Tras las declaraciones homofóbicas y mentirosas de Milei en Davos, los movimientos LGBTIQNB+ y feministas, mal llamados minorías, lograron marcar el rumbo de la agenda política. Casi dos millones de personas en todo el país marcharon en consenso para desafiar la agenda del fascismo. Una vez más, los límites de la democracia se impusieron en la calle.
Por: Jose Amore
Fotos: Laura Dalto
Interseccional por definición
Es sábado por la tarde, primero de febrero, y el sol se come el asfalto del calor que hace. “Nos une el espanto”, exclama una señora de aspecto canoso mientras desciende del Subte B en la estación Callao, en el barrio Congreso. Debe tener 60 años y por su andar parece inexperta en el arte de sobrevivir a las movilizaciones cargadas de multitudes. Entre la marea de personas la acompaña una jóven de treintipico que pareciera ser su hija, lleva en su riñonera colgado un pañuelo del aborto algo sucio. El escenario se repite en cada metro cuadrado: una multitud abarrotada brota de las esquinas porteñas para encolumnarse frente al Congreso Nacional –cual hormigas al hormiguero– hay jóvenes, hay madres, hay estudiantes secundarios y hay jubilados. Hay gays, lesbianas, trans, travestís y no binaries, pero también hay heterosexuales, religiosos, casados y divorciados. Un abanico bien diverso.
Hay ciudadanos argentinos de todos los sectores y a todos pareciera que en la Marcha Federal del Orgullo Antifascista y Antirasista, definitivamente, los une el espanto de creer que viven en un país donde la exclusión se ha convertido en la norma. Donde la deshumanización, la descalificación, el hostigamiento y hasta la cosificación se perpetúan desde la Casa Rosada. En la tierra de los 30 mil desaparecidos, nada puede salir bien de un Estado persiguiendo “hasta el último rincón del planeta” a sus ciudadanos. Por más “zurdos hijos de puta” que supuestamente sean.
Un nuevo orden mundial (aunque muy viejo)
Mientras el presidente Javier Milei viaja por el mundo colándose en las filas de las ultraderechas más conservadoras, en la Argentina del 52,9 por ciento de pobres, el consumo de carne cayó un 26 por ciento y tocó su piso histórico en casi 100 años. Al norte del continente, Donald Trump inaugura su segundo mandato reivindicando la batalla cultural contra cientos de migrantes deportados, en aviones y barcos de guerra, con sus muñecas esposadas como si fueran delincuentes. En el sur, el fanático de la motosierra busca puntos en común que lo acerquen a su conductor político internacional más admirado.
Como la economía proteccionista de Trump le queda lejos, recarga sus cañones y apunta contra la mal llamada “ideología woke”. Redobla la apuesta, porque ya no basta con el desmantelamiento de las políticas para la prevención y atención de la violencia hacia las mujeres, o las que buscan la equidad en el acceso a oportunidades e ingresos, las cuales han sufrido una reducción del 62 por ciento del presupuesto disponible para su ejecución. Ahora es un tema personal. Porque para el presidente argentino “en sus versiones más extremas, la ideología de género constituye, lisa y llanamente, un abuso infantil”. Es necesario para él instalar en la comunidad LGBTIQNB+ un enemigo acérrimo con el que valga la pena enfrentarse, un fantasma que cargará las culpas de la inflación, la miseria, y la pobreza; aunque hace doce años la economía argentina, en manos de varones cis y heterosexuales, no crece.
Las declaraciones de Milei en el Foro Económico Mundial, donde vinculó la pedofilia con la homosexualidad, despertaron una doble indignación. Primero por la mentira: no hay evidencia científica de que las personas homosexuales tengan mayor probabilidad de cometer abusos sexuales a menores. De hecho, las estadísticas señalan que la mayoría de los abusos son cometidos por hombres heterosexuales del entorno familiar y/o social. En octubre de 2020 un informe elaborado por Unicef y el Ministerio de Justicia y Derechos Humanos registró a 3.219 niñas, niños y adolescentes víctimas de violencia sexual. Sus agresores fueron en un 56,5 por ciento familiares y los abusos se dieron en un 36,2 por ciento en el hogar.
En segundo lugar, por la tomada de pelo. ¿Qué hace el presidente que vino a salvar la economía argentina destinando tanto tiempo y energía en batallar contra un fantasma que no existe? ¿Será una forma de ocultar las malas noticias? El hecho de que mientras crece la demanda de dólares en una economía estancada, brillan por su ausencia la llegada de las inversiones que presuntamente mejorarían la vida de los argentinos y que ahora efectivamente hay más pobres desde que La Libertad Avanza llegó al gobierno.
