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Milagros, la joven que le entregó un pañuelo verde al Papa

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Milagros Acosta guardó un pañuelo en su valija y lo subió a un avión: el primero que se tomaba en su vida. Tiene 23 años y nació en Los Juríes, un pueblo de 3 mil habitantes en Santiago del Estero. Es la primera de su familia en terminar la secundaria y cursar estudios terciarios. Y es, también, la mujer que le entregó al Papa el pañuelo verde con la inscripción “Ley 27.610 Aborto legal, seguro y gratuito”, y a un costado la bandera del orgullo LGBTIQ+.

“Cargar ese pañuelo hasta el día de hoy significa cómo yo me reconozco, cómo he formado parte de mi identidad como persona de ser católica y feminista, y todo lo que he atravesado, ese desequilibrio, para poder reconocerme hoy como me reconozco”, cuenta Milagros a Feminacida. El momento aparece en el documental Amén, Francisco Responde, dirigido por los españoles Jordi Évole y Màrius Sánchez, que se puede ver por Star+.

Cuando lo dobló para guardarlo en la valija, no estaba segura de si se animaría a entregárselo a la máxima autoridad de la Iglesia Católica en el viaje a Roma. Llevar ese símbolo nunca fue para ella algo individual: “Sabía que era la única argentina y para mí era una gran responsabilidad cargar ese pañuelo para poder entregárselo a él y que todos los otres compañeres sepan qué significa para toda la sociedad. Sabía que si le entregaba el pañuelo iba a ser una imagen fuerte”. 

Sin embargo, la secuencia del Papa sosteniendo el pañuelo nunca aparece en el documental. Tampoco lo que ella le fue diciendo desde que se paró hasta que se lo entregó. “A medida que yo iba caminando para entregarle el pañuelo le señalaba: está la bandera del orgullo, está la ley ya implementada que significa que hemos alcanzado el objetivo de la lucha colectiva con compañeras, no simboliza solamente el aborto sí o el aborto no, también tiene un símbolo muy importante que es el de las Abuelas de Plaza de Mayo. Todo eso le decía”, aclaró Milagros. Pero, de nuevo, nada de eso aparece. 

“Cuando llego a entregárselo, él me agarra para darme un abrazo. Ese momento sí lo he sentido como que ha sido genuino, y mutuo”, cuenta la joven, ya de vuelta en su Santiago natal. 



El debate de las católicas

Esto empezó muchos años antes del viaje a Roma, donde formó parte de un documental internacional con jóvenes de todo el mundo. Todo comenzó en una actividad en la Universidad de Santiago del Estero, antes de la legalización del aborto. Era un debate entre católicas “provida” y católicas feministas. Cuando vio el flyer, Milagros se entusiasmó. Invitó a sus amigas, pero todas le dijeron que no. 

Las preguntas sobre su religión y su feminismo también habían empezado hacía tiempo. Buscaba en internet, en organizaciones feministas, en discursos. No encontraba algo que la representara al 100 por ciento. 

Hasta el día de ese debate. Lo cuenta y la voz le brilla, fue como un instante de revelación: “He escuchado los argumentos de ambos lados. Para mí era súper valioso el de Católicas por el Derecho a Decidir: ¡Están diciendo todo lo que yo pienso, no me siento sola, he encontrado mi lugar! Son los argumentos que tenía y no me animaba a expresar. Ahí ha cambiado mi vida rotundamente”. 

Ese día Milagros se llevó a su casa, en el barrio popular 8 de abril, el material de lectura de Católicas por el Derecho a Decidir, la organización que había organizado el debate. El material explicaba que no hay ningún versículo de la Biblia donde se condene el aborto, y en cambio sí se habla del derecho a decidir. “La Virgen María fue consultada por el ángel Gabriel para ser la madre de Dios”, decía uno de los textos. Dos años después se abrió una convocatoria para participar en la red de jóvenes. 

Católicas por el Derecho a Decidir es una organización internacional fundada en 1996 en Brasil, que tiene sus capítulos en distintos países del mundo. En Argentina fue una de las organizaciones fundadoras de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito.

Ante la pregunta de por qué forma parte de la agrupación, Milagros responde: “Primero porque tengo el derecho de poder decidir, así como ser católica, también ser feminista. Esta organización no es que me ha dado elegir una o la otra. Sino que puedes vivir tu fe sin renunciar a tus derechos, y encima puedes formar parte de este cambio social que es el feminismo. Y agrega: “Siento que el feminismo está del lado de la justicia social, donde no sólo se piensa aborto sí o aborto no, sino que se involucra a todas las mujeres y disidencias, y creo que ahí es donde tenemos que estar acompañando, apoyándonos. Eso es el amor, el compañerismo y la fraternidad que tanto se habla en la Iglesia y muchas veces no se ve reflejado”. 


