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La política sí es cosa de jóvenes

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Cuando La Libertad Avanza (LLA) superó al resto de los partidos en las PASO con el 29,86%, se volvió a discutir sobre el voto bronca. Inmediatamente aparecieron cuestionamientos, discusiones y llamativos resultados que mostraban cómo en las regiones más precarizadas del país el partido de ultraderecha sacó mayoría de votos. 

Si bien sabemos que estamos en una situación compleja, donde el dinero no alcanza, los contextos se tornan hostiles y el panorama parece ser desalentador, hay un Estado presente que procura por los derechos sociales, pero no alcanza por completo. Y las juventudes no están exentas. Las problemáticas que afrontan día a día se transforman en demandas que son llevadas a charlas con amigos, con las familias, en las escuelas, y que deben materializarse en estas elecciones del 19 de noviembre. Pero, ¿les interesa a los pibes y a las pibas discutir sobre política? ¿Cuáles son sus principales preocupaciones? ¿Aparecen en la agenda política?


Anabela Morales es docente de Comunicación Social, especialista en ESI y colaboradora en este medio. Actualmente trabaja en escuelas periféricas del partido de Florencio Varela. En diálogo con Feminacida, cuenta: “Una de las problemáticas que más nos preocupan son las chicas y chicos expulsados de sus casas y a temprana edad conviven en pareja o transitan varios lugares”.

En el turno vespertino, Anabela observa que durante el día la mayoría de sus estudiantes trabaja de manera informal, como ayudantes de albañil, en la manicuría, en lugares de comida; como así también casos de violencia en los barrios. Muchos jóvenes son atacados por la violencia institucional o los casos extremos que se conocen por “gatillo fácil”. Durante el primer trimestre de este año, la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación detectó un total de 219 casos.

Alan está en su último año de secundaria y ya se anotó para estudiar Comunicación Social en la UBA. Por segundo año participó del Parlamento Juvenil del Mercosur, un espacio de encuentro entre estudiantes secundarios donde pueden debatir sobre la ciudadanía y las instituciones educativas. “Coincidimos en que hay que mejorar las escuelas, muchas no tienen libros, los edificios están explotados porque son chicos y están ubicadas en barrios grandes, en otras te dan un alfajor para una jornada de ocho horas”, relata en una entrevista con este medio.

Agostina estudia en la Escuela Técnica N° 6 de Quilmes, orientada en electromecánica. Está en quinto año y hace tiempo que intenta activar el centro de estudiantes para colectivizar las demandas, pero le cuesta la organización y la convocatoria. Comenta que en su salón sus compañeros y compañeras no están interiorizados sobre el tema, a lo sumo algunos que sí tienen su opinión, la exponen con fundamento y proponen debates interesantes. La estrategia de Agostina es debatir con sus docentes e involucrar a sus pares: “Defiendo mi idea en criollo para que mis compañeros entiendan de qué estoy hablando”. Para ella, la mejor idea que pueden tomar los docentes es que hablen con los mismos códigos, de par a par, para tener un encuentro más horizontal.

¿Los jóvenes se corrieron a la derecha?

La estudiante de la escuela técnica asegura que sus profesores muchas veces le quitan importancia a la opinión de ellos: “Recibimos muchas críticas porque dicen que la juventud está desinformada”. Cuando se empezó a destapar la oleada de militantes de la Libertad Avanza, algunos sectores politizados no tardaron en echarle el ojo a las juventudes una vez más. ¿Es verdad que los pibes se corrieron a la derecha? ¿Por qué aparece esta idea?

Si bien es cierto que muchos de ellos se identifican con el proyecto libertario, personas adultas que tienen un recorrido más largo en la historia argentina también apoyan a un modelo de destrucción y explotación similar al que se vivió en los años noventa.