“Nosotras sí sabemos dónde estan los pedófilos”, gritaba una activista y madre protectora de una infancia abusada en su intervención en medio de la Asamblea del Orgullo Antifascista y Antiracista que se llevó a cabo 48 hs después de conocerse las declaraciones del Presidente. La reacción de la sociedad argentina fue contundente: ya una semana antes de la marcha se sentía en Parque Lezama la necesidad de convocar a un llamado más grande. No sería el colectivo LGTBIQ+ el primer chivo expiatorio apuntalado por la gestión libertaria, primero se metieron con la demonización de los 37 mil trabajadores del Estado despedidos, a quiénes llamaron ñoquis antes de obligarlos a dejar sus puestos sin indemnización. Luego con los jubilados, a quienes no dudaron en dejar sin medicamentos cuando les redujeron sus haberes en 32,6 por ciento real interanual. También con los pacientes oncológicos, los médicos y médicas del Hospital Garrahan que cuidan a infancias enfermas, y con los estudiantes y docentes de la universidad pública, a quienes acusaron de corruptos y deficitarios. También lo hicieron con los trabajadores del sector privado a los que les impidieron una libre negociación paritaria. La peor de todas fue cuando apuntalaron contra la dignidad de los comedores populares, el único refugio que encuentran los más olvidados de la Argentina para contener el hambre; ellos también fueron privados de sus alimentos. Bastante intervencionistas los libertarios para bregar por tanta obsesiva libertad.
Como emergentes de cada batalla particular aparecen en los discursos de los manifestantes autoconvocados dos elementos que todos estos actores tienen en común: además de ser víctimas del ajuste del modelo económico libertario, fueron y son víctimas de una campaña de estigmatización, prejuicio y discriminación. Del odio y de la horda de trolls que responden al Gordo Dan, o a Santiago Caputo, del desamparo y la injusticia de un Estado que perpetúa las políticas de exclusión.
Al final, lo único que les importa es la guita
Ni la CGT, ni la oposición kirchnerista, ni los diputados dialoguistas. Las mujeres y las diversidades lograron poner en tensión la narrativa del gobierno y marcar la agenda mediática y política, porque en un país donde la pobreza está feminizada, el feminismo –cuyo mayor territorio de disputa es aquel donde se pelea por la redistribución de la riqueza– es el único movimiento capaz de hacer titubear a los fanáticos capitalistas del dogma de la maximización de las ganancias. No puede importar sólo el enriquecimiento desmedido de unos pocos versus el desmantelamiento del todo de los nadies.
En Argentina, entre las personas con menores ingresos, 2 de cada 3 son mujeres. Así es la foto de la desigualdad que registra Amnistía Internacional. Las mismas mujeres que están a cargo de las tareas del hogar y del cuidado del 57,5 por ciento de los niños, niñas y adolescentes que hoy se encuentran bajo la línea de pobreza. En Argentina, la mayoría de las mujeres son pobres y muchas crían a sus hijos e hijas en soledad: 1.600.000 mujeres argentinas están a cargo de hogares monoparentales.
Por eso, el eje de la batalla cultural que busca dar la ultraderecha a nivel mundial son las mujeres, la comunidad LGTBIQ+ y el ambientalismo: porque Milei le habla directamente a los más ricos de los ricos, a todas esas inversiones millonarias que podrían asegurarle una segunda temporada presidencial en el sillón de Rivadavia. Quiso prometerles que nada ni nadie será capaz de entrometerse entre ellos y su único objetivo: acumular tanto dinero como para pronto poder colonizar la Luna, o Marte.
“En 2022, la lista de milmillonarios del mundo, de Forbes, alcanzó los 2688 nombres y mostró un crecimiento del 28% en sólo dos años, con 593 nuevos integrantes. Por cada uno de estos ultra ricos, un millón de personas se hundían en la miseria más absoluta, luchando por sobrevivir sin acceso a lo más básico. Los sectores más beneficiados en ese período fueron las compañías de alimentos, farmacéuticas, energéticas, tecnológicas y de intermediación financiera”, cita la doctora en Economía (y feminista) Mercedes D´Allessandro en su libro Motosierra y Confusión. Cómo recuperar la economía para salir de la crisis. Hace algunos años esta tendencia sádica es irreversible: imposible olvidar las disputas éticas por la liberación de las patentes de las vacunas para la prevención del Covid-19. Ni una pandemia de las magnitudes que tuvo la gestada en el coronavirus fue capaz de poner en tensión real la capacidad que tienen los ricos del mundo en el presente para asegurarse un crecimiento exponencial en sus márgenes de ganancia.
