El fútbol amateur disidente parió en La Plata un espacio que promete ser de disfrute y ocio para la comunidad. En tiempos donde la negación de la otredad se vuelve peligrosa, Marimacha Club Social llega con una propuesta de inclusión y expresión, para dar lugar al cuestionamiento propio y ajeno. Con la identidad como bandera política, sugiere la apropiación colectiva de un insulto que, resignificado, cambia vergüenza por orgullo.
La ciudad de La Plata tiene mucho que ostentar. Una universidad prestigiosa, plazas cada seis cuadras, calles repletas de árboles, estadios, artistas, parques, el río, un bosque. Mucho, sí; pero no tenía hasta ahora un bar pizzería de y para lesbianas y disidencias. Por eso, la inauguración de Marimacha no pasó desapercibida. Mic, Crispi y Magia abrieron el corazón de un local que nace de las entrañas del fútbol disidente amateur y se augura refugio para las diversidades que habitan la ciudad. Una guarida donde el repliegue garantice resguardo, pero además permita cocinar la acción.
El bar de nuestros sueños
Sobre la diagonal 78 —una callecita adoquinada que conecta la Plaza Rocha con el bosque— entre las calles 5 y 6, nació Marimacha. Tres días duró la inauguración que se esperaba hacía semanas, y fue acompañada por una concurrencia (casi) inédita de tortas y disidencias radicadas en la ciudad y otras que llegaron desde los alrededores al bautismo del nuevo espacio.
“Si dos lesbianas van a poner una pizzería, ¡aunemos fuerzas!”, pensó Mic cuando se enteró que Magia y Crispi soñaban como él con un local. La apuesta por la autogestión con amigues como modo de vida no les fue nueva: Mic había terminado de dibujar en La tribu mostra, el bar porteño, su deseo de abrir uno. Magia y Crispi venían de amasar Changa, una pizzería itinerante que hizo base en un club de Tolosa hasta poco antes de esta nueva experiencia.
“A La tribu empecé yendo y terminé trabajando ahí. Iba con Agos, otra amiga lesbiana, y decíamos que no podía ser que tengamos que venir hasta Capital para acceder a una propuesta cultural disidente. Después, yo tenía una idea y las chicas otra, y de eso hicimos una idea conjunta”, cuenta Mic sobre el primer acercamiento a la idea de Marimacha.
Hacia fines de octubre el sueño empezó a materializarse: un cartel luminoso en la entrada interrumpía el negro de la fachada, en neón azul y rojo brillaba: “Marimacha, club social”. Por primera vez se abrieron las puertas al público. La noche estaba fresca a comparación de las anteriores, pero el encuentro y el horno encendido de Changa la volvió cálida. Adentro, la performer Baby Pop y La China DJ se prepararon para intervenir el evento y desterrar lo que quedaba del fresco platense.
Pizza de potrero
Faltan sólo días para inaugurar. Arriba, en el primer piso, ya está instalado el horno y sólo quedan detalles que ajustar. Con los codos apoyados sobre el que a partir de ahora será el mostrador de Changa, el trío emprendedor sueña con la apertura inminente. Después de semanas de trabajar para acondicionar el espacio, se permiten imaginar cómo será cuando esa madera se impregne del perfume de la pizza y el calor de la gente.
Confiesa Crispi: “Creo que este lugar se parece bastante a lo que siempre deseé: una pizzería con una barra bien grande para que la gente se siente al lado mío. Y abajo la parte del bar para que puedan acompañar la pizza tomando lo que quieran”. No sabe, aunque seguramente imagine, que dentro de poco ese mismo rincón estará aturdido de voces y aplausos, el festejo por la inauguración de lo que muches empezarán a sentir su lugar.
La pizza de Changa se popularizó en la ciudad de la mano de Crispi y Magia, quien se sumó más tarde al proyecto. Ellas, junto con otres trabajadores, recorrieron cantidad de eventos con el horno de barro. “Con Magia hace poco que nos conocemos pero la siento como una hermana”, cuenta Crispi y sigue: “Después, entre les tres fue una confianza medio a ciegas. Para gente de otras generaciones es difícil de entender, pero hay algo medio implícito en la comunidad: en nuestro caso hubo un pálpito, una corazonada respaldada porque somos un colectivo y nos leemos. Te leo y sé quien sos, puedo conocer algo de tu historia, somos más o menos la misma persona”.
Tanto ella como Mic llegaron a La Plata desde el interior de la Provincia y el país, al igual que muchas de las personas que habitarán Marimacha. Nuevamente, la identidad del bar no sólo se confecciona desde la disidencia sexual y de género, sino además desde su propuesta alejada del centralismo porteño y platense.
¿Marimacho? No, marimacha orgullosx
Durante la segunda jornada, la convocatoria fue igual de cálida que el día anterior. Esta vez no hubo performer pero sí una China, la cantante de Superpiba, banda platense. Sola, guitarra en mano, la China Gudmaler hizo cantar a todes con clásicos acústicos y además se le animó a Lucy Patané con “En toneles”.
La China es amiga de la casa por su música, pero además es parte del universo futbolístico que rodea a Marimacha. En ese mundo, el nombre del bar no pasa desapercibido. Ni para ella ni para el resto el insulto resultó gratis. “¿Marimacho? Toda la vida me dijeron, por jugar al fútbol desde chiquita. Me dolía, y me daba vergüenza, obviamente, hasta que lo empecé a llevar con orgullo y acá estoy”.
