Este festejo uruguayo es un evento popular que reivindica la libertad de los cuerpos. En sus comienzos, era un encuentro de todes, sin importar clase social ni género. Con el tiempo, fue captado por las lógicas del capitalismo y así es como fueron relegándose los valores que predicaba en sus orígenes donde predominaba el disfrute, y dejaron de frecuentar los escenarios gran parte de los cuerpos que no son funcionales al mercado. A raíz del aumento de casos de Covid-19 en el país, este año el carnaval, que se celebra a principios de febrero fue suspendido. Esta ausencia, sin embargo, es una excelente oportunidad para repensar y problematizar algunas de las violencias que se reproducen, así como lo es para mirar detrás del telón y conocer la militancia y el trabajo de quienes batallan año a año contra las desigualdades instaladas en esta celebración.
Desde Feminacida hablamos con Soledad Castro Lazaroff, escritora, cineasta, periodista cultural, docente y letrista, acerca de las violencias que padecen las mujeres en la murga, las redes feministas constituidas y en construcción, y las denuncias de abusos desde “Varones Carnaval”, una cuenta de Instagram que se creó con el fin de visibilizar lo que sucede en los tablados.
Cuando las mujeres salieron con su pañuelo rojo y la consigna “Sin Nosotras No Hay Carnaval” en 2019, los números marcaban que de 345 murguistas, solo 13 eran mujeres. De las 20 murgas que participaban, había sólo 6 pibas en los coros, y en sólo 3 de ellas había encargadas de la creación de los textos. ¿Cómo están esos números en la actualidad?
Los números han empeorado dependiendo de dónde se lo mire, porque tenemos varios carnavales. Tenés uno que es el oficial, que es el del dinero y del negocio. Es netamente capitalista, excluyente, exclusivo, discriminador, machista, racista. Hay que tener mucho dinero para poder participar. La esencia del carnaval, que tiene que ver con el arte de la pobreza y de las clases populares, se ha visto cooptada por un sistema de inversión y de mucho dinero, donde los que más pagan son los trabajadores, y para que gocen unos tienen que sufrir los otros. La prueba de admisión es como querer alambrar el mar.
El Estado no ofrece muchas opciones, por más que vos tengas un discurso y lo quieras sostener, es muy difícil porque para poder participar tenés que venderte a sus lógicas. A nadie le preocupa que las murgas de mujeres, las personas con discapacidad o las personas veteranas queden afuera. Hay una imposición del cuerpo hiper exigente: debe tener eficiencia, ser varón, tener una cierta edad, todo lo contrario al espíritu de libertad de los cuerpos que en realidad encarnaría el carnaval. Desde el año pasado, con un grupo de personas, estamos luchando para abrir esta fiesta popular y democratizarla. Inventamos “Más Carnaval”, con otras lógicas. La lucha de género es una parte fundamental para subir a las pibas a los escenarios y que puedan tener recursos, visibilidad, todos lo que hoy solamente tienen los varones blancos.
Con la murga “Falta y Resto” irrumpieron en la escena con la paridad. ¿Cómo fue subirse al escenario con tantas pibas?
Fue muy rupturista, creo que fue el principio de un proceso. La murga vivió un conflicto, la echaron de alguna manera de los tablados oficiales por tener mujeres, pero siguió cantando, aunque no tuviera espacio oficial. Fue la primera que rompió con la lógica de que para hacer carnaval tenés que estar ahí adentro, entonces hicimos “Carnaval llega”, cantando de la mano de las organizaciones sociales, y fue lo que abrió la puerta a esta experiencia de “Más Carnaval”. Por otro lado, fundamos un Sindicato. Venimos de un proceso de años de ir abriendo los caminos para que las cosas se modifiquen. La murga es algo que la gente acá la lleva, nosotros tenemos en la historia del carnaval murgas enteramente de mujeres del año ́58, el problema es que no hay espacios en donde mostrar esas cosas. La discriminación ha sido tanta y la opresión es tan grande, que las mujeres no tenemos derecho a acceder al arte, a que se nos escuche, se nos valore. Por toda la carga doméstica y los trabajos de cuidado que cargamos debería ser al revés: la sociedad debería facilitarnos el camino para poder expresarnos, para poder gozar, para poder seguir nuestros deseos. Esa es la lucha que venimos dando desde diferentes frentes, algunos más netamente feministas, y algunos que luchan por abrir el carnaval, no solo para las mujeres sino para cuerpos veteranos, disidentes, discapacitados, pobres. ¡Basta ya de que sea para unos pocos privilegiados!
