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El Museo Histórico Nacional desde la óptica feminista y popular

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El Museo Histórico Nacional (MHN) cuenta con un amplio patrimonio que va desde el período prehispánico hasta el siglo XX. Lo novedoso de la institución es la incorporación de temáticas que logran interpelar a públicos diversos, aquellos que no son afines a los temas más clásicos del museo tradicional. Allí, el abordaje con perspectiva de género y de lo popular resulta clave.


Para conocer sobre los desafíos de acercar el pasado al presente y hacerlo tangible para un público no especializado y, a veces, falto de interés, Feminacida dialogó con Ana Laura Montani, historiadora e investigadora del MHN, y con Gabriel Di Meglio, historiador y director de la institución.

Gabriel Di Meglio cuenta con varios libros en su haber: ¡Viva el bajo pueblo!, Historia de las clases populares en la Argentina, La larga historia de los saqueos en la Argentina, entre otros. Su gestión en el MHN inició en abril de 2020 con el objetivo de renovar el guión del museo, es decir, de la narrativa de historia argentina, extendiéndose hasta el siglo XX. Para ello fue preciso ampliar la colección a través de conseguir donaciones y nuevas piezas. A su vez, el director propuso exhibiciones temporales sobre temáticas distintas a las habituales, en convivencia con temas más tradicionales. Estos proyectos se vieron postergados inicialmente por la pandemia y fueron puestos en práctica post aislamiento.

Por su parte, Ana Laura Montani cuenta con un doctorado en historia del siglo XIX y asume la formación como una constante, pues en la actualidad realiza un posgrado en historia pública y divulgación de la Historia. Ingresó a trabajar en el MHN en 2014 y desde el inicio de la última gestión es referente del área de Investigación.

Su trabajo consiste en acercar el conocimiento del pasado a públicos muy variados, no especializados, ajenos a los ámbitos académicos. La tarea la lleva a cabo generando un discurso histórico que pueda contar el pasado nacional a partir del patrimonio: objetos, fotografías, mapas, pinturas.

“Una de las líneas más importantes de trabajo que hago es investigar el patrimonio, la colección del museo, para generar textos, nomencladores, materiales que después son insumos para los guiones de las muestras y que  va a usar, por ejemplo, el área de educación para los recorridos y las visitas guiadas. Se hace una adaptación, pero hay un guión general que parte de la investigación del área”, cuenta Montani.

Respecto a la generación de nomencladores, explica: “Parece algo menor, pero es muy difícil ese trabajo y lleva años de práctica por que la idea es brindar información lo más comprimido posible ya que la atención y el tiempo del visitante son limitados. La cantidad de texto debe estar cuidada para que el visitante de cualquier edad, condición y nivel de conocimiento previo pueda irse con uno nuevo, habiendo aprendido algo, haciéndose preguntas”.

Al ser consultado sobre la resignificación de la idea que tenemos sobre el museo tradicional, Di Meglio aporta: “Hay una idea de museo tradicional como algo obsoleto, que ya no le habla a nadie, pero no es lo que ocurre cuando se visita uno. Hay muchos que siguen siendo muy populares, que a la gente le encanta ir y es una buena salida. Un buen museo es el de Historia, con esa fascinación que genera ver un objeto histórico, la ilusión de llevar el pasado al presente y entretenerte. El museo es un lugar al que uno va a pasarla bien. Es cierto que algunos, tienen a veces un discurso histórico muy antiguo, pero ahora está cambiando".


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En este sentido, las ciencias y disciplinas se aggiornan con los cambios que tienen lugar en la órbita social, respondiendo a sus demandas, siendo una de ellas la incorporación de las mujeres al discurso histórico: ¿Dónde estuvieron? ¿Qué hicieron? ¿Qué preguntas se hace la Historia sobre las mujeres?

El MHN hace eco de estas preguntas al momento de realizar nuevas muestras, en principio contando con equipos de trabajo heterogéneos que brindan diferentes miradas y, principalmente, que cuentan con capacitación en temáticas de género. En relación a este aspecto, Montani sostiene: “Independientemente a que las direcciones o cabezas sean varones o mujeres, tiene que estar la decisión política y luego la capacidad formativa de cómo llevarlo a cabo”.