Con respecto a la elección del nombre, Mic cuenta: “Primero salió marimacho que es la palabra con la que a mí me hicieron bulliyng siempre, pero no me caía bien que diga ‘macho’ en el nombre. Así salió Marimacha, lo tomamos, lo reivindicamos y lo transformamos. Ahora es nuestro”.
Si hay algo que el colectivo sabe hacer es resignificar las palabras ofensivas. En un contexto como el actual, en donde los progres se corren hacia la derecha y la derecha se cae al fascismo, una propuesta como la de Marimacha es todavía más valiosa. “Capaz que en algún momento de la vida pudo llegar a molestar”, dice Dori, de asistencia perfecta los tres días de la apertura, “pero hoy lo llevamos con orgullo porque es lo que somos, marimachos, marimachas”.
Por definición, político
Durante los días previos a la inauguración, gente cercana se sumó a pintar, armar la barra, dejar el baño en condiciones, decorar las paredes, entre otras actividades. Nadie fue especialmente invitado a hacerlo, desde el vamos la asimilación del espacio como propio se revela en el gesto. Marimacha es de todes quienes se sumen a construir y cuidar, es de quienes la habiten.
En los testimonios de lesbianas y disidencias que estuvieron presentes en la inauguración se repiten conceptos: refugio, resistencia, comunidad; pero hubo una frase circuló con fuerza y se hizo slogan: “El bar de nuestros sueños”.
“Es la felicidad de mis amigas ese bar”, cuenta Dori, que además comparte con Magia y Crispi equipo en la Liga Universitaria del Interior. Al respecto, reflexiona: “En La Plata hay boliches, pero no un lugar de reunión como es una pizzería bar y menos uno abiertamente LGBTTNBIQ+. Marimacha va a ser un espacio desde el cual luchar. Nos va a permitir reunirnos para pelear por la permanencia de los espacios culturales de nuestra comunidad, hacerlo desde un lugar estratégico”.
En esa misma línea, Agos, amiga de Mic y de asistencia perfecta también, agrega que no es un dato menor el hecho de que Marimacha sea un bar y no cualquier otra cosa: “Hay una gran potencia en el hecho de juntarnos a compartir el disfrute, a politizar el deseo. El goce es un elemento presente en nuestra comunidad y reivindicarlo siempre es revolucionario”, piensa y recupera —para problematizar— el concepto de “refugio”: “Sí, es un refugio, una trinchera, pero no necesariamente pensado como posición de resistencia, también es un lugar desde el cual volver a imaginar un futuro colectivo. Es refugio porque es donde están tus pares, podés identificarte, sentirte parte; pero además es una oportunidad para pensar en conjunto las problemáticas de nuestra comunidad. Una herramienta para poner en jaque el paradigma individualista que se impone hoy. Esa es otra clave, seguro acordemos en que Marimacha será un espacio de lucha, pero también tenemos que preguntarnos contra quién y qué luchamos".
Cualquier persona que no sea cisheterosexual en nuestro país conoce la incomodidad que pueden generar los espacios heterosexuales. Desde un bar hasta un gimnasio, pasando por todas y cada una de las instituciones sociales y rincones de la vía pública. “Me alegra y me parece espectacular que tengamos un espacio propio donde sentirnos seguros”, reflexiona Nela, también oriunda del interior de la Provincia y radicada en La Plata, pero se cuestiona que todavía sea necesario crear espacios propios para evitar la exposición a la violencia. Del mismo modo, Gigí, su amiga, celebra la apertura del club social para poder “contar con un lugar seguro y acogedor donde la comunidad pueda reunirse, expresarse libremente y celebrar su identidad”.
Domingo y broche de oro
“Les diría feliz inauguración, pero me dijeron que este es el tercer día y ya no sé si cuenta como tal”, empezó su número Ana Carolina para cerrar el domingo. Como los días anteriores, la gente llenó el bar y ocupó la vereda. La humorista hablaba desde la tarima hacia el público dentro y giraba de a ratos para darle lugar a las risas de quienes festejaban sus chistes desde la calle.
Desde el piso de arriba, Magia y Crispi terminaban de sacar las últimas pizzas del lanzamiento de este proyecto de comienzo prometedor. Desde abajo, en la barra, Mic preparaba los últimos tragos del fin de semana todavía con una sonrisa que da cuenta del éxito de estos días. Esa felicidad será la clave para una resistencia que brota desde la cultura y se hace fuerte en lo colectivo.
La alegría de saberse en comunidad se vuelve escudo frente a la amenaza de las derechas que no dejan de avanzar. Pero por fuera de las redes sociales, terreno ajeno y desigual, están las otras redes, las que se tejen desde los márgenes hacia el centro, desde la periferia hacia el corazón de las ciudades. Las redes que sostienen y permiten la diversidad como forma de vida y no como slogan.
“De volver a nacer, yo elegiría ser travesti”, afirmó más de una vez Lohana Berkins, militante travesti por los derechos del colectivo. En esa misma línea, gracias a la potencia de transformar el estigma en una bandera identitaria, Marimacha deja de ser un insulto para ser un sueño cumplido.