“Todas las familias felices se parecen unas a otras, pero cada familia infeliz lo es a su manera” es el inicio de Ana Karenina, novela clásica de León Tolstói. Un comienzo popularizado en la literatura universal que de alguna manera resuena en Nada se opone a la noche, el libro de Delphine de Vigan en donde reconstruye la historia de Lucile, su madre muerta y, con ella, la de toda una familia precursora de la burguesía bohemia en París durante los años 50, 60 y 70.
Desde los ojos de su hija, Lucile siempre fue un campo misterioso, “demasiado vasto, demasiado sombrío”. Entrevistas a sus familiares y cintas de cassette de vacaciones le permiten a de Vigan acceder a una de las épocas más opacas de la vida de su madre: la infancia, el verdadero inicio de una trama de locura que culminaría en su suicidio. Tanto en las descripciones de lugares y detalles mundanos como en las violencias que marcaron la vida de Lucile late la búsqueda de la autora por comprender. Ni probar, ni revelar, ni reparar: “acercarse al origen de las cosas”, asomarse con el vértigo de quien escribe para explorar los contornos de la memoria.
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El lector o lectora asiste a un naufragio que se sabe inevitable, pero que sin embargo tiene múltiples agujeros y causas posibles. También a la respiración de quien asumió el temor de ver a su madre hundirse como forma de vivir. Lejos de la catarsis, de Vigan hace del duelo un verdadero asunto literario. Un texto con una base documental enorme construido a base de herramientas de la ficción. Una novela tan compleja como la vida de Lucile y el vínculo con sus hijas, que, lejos de admitir lecturas lineales sobre la maternidad, alumbra lo más cotidiano de las vicisitudes del querer.
La escritora francesa da un paso más allá al poner de relieve su propio proceso de escritura en tiempo presente. El texto contiene sus titubeos con respecto a qué incluir y qué no, los temores de su familia por la imagen que construiría de Lucile, el agotamiento físico que produce indagar en la génesis de un dolor que trascendió tres generaciones de mujeres. Las preguntas constantes girando al vacío, y la respuesta entre líneas, nunca explicitada, más allá del título, de que a veces, sencillamente, nada se opone a la noche.
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Acerca de la autora
Delphine de Vigan nació el 1 de marzo de 1966 en Boulogne-Billancourt, Francia. Escribió sus primeras cuatro novelas por las noches, mientras de día trabajaba en una empresa de opinión pública en Alfortville. Es autora de 11 libros, entre los cuales se destacan, además de Nada se opone a la noche (2011), Días sin hambre (2001), No y yo (2007), Basada en hechos reales (2016), Las lealtades (2018) y su título más reciente, Las gratitudes (2019).