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Un tatuaje bíblico

Milagros no lleva el pañuelo verde a misa. Ya tuvo malas experiencias, incluso en celebraciones de bautismo donde de repente el sacerdote decide que ese es el momento de juzgar a las mujeres que abortan y el evento se convierte en señalamiento y castigo. 

“Yo creo que la Iglesia no es un espacio para hacer este tipo de políticas, la Iglesia no tiene que, en una misa, juzgar a mujeres porque deciden abortar. Creo que tiene que acompañar a esas personas que deciden pasar por esta situación”, sostiene. 

Ella no le reza a un Jesús juzgador, sino a uno que acompaña a las mujeres: “Se supone que al ser católica tienes que estar del lado provida y antifeminista, tienes que respetar el rol que ocupa la mujer en la iglesia, en el hogar. Y vos al llevar el pañuelo es un acto de rebeldía, y no concuerda. En mi cabeza pasaba que eran dos polos opuestos que no iban de la mano: el feminismo y ser católica”. 

Pero hay una cita bíblica que se quiere tatuar, porque cree que con eso todo cierra: Bienaventurados sean los que tengan sed y hambre de justicia, porque serán saciados. “Ese era el camino de Jesús, la persona revolucionaria, la que iba contra todo, la persona que ha estado con quienes más lo necesitaban, con las personas más excluidas de la sociedad”, explica. 

El 2019 fue un año especialmente difícil. Como catequista en su parroquia, estaba dirigiendo un grupo de niños y niñas de 12 años. En ese entonces se organizaban las marchas provida en Santiago del Estero y las personas que asistían a misa caminaban bajo las banderas y pañuelos celestes que decían “Sí a las dos vidas”. Pero ella no. 

Por dentro le corría otro debate. “En lo que me ha permitido mi educación, he ido leyendo y vi cómo y dónde se posicionaba la Iglesia a lo largo de la historia: ahí ha empezado mi desequilibrio. He conocido la manipulación que ha tenido con la sociedad y lo cómplice que ha sido para un montón de maltratos, genocidios y masacres. Yo he dicho: ‘Mmm, no sé si quiero participar y ser cómplice de ese sistema’”. 

Sin embargo, Milagros trae su otra faceta: “Mili chiquitita yendo a catequesis, Mili chiquitita orando, Mili chiquitita conectando con Dios, donde me decía cómo hago para renunciar a esto y vivir toda mi vida en una mentira. Entonces he pensado cómo transformarlo. Lo más fácil era dejar la Iglesia y posicionarme como imparcial: ni feminista, ni católica”.

No quería tomar el camino fácil. Decidió que en vez de no ser ninguna de las dos cosas, sería ambas. Se preguntó: ¿Cuáles son esas necesidades y desigualdades de la actualidad en las que Jesús estaría presente? “Y, como dice la Iglesia, si Jesús vive en nosotros, entonces ahí es donde yo tomo la responsabilidad de entrar a esa organización, para poner el pecho”, responde. 

Pero hay un punto que destaca, y es que el feminismo le dio algo que la Iglesia no: la libertad de reconocerse católica y feminista.



La revolución se termina donde empiezan los dogmas

En el documental donde Milagros le entrega el pañuelo verde al Papa, hay otras nueve personas que van contando sus vidas y debaten, con él y entre ellas, sobre migración, aborto, abusos eclesiásticos, depresión, redes sociales. Son de España, Senegal, Estados Unidos, Perú y Colombia.

En un momento del encuentro que se filmó el año pasado en un edificio de Roma, el Papa habla de las luchas colectivas y señala el pañuelo. Pero eso tampoco sale en el documental. Ahí es cuando empieza a hablar de revolución.

—¿Se imagina que alguna vez puede haber una mujer en su puesto? —pregunta Milagros. 
—Hay un problema teológico, de constitución teológica. En la Iglesia están las dos líneas constituyentes, como dos principios. En el ministerio están los hombres. En la maternalidad, mucho más importante todavía, están las mujeres. La promoción de la mujer va en la línea de su propia vocación de mujer, no en un machismo ministerial. Porque sino disminuiríamos a la mujer. La mujer tiene su función en la iglesia porque la iglesia es mujer. No es “el iglesia”, es “la iglesia —responde Francisco.
 

La cara de Mili se va transformando. También la de la mayoría de les jóvenes que están en círculo alrededor del Papa. No entienden qué está pasando. 

"Yo dije: 'Vamos a preguntarle hasta dónde llega la revolución'. Le pregunté qué opina de las mujeres en el sacerdocio: y ahí es donde se termina la revolución, donde me ha contestado la barbaridad que me ha contestado. Con mis compañeres quedamos como… ¿pero si hace cinco minutos estaba hablando de revolución, qué ha pasado?”, cuenta Milagros a Feminacida. Y cierra: “Claramente la revolución para otras cuestiones sí, pero cuando se involucran mujeres no". 


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