Una llamada inesperada convirtió este julio en el comienzo de un nuevo capítulo en la vida de Ludmila Ivana Cajal. Esta joven trans que apuesta al humor como escudo ante la normalidad careta, recordará el 28 de este mes como el día que finalmente se abrieron las puertas del trabajo formal. Qué mariposa habrá revoloteado por esos pagos, tal vez Diana o Lohana, tal vez ambas, cuando sonó el teléfono y del otro lado una voz dijo “Ivana, ¿cómo estás? Mañana a las 8 de la mañana empezás a trabajar, quedaste en el Hospital Belgrano”.
El día que el colectivo travesti trans conquistó la Ley de Cupo e Inclusión Laboral, la esperanza de contar con un empleo digno y formal, con todos los derechos que esto implica, dejó de ser un sueño y se convirtió en un objetivo. Aun así, Ivana que está por llegar a los 43 años no esperaba tanto que esta oportunidad se diera para ella como sí para sus compañeras. “Vengo peleando y luchando para las más jóvenes, nunca me imaginé que me iba a llegar a mí. La alegría es doble”, cuenta a tan sólo horas de finalizado su primer día.
Luchar por la compañera…
Ludmila Ivana, como se presenta en sus redes, forma parte de "El Teje" de San Martín. Esta organización surgió en ese partido durante el año 2020 a raíz de las necesidades del colectivo travesti trans que la pandemia comenzó a acrecentar. “Yo pensé que no podía llegar a fin de mes y pagar la luz, y hay compañeras que directamente no tenían esa luz. Ni su garrafa para poder comer, ni para comprarse un jabón ni una lavandina para poder higienizarse”, comenta la nueva trabajadora del Hospital Belgrano y agrega: “La verdad es que yo sentía que estaba mejor en relación a ellas y dije: ‘Ivana es momento de ponerte las pilas y empezar a hacer algo por esas compañeras’”. Junto a otres militantes que forman parte de la agrupación, decidieron que podía comenzar a visitar a quienes estuvieran en estas situaciones de vulnerabilidad para hacer un relevamiento, y repartir bolsones de comida y artículos de limpieza a quienes lo necesiten. Así comenzó un camino de militancia que hoy en día la hace soñar con pasillos repletos de putos, tortas y travas que le pongan onda y colores a los lugares que la heterosexualidad oscureció.
La alegría se pasea por los pasillos del Belgrano
Pocas cosas pueden venir mejor a la tristeza de un hospital que el calor de la alegría trava para curar la palidez con los colores de las mariposas. Después de una siesta reparadora junto a su gatito Tom, Ivana recuerda el recibimiento cálido de sus compañeres, aunque admite que como en todos lados había gente con cara larga y de pocos amigues. El día anterior a su primera jornada estuvo eligiendo la ropa que vestiría, y seguramente habrá imaginado más de una vez cómo sería entrar, hablar con las primeras personas, iniciar sus tareas. Su cuerpo alojó quién sabe cuantas emociones durante las horas que transcurrieron entre el llamado y el primer paso dentro del Belgrano.
Ivana se inscribió hace poco menos de un año en el Registro de Anotación Voluntaria para conseguir empleo en el sector público Nacional. Según cuenta, así como ella y Nicolás, un joven trans que también ingresó, hay al menos quince compañeras que esperan entrar a trabajar al Hospital. Aunque se encuentra ansiosa para que la suerte llegue también para ellas, Ivana afirma haberlas sentido cerca en su primer día: “Entré yo y adentro mío estaban todas esas compañeras, entré como comiéndome el hospital”, cuenta.
La Ley de Cupo e Inclusión establece “que las personas travestis, transexuales y transgénero, que reúnan las condiciones de idoneidad, deberán ocupar cargos en el sector público nacional en una proporción no inferior al 1 por ciento del total de los cargos”. Todo indica que, al igual que Ivana, gran parte del colectivo debería contar de a poco con la oportunidad de trabajar de manera formal, para dar vuelta la página y poder abandonar la marginalidad a la que son arrojadas por este sistema expulsivo. Dos de las guerreras que prestan su nombre a esta ley, Lohana Berkins y Diana Sacayán, hoy emperatrices del cielo trava, ayer militantes furiosas por los derechos de la comunidad, sabían muy bien que la imposibilidad de acceso al empleo formal es un eslabón de la pobreza estructural que sufren travestis y trans. El círculo vicioso que se convierte en un espiral de violencia se corta cuando las travas irrumpen en el Estado, y luego el Estado intercede en esta realidad.
No (todo) fue magia
La presencia de travestis y trans en roles estratégicos de tomas de decisiones fue fundamental para llegar hasta la conquista de esta Ley. Para seguir pensando políticas que promuevan la ampliación de derechos y la garantía de que los adquiridos más recientemente se cumplan es imprescindible que los espacios en donde se toman las decisiones sean ocupados por quienes son protagonistas de esas historias y saben cuáles son las necesidades de su sector. De cara a las elecciones legislativas nacionales, la campaña #TransEnLasBancas propone justamente garantizar la participación de uno de los colectivos más vulnerados de la historia de nuestro país.
Si bien se sabe que Diana y Lohana son madrinas en el más allá trava de todas las generaciones disidentes que buscan luz en momentos de zozobra, cuando la magia se acompaña de gestión y viceversa, las cosas suceden y los derechos se vuelven tangibles.
Hoy la vida de Ivana cambió y en su cuerpo trava la felicidad recorre los pasillos del Hospital Belgrano. Pensar que esa alegría puede ser la de miles que salgan de los márgenes y recorran, no los pasillos, sino las calles sin miedo a la violencia, es ni más ni menos que soñar con una sociedad más justa.