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La obra de Natacha Voliakovsky: resistencia en tiempos neoliberales

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A lo largo del tiempo, las artes visuales fueron capaces de vehiculizar las urgencias sociales y políticas en contextos de crisis, construyendo hitos históricos como Tucumán Arde (1968, Argentina). Hoy en día, la performance art se posiciona como un fuerte exponente de las luchas y resistencias de las mujeres ante los remates del neoliberalismo contra la propia subjetividad: la artista de performance art argentina Natacha Voliakovsky, quien vive actualmente en Nueva York, es uno de esos casos. 

A través de sus obras, la artista interroga y pone en tensión las dinámicas de dominación, remarcando la importancia de la libre jurisdicción de los cuerpos en un contexto como el de Norteamérica, en donde la extrema derecha conservadora va en aumento.

Sin ir más lejos, en un mundo donde las luchas feministas se entrelazan con las complejidades geopolíticas, el cuerpo de la mujer se transforma en un territorio político susceptible a la prohibición y opresión. En la actualidad, nos encontramos frente a la lógica de un sistema neoliberal, cuyas dinámicas de dominación e intentos de privatización tienden a incrementar la desigualdad de género a través de diversos mecanismos. Sin embargo, bajo el lema "El cuerpo es político", las mujeres lograron señalar su función política, cuestionar la posición pasiva a la que fueron sometidas a lo largo del tiempo, así como también explorar cómo el cuerpo es utilizado para expresar y reafirmar roles sociales.

De hecho, en State Control (Control Estatal, 2021) realizada en Arkansas, Voliakovsky se sumerge en la problemática que se vive con respecto al aborto en EEUU, donde las leyes de varios Estados son cada vez más restrictivas, limitando o incluso impidiendo el acceso a este derecho, adquirido tras el caso Roe vs. Wade (proceso legal llevado a cabo en 1973 a partir del cual la Corte Suprema de los Estados Unidos reconoció que la Constitución protege el derecho de la mujer embarazada a decidir sobre el aborto) y que se encuentra en disputa en diversos Estados.

En esta obra se la puede observar vestida de negro y sosteniendo una bandera blanca con una frase en rojo: "Mi cuerpo no es propiedad del Estado", la cual deja en el suelo frente a ella. Una expresión de reclamo que toma forma cuando expone su abdomen con "State Control" escrito con su propia sangre. “La frase está ubicada en el abdomen porque es una de las zonas de control bajo entidades de poder. Nuestro cuerpo no es nuestro territorio para los Estados Unidos, para ellos no somos humanos, eso es un derecho que se compra. El territorio de lxs más vulnerables es un comodity del cual no tenemos jurisdicción”, mencionó la artista.

Luego de permanecer durante un tiempo parada, unta con sus manos la sangre en su abdomen, dejando tan solo un vestigio de la frase que habitó sobre su piel. Agarra la bandera y quita la sangre de su cuerpo para luego dejarla nuevamente en el suelo frente a la gente presente.

En esta obra de performance la artista evidencia la regulación biopolítica que ejerce el sistema dominante, denunciando el control gubernamental que afecta principalmente a quienes se encuentran en situaciones de vulnerabilidad. Lo cual vuelve a poner sobre la escena el debate en torno al aborto legal, una lucha que desde Argentina se instauró con mayor fuerza en los últimos años hasta que finalmente en el 2020 se aprobó la ley. Una causa que emerge y se defiende hoy en día, resistiendo a proyectos políticos que carecen de perspectiva de género y que ponen en peligro los derechos conseguidos.

Esto nos lleva nuevamente a preguntarnos por qué los sistemas neoliberales generan mayor desigualdad de género y cómo, en estos contextos, la Performance Art evidencia el carácter político del cuerpo como una metáfora del territorio. En este sentido, Illegal Alien (Alien Ilegal, 2023) señala cómo afectan los mecanismos de un Estado privatizador sobre la población migrante, uno de los tantos colectivos vulnerados.

En la performance se la puede ver vestida con un traje negro y unas agujas quirúrgicas insertadas en su pecho, las cuales sostienen una bandera que dice "Illegal Alien". Mientras tanto, se escucha de fondo un video que proporciona información despectiva sobre inmigrantes y herramientas para deportar a aquellxs etiquetadxs como "extranjerx ilegal". El fragmento del video concluye con un discurso de Donald Trump, expresidente de Estados Unidos, quien plantea políticas más rígidas sobre lxs inmigrantes sin la debida documentación, como tener al menos un padre o una madre americana para ser consideradxs estadounidenses.