“El museo tiene un patrimonio que, por sus condiciones de fundación y de la narrativa decimonónica, estaba contado por hombres. La historia de las mujeres era muy marginal. Quizás lo que aparecía eran objetos de mujeres de la elite, esposas de los próceres, objetos que tenían que ver con un rol apartado de la vida política, como un vestido o abanico  pero esa no es la realidad del pasado. Las mujeres tenían un rol activo, pero la historia se contó desde otra perspectiva. Por eso, con la idea de renovación del guión hay un lógica muy específica: no poner un rinconcito de mujeres o la pared de las minorías, sino mostrar que la  realidad es la presencia femenina incorporada en la sociedad, como parte de los movimientos sociales y políticos, de los procesos históricos, de la misma manera que los hombres. Sin ellas el pasado no se entiende", amplía la historiadora del MHN.



Ahora bien, partiendo de esta premisa y contando a su vez con un patrimonio fuertemente tradicional y patriarcal, surgen interrogantes en torno a cómo mostrar lo femenino. Según relata Montani, hoy están trabajando en una muestra del período 1820-1853 que incluye la Confederación y la hegemonía rosista. "Aparecen objetos de mujeres que demuestran un rol activo en la política, retratos donde se aprecian peinetones, vestidos, moños o arreglos para el cabello. Eran accesorios y símbolos políticos. Si uno los pone en un rincón, solo se lee que eran un adorno", aclara y propone: "Pensemos en por qué usaban un moño rojo o un peinetón que decía: ‘Viva la Santa Federación’, ‘Fiel a Rosas’ o ‘Federación o muerte’. Las mujeres tenían una posición política, eran actrices en ese escenario, quizás no podían participar activamente con voz y voto, pero sí en los eventos públicos donde mostraban su posicionamiento político, aun sin decirlo”. Incluir estas cuestiones es lo que le aporta la perspectiva de género a la propuesta.

"En la muestra de fútbol, se pensó el femenino a la par del masculino en cuanto a su historia y trascendencia en la actualidad. En la muestra sobre la historia del rock en los '80 hubo una intencionalidad muy fuerte de sobrerrepresentar a las mujeres. Estuvieron muy presentes, pero en general se las borra y aparecen en coreografías o en el fondo como coristas cuando, en realidad, tuvieron una presencia muy interesante en lo performativo”, ejemplifica Montani.


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A su vez, si bien es cierto que históricamente hemos estado presentes y es sabido que en toda época hubo mujeres que rompieron con el canon, Montani alerta sobre el rol de clase como un factor más de desigualdad: “Ser mujer y pobre era claramente peor. Ni hablar si nos referimos al siglo XIX y eras mujer, pobre y afrodescendiente o negra y esclavizada. Esto tiene que ver con la dificultad de la reconstrucción del rol y del lugar central en los procesos históricos de los sectores populares y de las mujeres pobres en particular. No quedan objetos de ellas, quizás se las puede reconstruir a partir de su trabajo. Quizás aparecen trajes de mujeres u hombres de la elite y es nuestra función pensar en quien lo hizo, cómo y con qué instrumentos y saberes. Así aparecen mujeres que de otra forma no lo harían”.


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El posicionamiento de Di Meglio como director del Museo Histórico Nacional es ampliar la perspectiva centrada en los grandes personajes de la Historia. Que se hable de "grandes hombres y alguna que otra mujer" da cuenta de una gran marca de clase y de género. "Parte de la propuesta es repensar eso, incorporando narrativas con la historia popular y distintos grupos que hacen de la Historia una experiencia colectiva y no solo de los  grupos de élite. Esto tiene que ver con mi trayectoria como historiador”, explica.

En ese sentido y pensando en los avances de la Historia como disciplina, Montani admite que hay avances significativos. "Si pensamos en la  profesionalización y consolidación de la narrativa del discurso histórico nacional y formación de la identidad, siempre han sido hombres los del trabajo intelectual, los que escribieron la Historia, hombres y de la elite. Eso se modificó desde el ‘80 en adelante con el retorno de la democracia, pero sobre todo en el ‘90  con la renovación historiográfica y la nueva Historia argentina. El lugar de las mujeres va a la par de lo que sucede en general en el mundo profesional e intelectual y hay muchas  en posiciones de poder y gestión, historiadoras muy reconocidas. Eso ha cambiado positivamente", concluye.


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