En nuestro país podríamos señalar como antecedente o como hito del arco sindical, al primer paro general convocado por sectores de la CGT en abril de 1979, en plena dictadura-cívico militar, la más sangrienta, espantosa y dolorosa que ha atravesado nuestro país y que aún hoy dejó secuelas: la del individualismo y el “no te metas”, entre muchas otras.
Por estos días, la que supo ser la principal central de trabajadores de la Argentina, lejos está de representar las demandas de las y los trabajadores sindicalizados o lo que es peor, se encuentra del lado de los grupos empresarios y las multinacionales, tampoco tiene ningún prurito en decir que no es el momento para llamar a una medida de fuerza. ¿Y entonces cuándo?
Durante la dictadura encabezada por Rafael Videla, se persiguió a militantes, dirigentes políticos, estudiantes de universidades y secundarias y se intervino la mayoría de las organizaciones sindicales. En el caso de la Asociación Trabajadores del Estado (ATE), el Secretario General, Juan Horvath, evitó la intervención colaborando con la Junta Militar.
En diciembre de 1976 se realizó un congreso de ATE en la ciudad de La Falda, Córdoba. Muchos querían romper el encuentro y echar a Horvath pero eligieron ser estratégicos y aunque sancionados por su propio sindicato, comenzaron a juntarse por fuera.
Al año siguiente, en la Casa de Nazaret, anexo de la iglesia de la Santa Cruz (donde se reunían clandestinamente las fundadoras de Madres de Plaza de Mayo), se juntaron representantes de ocho seccionales y del Consejo Directivo Nacional y fundaron la Agrupación Nacional Unidad y Solidaridad de la Asociación Trabajadores del Estado (ANUSATE). Esta agrupación se mantiene vigente hasta el día de hoy y logró ganarle el secretariado a Horvath.
Los antecedentes históricos nos sirven para pensarnos como movimiento obrero, sindical e incluso como sociedad: ninguna conquista, hecho revolucionario o modificación del statu quo fue realizado en soledad y de la noche a la mañana. Todas las gestas se han dado al calor de demandas, de uniones, de discusiones y de encuentros.
El historiador rosarino Ricardo Falcón tildó a esta época —la de la última dictadura— como “movimiento molecular de resistencia” y un poco se asemeja al momento político que atravesamos hoy: cientos de asambleas, movilizaciones, cortes, tomas de edificios, en todo el país. Atomizados, en pequeños grupos, organizados y sin demasiada trascendencia mediática pero resistiendo, enfrentado al poder, a las injusticias, este 6 de diciembre esas moléculas pueden unirse en contra del fascismo en Argentina.
La unión hace a la fuerza
La administración pública es la forma cotidiana en la que el Estado organiza el orden social, señala Adrián Malamud, un reconocido politólogo argentino. Esa administración, a la que podríamos llamar trabajadores y trabajadoras estatales, desde que asumió este Gobierno (y durante el macrismo también) ha sido objeto de estigmatización, persecución ideológica, despidos y ahora puesta a prueba bajo exámenes de dudosa procedencia.
Las evaluaciones de idoneidad, como el Gobierno eligió llamar, se realizarán desde el joven Ministerio de Desregulación y Transformación del Estado creado para desmantelarlo desde adentro, y cuyo ministro es Federico Sturzenegger, ex titular del Banco Central de la era Mauricio Macri y ex integrante del equipo económico de Domingo Cavallo en el gobierno de Fernando de la Rúa, actual redactor de la Ley Bases entre otras conquistas.
Buena parte de la administración pública nacional que pretenden hacer desaparecer se encuentra afiliada a ATE y salió a la calle el 27 de diciembre de 2023. Una de las primeras medidas de fuerza en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, gestada desde nuestro sindicato y unos días después de que asumiera la Libertad Avanza. Ese mismo día, se produjo la primera detención arbitraria: nuestro compañero de la CTA Martin Brunas era llevado por la Policía de la Ciudad por estar filmando.
Desde diciembre del año pasado a la fecha, hemos participado de distintas asambleas, plenarios, reuniones, cortes de calles, acampes en edificios, radios abiertas, ferias de ciencia. Mil y una formas de hacer oír el reclamo de cientos que no se arrodillan ante un poder que quiere disciplinar, deshumanizar y matar de hambre, incluso a los viejos que aportaron toda la vida.
Nada de lo que se ha conseguido en términos de derechos o de justicia se ha logrado en la comodidad del hogar o frente a la pantalla. Frenar el trabajo, la producción del Estado, de una fábrica o de una casa, demuestra la importancia que tienen esas personas para la labor que están realizando a diario. Visibilizar, hacer oír nuestros reclamos, es más seguro que trascienda si estamos al lado de alguien o mucho mejor de alguienes. ¿O acaso no aprendimos nada de las viejas locas con los pañuelos blancos en la cabeza? Unámonos antes de que sea tarde. La calle fue, es y seguirá siendo de todos y todas.