Agostina coincide en que la militancia juvenil históricamente estuvo demonizada con un discurso adultocéntrico y subestimador. Cuando Ofelia Fernández llegó como legisladora de CABA a sus 19 años, recibió desde felicitaciones hasta insultos cuestionando su trayectoria, su profesión y su capacidad. Algo que nos ha enseñado la historia en los últimos tiempos es que es necesario incorporar juventudes en las gestiones públicas para marcar un futuro con nuevos cuestionamientos.

Sara este año termina el secundario y va a estudiar de Kinesiología en la UNAJ, una universidad del conurbano bonaerense. Sostiene que cada joven tiene que tomarse su tiempo para informarse y conocer las propuestas. Se pregunta cómo hacer para que la participación electoral les sea atractiva a sus pares porque algunos no se sienten convocados: “Tanto se luchó para el voto igualitario, por ejemplo, y no están siendo parte de un derecho que costó conseguir”.

Quienes son hijos e hijas de los 2000 no vivieron en carne propia la dictadura ni tienen recuerdos o vivieron el neoliberalismo de los 90'. Seguramente una gran parte de pibes crecieron en familias que renacían de una devastadora época de desfinanciamiento, pobreza y al grito de “Que se vayan todos”, pero por sobre todo, de una desilusión muy grande de la política. La última dictadura cívico militar dejó miles de personas desaparecidas, parte de ellas eran pibes militantes, niños y bebés.


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Actualmente hay personajes políticos que reivindican a los militares, las medidas de Cavallo y los recortes estatales. Basta con escuchar Victoria Villarruel en el último debate para conocer sus ideas negacionistas.

La generación de los 2000 para adelante creció y crece en un contexto de recuperación de la soberanía nacional y democrático donde, en sus distintas instancias, el Estado da respuesta a las luchas en las calles continuando con las reparaciones históricas y conquistando nuevos derechos. Si bien no es de manera pareja ni de un día para otro, hay respuestas.

Sin embargo, ¿la falta de experiencia limita la opinión de los jóvenes? ¿Es necesario conocer la historia para pensar el futuro? Un desafío que tienen los sectores del campo nacional y popular es batallar contra los discursos de derecha que interpelan a muchos jóvenes que, tal vez, poco conocen sobre el trasfondo de sus derechos, o más en profundidad, no conocen sus garantías ni obligaciones.

Asimismo, los espacios educativos se encuentran en la necesidad de reinventarse constantemente. Anabela Morales reflexiona sobre las prácticas de enseñanza: “Si bien todos los años se trabaja la temática de Derechos Humanos, es necesario fomentar experiencias que sean más cercanas para entender que esto pasó de verdad y lo estamos recorriendo”. Una de las actividades de este año fue visitar la ex ESMA donde, sin planificarlo, los estudiantes entrevistaron a Miguel Santucho, hermano del nieto recuperado número 133, hijo de Cristina Navajas, desaparecida en julio de 1976 y de Julio César de Jesús Santucho.

Lucia Fainboim es comunicadora, especialista y consultora en ciudadanía digital. En diálogo con Feminacida, reflexiona sobre este paradigma y reivindica la importancia de la pregunta: “Puede ser que vengan nuevas generaciones a cuestionar y que no necesariamente son negacionistas. Tiene que ver con que van cambiando los contextos históricos del país y que vale la pena cambiar las formas de interpelar y de incluir discusiones que les sean más cercanas”.

Alan expresa que muchos de sus pares están preocupados por la alimentación, el tratamiento sobre el ambiente en los barrios y la importancia de la Educación Sexual Integral. Los adolescentes están encausados en un camino donde la identidad tiene que ser un tema central en la vida cotidiana desde el respeto y la libertad.

La especialista coincide en que los conceptos de la vida también van cambiando: el concepto de juventud seguramente sea distinto al de cinco o treinta años atrás. Sin embargo, un síntoma transversal de la sociedad actual es el agotamiento ante un panorama desalentador donde el proyecto de país se define en el balotaje. Entonces, ¿cómo podemos darle otros sentidos a la política que permita la transformación para las juventudes? ¿Cuál es su relación?

