En un contexto donde la distinción entre lo íntimo, lo público y lo privado se vuelve cada vez más difusa, experiencias como la sexualidad pierden la privacidad cuando alguien rompe el pacto de confianza sin consensos ni consentimientos. Sin embargo, pareciera que aquellas conversaciones que se daban por debajo de la mesa, hoy cobran un rol de espectacularidad a través de las plataformas digitales o de los medios de comunicación de streaming. ¿Qué hacer cuando la ruptura de la intimidad pasa a ser parte de un show? ¿Quiénes tienen la legitimidad para circular información sin el consentimiento ajeno? ¿Quiénes eligen poner un freno?
¿Qué hacer cuando la ruptura de la intimidad pasa a ser parte de un show? ¿Quiénes tienen la legitimidad para circular información sin el consentimiento ajeno? ¿Quiénes eligen poner un freno?
La exhibición de la sexualidad como parte del espectáculo siempre ha sido un tema en debate dentro de la agenda feminista. De hecho, los relatos íntimos y los cuerpos hipersexualizados tuvieron su auge en la televisión argentina durante la década de 1980, para luego continuar en programas de formato magazine y entretenimiento. Lo que une a esta cultura hipersexualizada cada vez más cuestionada y en paralelo más resistente, es que hay un actor central que son los varones, desde quienes consumen estos mensajes hasta quienes lo reproducen. No solo en aquellos mensajes que se dan en el círculo social íntimo, sino también aquellos que ocupan un rol en la mesa pública y mediática.
Es evidente la disparidad en el tratamiento mediático y la opinión pública sobre la filtración de relatos o contenidos íntimos. Son numerosos los casos de figuras públicas femeninas que han sido expuestas en redes sociales con imágenes sexuales, y es notable que quienes propagan e incentivan estos casos, en su mayoría, son los hombres.
Recientemente, Eial Moldavsky recibió críticas por sus comentarios en su programa de Olga, donde compartió una historia que supuestamente era ficticia sobre una relación con una famosa, incluyendo detalles de una cita y situaciones íntimas. Días después Ari Paluch, en un pase de la Rock & Pop con Martina Paluch y Beto Casella, hizo un comentario inapropiado sobre una locutora: “Esa chica es linda. Vamos una mañana y le ponemos en el vaso con agua”, en referencia a la droga burundanga.
¿Qué es lo que unen estos dos ejemplos? ¿Cuáles son los límites del humor? ¿Cuáles son los espacios habilitados para hablar sobre la vida ajena? ¿Existen recursos para revertir la palabra? ¿Basta con las disculpas? ¿Y la cancelación?

Lo que parecía ser una anécdota más típica de esta generación mainstream de streaming se convirtió en un ejemplo para incentivar otro tipo de periodismo, pero también deja en evidencia que no existe un límite ni una autorreflexión por parte de los varones si alguna persona cercana o la opinión pública no marca el error. Es decir, ¿los varones tenemos que llegar al escrache público para generar un punto de inflexión?
En el aire de la Rock & Pop, Beto Casella intenta marcarle un límite a Ari Paluch, pero prefiere delegarle la responsabilidad a la hija del acusado: “Frenalo vos a tu padre”, acotó el periodista. No era necesario la intervención de una mujer cuando la mirada y el chiste estuvo dirigido hacia su par.
Encontrarle un límite al humor muchas veces resulta difícil para quienes lo ponen en práctica desmesuradamente para vender sus productos. El formato de streaming de entretenimiento, en algún punto, invita a similar un encuentro entre amigos con una cámara charlas donde se abordan temáticas de interés para un público juvenil y tuitero. Sin embargo, el punto de la crítica no parte en el medio, sino para quienes reproducen comentarios notablemente preparados para un recorte de Tik Tok sin medir los sentidos ni las consecuencias de las palabras.
Pero no se es hombre en soledad, claro. Varios autores vienen aportando sobre la construcción de la masculinidad desde lo colectivo, en los círculos de socialización y en los consumos culturales que van configurando un estereotipo tradicional del ser hombre. La complicidad es una característica que también se da en esos términos que es necesaria poner en tensión, ¿pero eso basta para frenar las conductas que ya no van más?
En realidad lo que ocurrió en el caso de Eial Moldavsky, y no puntualmente porque sea él, sino porque ejemplifica una cierta complicidad colectivamente acordada, es que responde a una matriz que considera al cuerpo femenino como un producto de marketing aunque quien lo haya hecho se mencione como admirador de la artista o como un adherente de las transformaciones feministas y progresistas.
En el caso de Paluch, anteriormente denunciado por acoso en 2017 y desvinculado del canal América, fue apartado de la emisora, aunque tomar medidas de cancelación no bastan porque no se puede sostener una impunidad a la hora de hablar y luego solucionarlo con unas sencillas disculpas.