¿Qué herramientas aporta la lucha feminista para contrarrestar estas desigualdades?
Yo creo que la lucha feminista es la que tiene la potencia hoy para empujar desde el movimiento social al sistema político y económico. En el Uruguay lo único que tracciona fuerte el movimiento social, independiente, no partidario es el feminismo, que vino a repolitizar la vida, a recuestionar a las personas con respecto a sus prácticas, y eso es alucinante. Creo que hoy el movimiento social feminista es el que empuja de manera sostenida para que cambien las cosas y esas cosas incluyen al carnaval, porque ha sido eternamente excluyente con un montón de mujeres y disidencias. Está construido por el machismo, la explotación de los cuerpos, el mercado, el capitalismo, pero el feminismo tiene esa potencia de hacer que eso se vea, que es un poco lo que estamos tratando de visibilizar ahora con esto de “Varones Carnaval”.
En relación a las denuncias que se hicieron desde “Varones Carnaval” sobre diferentes formas de violencia instaladas en estos festejos: ¿Reciben apoyo desde el Sindicato? ¿Hay organizaciones que les respalden?
Las murgueras estamos organizadas, tenemos una Comisión de Género dentro del Sindicato Único de Carnavaleros del Uruguay (SUCAU), que es la que salió a respaldar fuerte a las pibas, y hay una intersocial feminista que está apoyando también la causa. Además, la Fiscalía de la Nación en un gesto insólito, tomó el caso y están investigando a los denunciados, se está convocando a las víctimas para hacer las denuncias en la Justicia. Estamos haciendo un trabajo desde varios colectivos para tratar de encauzar esto en denuncias concretas que vayan en contra de la impunidad. Por otro lado, la Intendencia de Montevideo, que es la coorganizadora del carnaval, de alguna manera agarró la papa caliente, porque hay muchas denuncias de personas menores de edad, el “Carnaval de las Promesas” es un espacio muy complejo también, y creo que lo que estamos haciendo es tratar de que el Estado intervenga en los poderes de hecho, porque nosotras no podemos incidir directamente. Obviamente que los feminismos son autónomos, pero necesitamos las instituciones. Tenemos esa potencia de que algunas podemos hablar de esto y salir a respaldar las pibas más jóvenes, que es lo que nos corresponde. Todas, todes y todos sabemos que eso que están denunciando es cierto, las personas que transitamos el carnaval lo sabemos, es un secreto a voces.
Yo lo que veo es un sistema de explotación sexual en donde los varones utilizan los cuerpos de las mujeres para su goce, para sus carreras, para sus favores, para sus amistades, no solamente en el carnaval sino en la sociedad. Verlo con testimonios y verlo tan claramente es un impacto, pero también es una oportunidad. Es súper importante poder intervenir y lograr que el Estado se comprometa. Creo que el feminismo logra empujar, tiene métodos, tiene articulaciones y tiene una red tendida muy potente de mujeres que estamos hartas, que no queremos más esta mierda. Es la herramienta social más potente que tenemos porque interpela mucho, incomoda, jode. Ser de izquierda se lavó en un punto, vos podés ser de izquierda y ser capitalista, ser patrón. Se lavó la relación entre la práctica, la política y el discurso, y el carnaval es también una muestra de eso, tengo un discurso de izquierda arriba del escenario y después bajo y soy un opresor.
¿Cómo crees que este quiebre puede afectar al Carnaval de cara a la próxima temporada?
Tenés un problema estructural y se tiene que atacar de manera estructural. Si el carnaval no se modifica, los acosos no van a modificarse, al contrario. Si no pasa algo concreto con esto, la impunidad se refuerza, eso ya lo sabemos las feministas. Es mentira que esto sólo cambia algo, si no hay una reacción institucional no cambia nada. Ojalá que se modifique la organización, que podamos intervenir lo más posible. Que el carnaval alternativo, que tiene otras lógicas, crezca lo más posible, ojalá que cambie, esa es la realidad, no que se conserve. Para interpelar y visibilizar ya sirvió, ahora tienen que cambiar las cosas. La lucha tiene que darse dentro de las instituciones, no se trata de dar discursos, se trata de poner el cuerpo a otro carnaval.
* Esta entrevista fue realizada en septiembre del 2020, antes de que se suspendieran los festejos del Carnaval uruguayo por el aumento de casos de Covid.