Past lives es una película cálida que contempla los diferentes tipos de vínculos y demuestra que hay más de una forma de amar. Para Celine Song, su directora, el amor se construye más allá de los grandes gestos románticos: el amor es acompañar el tránsito de una vida cambiante y multifacética, que puede enriquecer sin límites a nuestras compañías.
El primer largometraje de Song, dramaturga y guionista coreano-canadiense, toma tintes de autobiografía y se inspira en grandes películas del drama romántico, desde la cinematografía de Wong Kar-Wai (In the mood for love, 2000) a la mención explícita de la película Eterno resplandor de una mente sin recuerdos (Michel Gondry, 2004).
Con dos nominaciones a los premios Oscars 2024 para "Mejor Película" y "Mejor Guión Original", Past Lives —o Vidas Pasadas, según su traducción al español— destierra el mito de que en el género romántico ya no hay cosas nuevas e interesantes para contar, más cuando quien guiona y dirige es una mujer.
Nora Moon, una niña surcoreana, debe emigrar junto a su familia a Canadá. Antes de irse, desarrolla un vínculo muy fuerte con Hae-sung, con el que piensa que van a casarse cuando sean mayores. El vínculo se pierde en una era pre-digital y queda como un recuerdo borroso de la infancia. Doce años después, a los 22, se reencuentran por Facebook y comienzan a explorar una relación a distancia.
¿Prisioneras o dueñas de nuestro destino?
A través de la pantalla, Nora propone dejar de hablar un tiempo: “Inmigré dos veces para estar en Nueva York. Quiero lograr algo acá. Me quiero comprometer con mi vida acá, pero en cambio me siento a buscar vuelos a Seúl”. Lejos del cliché del género, Nora no deja todo por su primer amor, el que se considera más “puro y verdadero”. Prioriza sus proyectos de vida, con dolor, pero sin dramatismo, desafía el mandato del hilo rojo del destino y su versión coreana, el In Yun.
En la migración ella construye una nueva identidad: debe cambiar su nombre y sus costumbres para adaptarse, pero sigue manteniendo lazos con su país natal. Como resultado, no es ni coreana ni occidental. Cada continente aporta algo a su construcción como persona: cada migración implica sacrificios y oportunidades. Nora pasa sus primeros 20 años apostando a sus proyectos y desafiando a la niña que fue. En su estadía en Nueva York conoce a Arthur, un escritor estadounidense judío con el que se casa más rápido de lo previsto para tener la ciudadanía y poder seguir su vida.
Cuando Hae-sung va a visitarla a los 34 años, Nora lo ve con extrañeza y lejanía, como el estereotipo coreano de vida. “Me siento tan no-coreana cuando estoy con él, pero en algún punto, también más coreana. Es muy raro. Tengo amigos coreanos, pero él no es coreano-americano: es coreano-coreano”, aventuraba la mujer en su reflexión.
En ese reencuentro está el recuerdo de las personas que fueron y, además, para Nora, la conexión con Corea: sólo habla coreano con él y su mamá. Esta mezcla de lenguas es un elemento crucial para la película y para la vida de sus personajes. ¿Cómo nos construyen las lenguas que habitamos?
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“Cuando estaba escribiendo el guión en el software de escritura que usamos, sólo era posible escribir en un idioma. Es una increíble barrera estructural que sentía y hacía que pensara que quizás no debería escribir un film bilingüe”, contaba la cineasta en relación a los miedos que la atravesaban para contar esta historia. Pero, la película resonó con amplias audiencias, en particular por su relación con la inmigración, ganando cinco nominaciones a los Globos de Oro y tres a los BAFTA.
Acostumbrada a vivir entre traducciones de lenguas e ideas, Nora también encuentra la autenticidad de la ternura infantil. “Les pedimos a los actores que se comporten como niños entre ellos aunque ya sean adultos. Esa contradicción del niño y del adulto en la misma habitación fue la forma para que el pasado colapse en el presente y, a veces, también en el futuro”, dijo la directora de Past lives en una entrevista para el Festival de San Sebastián.
El regreso del amor de su infancia no desestabiliza la relación que Nora tiene con su esposo, que no teme en expresar las inseguridades que le despierta este vínculo tan longevo. “Esta es mi vida y la estoy viviendo contigo”, ella contesta determinante. Sabe con claridad que su pareja es una parte importante en su vida, pero no la fundamental o primera. Ella diseñó una vida y elige con quién compartirla.
Por su parte, Hae-Sung también se abre a ser vulnerable, más allá de su mandato coreano sobre el rol masculino. Con Nora se permiten habitar sus sentimientos y navegar entre las diferentes fases de sus vidas. Los dos intereses románticos de la protagonista saben que cada uno tiene su propia parte en la historia de Nora y que ambos tienen una cuota distinta de amor. Entre ellos, no hay rivalidad.
Sin que sea un dilema ni un sacrificio culposo, Nora prioriza sus intereses académico-profesionales sin que los mandatos sociales de ser madre la turben. Además, sin presionarse con comprometerse al “amor de su vida”, construye un vínculo sexoafectivo seguro con Arthur, con el que se siente en paridad, y mantiene una relación con Hae-Sung que la conecta con una parte de ella que alguna vez supo ser.
Ame esta reseña, ligera y atrapante, me genera mucho interes ver como la pelicula muestra otra cara de la moneda asi que sin dudas voy a ver Past lives!
¡Hermosa reseña!
La vi la semana pasada y me hizo muy feliz cómo se retrataron todos los vínculos, cómo ella se prioriza y a su metas. Y la verdad que el hecho de que fuera una peli bilingüe fue clave.
Tengo la teoría de que las escenas de la infancia que no subtitularon generan otra capa especial en la película, una que solo comparten esxs dos niñxs, y quienes comprenden su lengua.
Definitivamente voy a usar tu reseña para recomendarsela a otrxs<3