“Sigo de pie, sosteniendo con mi piel un mensaje que está unido a mí y a tantos otros en América. Marcho en el lugar, la pantalla en el fondo retrata mensajes acerca de ser humano y no ilegal”, describe la artista. Finalmente, quita las agujas y deja caer al suelo la bandera (similar a las que se utilizan en protestas en Argentina como símbolo de lucha social) para que el público pueda acercarse, tocarla y agarrarla. Esta performance, situada en EEUU, expone cómo la lógica neoliberal profundiza la brecha de desigualdad, al considerar a los derechos como beneficios.

De hecho, si puntualizamos en la figura de "Illegal Alien", la cual se refiere al inmigrante indocumentadx, nos encontramos con un término altamente deshumanizante y segregador. Esto deja al descubierto la privatización de las necesidades propias de la existencia humana y la explotación que vive diariamente esta población. Es decir, este sistema político fomenta la migración laboral, así como también refuerza las fronteras y las políticas antiinmigrantes, lo que lleva a la creación de una clase de trabajadorxs "ilegales" que son explotadxs y vulnerables a la discriminación y la violencia, particularmente las mujeres.

Por eso mismo, el término "Illegal Alien" enmarca a estas mujeres como "otras", contribuyendo a su estigmatización. A partir de su obra de performance, Voliakovsky no solo logra cuestionar las políticas que perpetúan la opresión de las mujeres migrantes, sino también visibilizar las urgencias de una población que se encuentra en situación de vulnerabilidad.

De aquí el valor que toma la pieza de la artista Žena ve válce (Mujer en guerra, 2017), llevada a cabo en Praga, República Checa. Para la cual analizó el contexto social del país y su impronta bélica desde una perspectiva de género, materializando su investigación en forma de una bandera como símbolo de lucha. "Busqué honrar y venerar los cuerpos de todas las mujeres y feminidades que la historia no glorificó, invitando a reflexionar para seguir deconstruyendo la carga histórica y social de las causas por las que lucha una mujer", explicó la artista.

En un intento de emular la manera en la que se glorifican a los soldados caídos en batalla, utilizó esta bandera roja con la frase que titula la obra para cubrir su cuerpo recostado en los espacios públicos de Praga. En silencio es testigo de las miradas y los insultos de los transeúntes, reaccionarios ante la proclamación de una urgencia que incomoda y evidencia la situación de las mujeres, tanto a nivel literal como metafórico.

Porque esta frase no solo se constituye como una suerte de altar a aquellas mujeres de la resistencia y la lucha, sino también a las voces silenciadas y a los cuerpos ultrajados. Un escenario que, en la actualidad, se refleja a través de la guerra en Gaza, la cual se ha convertido en un exponente de la relación entre la situación de las mujeres y los conflictos geopolíticos. Es decir, la violación de derechos y las violencias sufridas de parte de un machismo que va en escala.

Una relación dialéctica que pone el foco en el rol social y político de las mujeres en contextos de conflictos armados. Desde convertirse en un botín de guerra como intercambio simbólico hasta ser víctimas de matrimonios infantiles y el trabajo esclavo, los desplazamientos y la violencia sexual como estrategia en pos de desmoralizar y desestructurar la comunidad enemiga. Por esto mismo, es importante sostener una mirada feminista interseccional sobre dicha problemática, ya que las desigualdades y violencias ejercidas, no son sin la contemplación del cruce entre género, clase, etnia y orientación sexual.

Frente a esta lucha constante contra la opresión, emergen movimientos de mujeres que combaten la colonización de sus cuerpos, su cultura y sus tierras. Hoy en día, en nuestro país, se requiere más que nunca de una acción colectiva que logre resistir y afrontar a una derecha extrema, que busca arrasar con las poblaciones más vulnerables, violentando con sus discursos y cuestionando los avances adquiridos en materia de derechos humanos. Poner el cuerpo y la palabra como un gesto político de lucha.

“Los problemas que trae el neoliberalismo muestran cómo las leyes adquiridas no son un territorio ganado. Nuestro cuerpo es un elemento más en la agenda política, no es un estado de propiedad, sino de disputa constante. Es una guerra silenciosa y activa”, concluye la artista de performance. 


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