En un año electoral y en una época marcada por la militancia transfeminista, las personas con discapacidad nos encontramos en medio de preguntas obligadas acerca de nuestra participación en los movimientos populares. ¿Qué lugar ocupan nuestros cuerpos dentro de las luchas sociales? ¿Podemos nosotres conformar esa red necesaria ante el avance de la derecha en todo el mundo? ¿Los reclamos de nuestro colectivo ocupan un lugar en la agenda política? Un debate del que emergen más preguntas que respuestas, en el Día Internacional de las Personas con Discapacidad.
Un nuevo Día Internacional de las Personas con Discapacidad nos reúne y nos vuelve a poner en agenda. Un nuevo 3 de diciembre nos invita a visibilizar nuestras corporalidades, mentes y emociones, desde un orgullo profundo de ser. El aislamiento por la pandemia del Covid-19 nos dejó muchas preguntas sobre las formas de militar y de poner el cuerpo en actividades o movilizaciones; nos invitó a repensar a todes -personas con discapacidad y sin discapacidad- sobre las formas que tenemos de activar las causas en las que creemos, que defendemos y las que necesitamos para sobrevivir. Es parte del ejercicio político decidir cómo manifestarnos y considero que deberá ser uno de los debates de los agitados tiempos que vienen: ¿qué lugar tenemos las personas con discapacidades en los movimientos populares cuando las barreras de accesibilidad son más fuertes que nuestras ganas de luchar?
¿En qué pensamos cuando hablamos de barreras de accesibilidad? Accesibilidad no sólo significa que un colectivo tenga rampa para silla de ruedas o que un medio de comunicación cuente con Intérprete en Lengua de Señas Argentina. El concepto de accesibilidad es más amplio: es un mundo que abrace nuestras identidades y que nos reciba considerando que tenemos narrativas necesarias para deconstruir una política tradicional que no para de excluir. Que nos ampare, a la vez, como generadores de nuevos escapes que nos invitan a refugiarnos ante la injusticia. Las organizaciones de personas con discapacidad no pudimos ni podemos ser parte de las luchas populares si siguen considerando que somos sujetes de asistencialismo y no de autonomía. Las puertas de ingreso a los activismos se nos cierran cuando establecen sólo un tipo de persona apta para militar, una persona que por supuesto convive sin bastones blancos ni verdes, sin muletas, sin férulas, sin audífonos, sin sillas de ruedas, sin andadores, sin valvas, sin corsets, sin pañales, sin cateterismos, sin medicación.
El sistema patriarcal y capacitista nos ha tildado como frágiles en el momento de incluirnos en los activismos y eso se siente en cada movilización, en cada discurso de compañeres y en cada intervención de referentes. La anulación de nuestra identidad disca se ha colado también a la hora de salir a las calles.
Cuando una persona con discapacidad está reclamando accesibilidad no sólo pongamos el foco en el medio físico. Pensemos también en las distancias, en los tiempos, en las palabras que usamos, en los modos de relacionarnos, en los sonidos y en las imágenes. Pongamos atención en lo que nos rodea. ¿Es este un mundo que abraza las identidades discas? Definitivamente no. ¿Me ayuda salir de casa y que mi vecine me tenga lástima? ¿Es placentero escuchar que el encargado de mi edificio murmure “pobrecita” cuando me ve salir? ¿Me sirve acceder a un colectivo en una rampa si alguien se acerca a preguntarme “qué me pasó”? ¿Es agradable que me pregunten mi diagnóstico antes que mi nombre?¿Es funcional salir a marchar a la calle pero no encontrar ningún baño adaptado? ¿Es posible permanecer en manifestaciones donde el hecho de empujar a le otre no sea cuestionado? ¿Es necesario que participar de una movilización implique caminar cuarenta cuadras y que los huesos duelan durante días? ¿No es agotador para las personas ciegas estar constantemente exigiendo flyers digitales con su correspondiente descripción? ¿No es urgente que todos los discursos políticos cuenten con sus intérpretes en LSA-E y no sea sólo voluntad de poques? Mientras no tomemos estas preguntas -y tantas otras surgidas de múltiples activismos que se me escapan-, deberemos conformarnos con los derechos que a algunes les sobran y con alzar la voz desde las periferias de lo establecido. ¿Eso significa que queremos ser parte de la construcción política tal como la conocemos hoy? Definitivamente no. Pero, en la mayoría de los movimientos populares a nosotres nos resta sobreadaptarnos al capacitismo imperante y sobrevivir, hasta que todo sea de acuerdo a nuestras necesidades.
Habilitar y habitar el cansancio es necesario y hasta revolucionario, pero ahí necesitamos nuestras redes: las redes de afecto, de apoyo, de sostén. Las redes que harán eco de nuestros reclamos y decidirán ser traidores a su capacidad, a su clase, a su género. Harán el esfuerzo por despojarse de sus privilegios y pensar la vida en clave disca. Nosotres necesitamos eso, más gente que piense el mundo de una perspectiva anticapacitista.
El capacitismo no es una decisión personal, es un sistema en el que estamos inmersos desde que nacemos y que lo reproducimos absolutamente todes, porque incluso nosotres discas oprimimos a otras discapacidades y a otras identidades no hegemónicas. No podemos negar esa realidad. El capacitismo nos evalúa y jerarquiza en cada momento de acuerdo a lo que podemos o no podemos hacer, las 24 horas, los siete días de la semana. Nos evalúa en torno a lo que producimos y cómo lo producimos. Nos excluye por tener tiempos diferentes a lo que el sistema productivo exige. Es un paradigma que no podemos dejar de ligarlo con el capitalismo, con el colonialismo, con el edadismo, con el racismo, con el machismo, con el cisexismo. Están cómodos los sistemas opresores, uno arraigado al otro, mientras nosotres tapamos baches de injusticias y recibimos derechos a migajas.
Deseo para este día la furia necesaria para estar orgulloses de ser una disidencia. Para eso, es necesario también que quienes ocupan lugares de representación en ámbitos donde se habla de discapacidad cedan el lugar a personas que estamos atravesadas por este factor de opresión. Es urgente hablar y escuchar en primera persona, hay muches activistas con mucho para contar. No puede ser que siempre los lugares de poder lo obtengan personas sin discapacidad que sostienen y legitiman en sus discursos al modelo médico-rehabilitador, aquel que nos entiende como cuerpos en falla que para aportar a la sociedad necesitan ser curados. Otorguemos las herramientas necesarias para que les discas construyan sus propios relatos y cedamos los lugares que no nos pertenecen para que sus sentires y pensamientos también sean parte de la agenda pública. Es terrible para un colectivo avasallado históricamente por la caridad y la rehabilitación desmedida que nuestros principales referentes públicos sean -o pretendan ser- personas sin discapacidad, que desde afuera patologizan nuestras existencias. Debemos poner en valor las identidades discas y no los títulos de especialista. Allí también tenemos un frente de batalla, nuestra lucha también es acerca de cómo se construyen los saberes y experiencias.
La lucha será hoy, un nuevo 3 de diciembre, celebrar con orgullo el hecho de ser una disidencia corporal en un mundo regido por lo normal. El orgullo será seguir confiando y apostando en las posibilidades de nuevos tejidos sociales, que tendrán como bandera el anticapacitismo y el abrazo a identidades políticas históricamente postergadas. Que hoy sea un punto de partida para las personas sin discapacidad, que luchen con nosotres para generar entornos más amables con nuestras características.
Como dice mi amiga Marika Combativa, les invito a ser traidores de su clase, de su género y de su capacidad. Pensemos en conjunto en clave anticapacitista, nosotres no podemos soles.