Por Candela Blanco
Una chica barcelonesa aterrizó en la escena musical en el 2017, con el disco Los Ángeles. El nombre de Rosalía comenzó a hacerse conocido en España a través del videoclip de “Catalina” y luego rompió las barreras nacionales con el sencillo “Aunque es de noche”. Trajo consigo un aire de renovación a la música flamenca, haciendo que sea más accesible para los oyentes fuera de España y logró una nominación como Mejor Artista Nueva en los Grammy Latinos.
El 2018 concluyó con el éxito de El mal querer a nivel mundial. El segundo disco de Rosalía, presentado en noviembre, se aleja de la intención minimalista de su antecesor, Los Ángeles. Surgido como proyecto de tesis para completar los estudios del Título Superior de Flamenco, esta obra se presenta como experimental y brinda una fusión de estilos que genera un mapa de relaciones nuevas e impensadas.
Rompiendo con la tendencia cada vez mayor de escuchar música de a porciones, en singles o en listas arregladas por algoritmos, la artista española trae una obra conceptual. Canta y cuenta en igual medida, iguala canciones con capítulos y se coloca como heredera de una tradición oral narrativa. El mal querer es música e historia, como narración y como legado de un grupo social.
Una puesta diferente
Cada una de las canciones tiene dos títulos: uno que es el propio de la canción, como unidad independiente, y otro que corresponde al capítulo de la historia que está siendo contada. El disco relata la vida de una chica que luego de casarse comienza a ser víctima de una relación tóxica y una escalada de violencia. Comienza con los celos y concluye con el cautiverio y los golpes.
El tema principal parte de la influencia de la obra El roman de la Flamenca, del siglo XIII, en la cual un hombre consumido por los celos aprisiona a su esposa. La mayor parte del manuscrito está perdido. Sin embargo, aún se conservan fragmentos que revelan la actitud insumisa de la protagonista frente a la situación de opresión en la que se encuentra: “solíais valer tanto que todo el mundo hablaba de vos, y Dios y los hombres os amaban, pero os tornasteis tan celoso que me matasteis a mí y a vos”.
El disco también se plantea como una obra que escapa lo puramente musical y encuentra otra vía de expresión en el soporte visual. La originalidad habita los videoclips de “Malamente”, “Pienso en tu mirá”, “Di mi nombre” y el más reciente “Bagdad”, también las imágenes que ilustran cada una de las canciones. Estas fueron creadas por el artista Filip Custic y acompañan la versión deluxe del disco en forma de cartas de tarot: rememora la tradición adivinatoria gitana.
Los videoclips funden las melodías de las canciones con un simbolismo que evoca toda una liturgia tradicional. Mientras las técnicas de montaje y un estilo anclado en el siglo XXI nos devuelven al presente, un lugar desde el cual nos paramos para absorber e interpretar lo que experimentamos al ver y escuchar. “Di mi nombre” comienza con Rosalía posada en una cama. Viste el mismo atuendo que La maja vestida del famoso cuadro de Goya. Evoca las ideas típicas de la mujer como musa y virgen. El cuadro mencionado tiene su contraparte en La maja desnuda, que generó escándalo en su época y fue ocultado de la mirada pública durante años.
El mal querer escapa la linealidad de su propio significado para trazar incontables vínculos con otras obras, ya sean de la tradición española o de la música pop, como el sampleado de “Cry me a river” de Justin Timberlake con el que comienza “Bagdad”. Rosalía se coloca en una constelación que relaciona su arte con el pasado y el presente. Logra que sigamos encontrando información nueva con cada escucha.
Imagen: Filip Custic