central que critica el funcionamiento de la Justicia es claro. Pero al fin y al cabo, una idea persiste: el Estado y las instituciones (educativas, políticas, sociales) siempre están presentes en su ausencia para atender las demandas. Ante la falta de una transformación cultural profunda, la salida resulta ser siempre colectiva. Porque poner el cuerpo para lucha, sí, pero ¿a qué costo? ¿Hay justicia para las mujeres?
Ficha técnica
Título original: Promising Young Woman
Reparto: Carey Mulligan, Laverne Cox, Bo Burnham, Clancy Brown, Jennifer Coolidge, Christopher Mintz-Plasse, Molly Shannon, Adam Brody, Alison Brie, Connie Britton.
Género: thriller, comedia dramática.
Dirección y guión: Emerald Fennell.
Fotografía: Benjamin Kracun - Música: Anthony Willis - Montaje: Frédéric Thoraval
Departamento de maquillaje y peinado: Angie Wells - Diseño de vestuario: Nancy Steiner
Producción: Margot Robbie, Tom Ackerley, Emerald Fennell, Ben Browning, Ashley Fox, Josey McNamara / Universal Pictures
País de origen: Reino Unido.
Duración: 113 minutos.
Fecha de estreno: abril 2021. Por el momento está disponible en salas de cine.