Las juventudes en las redes

Las tecnologías permiten que podamos hacer varias cosas a través del celular y conocer qué está pasando en el resto del mundo al instante. Internet no deja de ser un espacio público donde abundan estrategias de campaña: lo vemos en los videos de Larreta mencionando su gusto por Taylor Swift, Cristina estrenando cuenta en Tik Tok o Milei sorteando su sueldo de funcionario.

Fainboim responde a esta pregunta con una idea más amplia. La polarización en redes sociales es propia del contexto que estamos habitando como sociedad: hay una necesidad de tomar postura por todo en redes sociales que es consecuente de los tiempos que corren. A veces es difícil chequear las fuentes o reflexionar sobre lo que se lee. La especialista sostiene que también tiene que ver con la propuesta de las redes sociales, el ritmo de la aceleración, conectarse para enterarse de lo que está pasando en el momento, el multitasking y otros factores que tornan a que seamos más permeables a las fake news, por ejemplo.


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Esto no es un tema solo de las juventudes. Si bien es verdad que pasan más tiempo en los entornos digitales, la clave está en mirar estos efectos en su contexto. Con otros temas que colman la agenda social pasa lo mismo: quienes se vuelven heaters en las redes sociales también son personas adultas que seguramente cuentan con otros recursos y herramientas, pero están a la orden del repudio o la burla.

Fainboim hace años que trabaja investigando los discursos de odio en las redes sociales. Explica que el objetivo es legitimar esas prácticas en el espacio público para encontrar e interpelar a personas que piensen similar y exacerbar el enojo, el negacionismo y la polarización. Este fenómeno es bien encarnado por Milei: mirando a cámara, arranca papeles que representan los ministerios del Estado y grita: “¡Afuera!”. No es casualidad que su propuesta sea quitar aquellas políticas que protegen a los sectores menos favorecidos de la sociedad.

El desafío de estos espacios es habitarlos para construir y compartir mensajes que interpelen y jueguen con las lógicas que proponen las redes sociales. Hay un ciberactivismo muy grande en los espacios digitales que llegan con otros lenguajes y permite una horizontalidad en la comunicación, es decir, que circule el mensaje entendiendo los consumos propios de la época. Fainboim sintetiza la idea: “Hay que pensar nuevas formas de transmitir mensajes que no quiere decir relegar las que ya tenemos, sino aggionarse: intentar que llegue, que interese".

Los jingles sobre los personajes políticos que mandan las personas remixando canciones llegaron muy lejos: “Preparame la boleta pa’ votar a Sergio que la damos vuelta” ya no es una producción más, sino que forma parte de la campaña.

Hay contenidos muy interesantes que están emergiendo en las redes. Ya la militancia no es solo ocupar las calles, sino que están ocupando espacios digitales que los comprometen con las campañas políticas o con demandas sociales que se expresan en podcast, diseños y cadenas de mensajes. Los videos en Tik Tok contando historias con otros recursos audiovisuales también son parte de una generación que construye historias con otras formas de contarlas.

Estas batallas también se dan en las escuelas apostando al reconocimiento de sus derechos y la importancia de la democracia en estos cuarenta años ininterrumpidos que no solo se limita en elegir los representantes. Para la docente Anabela Morales, hay que brindar la información necesaria para que puedan reconocerse como sujetos políticos.

Es difícil hegemonizar los intereses de las juventudes porque la diversidad es tan amplia y compleja que se expresan de distintas maneras, pero sí hay un hilo en común: nadie quiere quedarse sin educación, nadie quiere vivir justo de plata ni tener trabajos precarizados. Comprender cuáles son sus intereses y deseos es un puntapié para pensar una política que incluya a los jóvenes. La política es, dentro del abanico enorme, un espacio para la organización, la lucha, la amistad y la reivindicación de todo aquello que supimos conseguir.


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