Espejito, espejito ¿quién subasta más sus recursos?
En Argentina la ecuación se repite: aunque durante el primer año de gestión de Milei casi todos los sectores perdieron económicamente, sólo uno logró aumentar sus ingresos relativos. Según un informe de la UCA del primer trimestre de 2024 basado en la Encuesta Permanente de Hogares de Indec, el 20 por ciento de la población concentra más del 52 por ciento de los ingresos del país, mientras que el 20 por ciento de población de menores ingresos utiliza sólo el 4,5 por ciento de los recursos monetarios totales.
Bajo esté esquema en el que hoy se desenvuelve el capitalismo, no se pueden leer las declaraciones homofóbicas y mentirosas del presidente Milei por fuera de su contexto: Davos, el foro económico internacional más importante del mundo. En los sueños más húmedos del presidente, los mega millonarios hallan en el territorio argentino una hoja en blanco para dibujar la gesta de un modelo de producción económica que no encuentra ni en la miseria de la humanidad un límite para su desarrollo.
El presidente ha expresado en muchas ocasiones su deseo de volver al modelo económico y productivo de la Argentina “potencia mundial” de 1900. “Para principios del siglo XX éramos el faro de luz de Occidente. Lamentablemente, nuestra dirigencia decidió abandonar el modelo que nos había hecho ricos y abrazaron las ideas empobrecedoras del colectivismo. Durante más de 100 años los políticos han insistido en defender un modelo que lo único que genera es pobreza, estancamiento y miseria”, expresó Javier Milei en su propia asunción de espaldas al Congreso (o a la democracia). En la Argentina de 1900 las mujeres no podían ejercer su derecho al voto, no existía la jornada laboral de 8 horas y la estratificación de la sociedad en términos de ingresos desconocía la existencia de la “movilidad social ascendente”. No había límites para que los que eran ricos pudieran hacerse aún más ricos, aunque eso implicara la pobreza de la gran mayoría de los habitantes del territorio.
La bala que sí entró
Diez días después de Davos, el gobierno se encuentra obligado a cambiar la estrategia. Dos millones de personas se encontraron en la calle para ponerle un límite a la discriminación. En la Ciudad Autónoma de Buenos Aires la marcha fue masiva, pero en otras ciudades también: Córdoba, Rosario, Santa Fé, Misiones. Inclusive en distritos donde el resultado electoral puso al presidente al frente de la elección en 2023 con un 70 por ciento de los votos, como es el caso de Mendoza. La movilización fue contundente.
Torpes y erráticos, periodistas oficialistas y trajeados esbozan falsas excusas en el arte de fingir demencia: intentan convencer a los televidentes de tergiversar el discurso del primer mandatario. Para el Jefe de Gabinete, Guillermo Francos, la marcha “no fue significativa” y para el periodista Eduardo Feinmann todo fue consecuencia de una gran operación donde un presunto video falso difundido por la prensa engañó a los argentinos para ponerlos en contra del presidente.
Pero Javier quería que el mundo entero lo escuche en Davos, y así fue. Aunque sus funcionarios nieguen ante sus propios votantes envalentonados con la batalla cultural que nuestro presidente tenga “algo en contra de los homosexuales”. Lo cierto es que entre una orfandad dirigencial sin precedentes y una economía en aprietos, los feminismos lograron unir en la calle a una gran movilización en contra de algo más grande que algunas declaraciones ofensivas, porque lo que está en disputa es un modelo de gobierno: político, sí, pero económico también. Cabe preguntarse: ¿cuántos argentinos habrán votado al Presidente para que devuelva a las travas a los calabozos donde ya pasaron la última dictadura que vivió la Argentina? O, ¿cuántos lo habrán votado para salvarnos a todos de la enfermedad inflacionaria? ¿Cómo perseguir a los homosexuales puede ayudar al presidente a reducir el crecimiento desmedido de la pobreza? Solo la historia podrá dar respuestas y poner en su lugar a los acontecimientos y a sus protagonistas. Por ahora, pareciera que una nueva organización se gesta, nuevamente, desde el corazón de los feminismos, y la Marcha Federal del Orgullo Antifascista y Antiracista fue sólo el comienzo.