Entender el vínculo entre iglesias evangélicas y partidos de derecha no es tarea fácil. La política y la religión llevan un entrelazamiento histórico que precede a la formación de los estados nacionales y que acompañó su desarrollo de formas complejas, diversas y poco lineales, dependiendo de los territorios y las circunstancias históricas.
En Argentina las iglesias evangélicas estuvieron presentes desde los inicios de su conformación como país y a través de diversas corrientes migratorias. Sin embargo, su notable crecimiento y su injerencia política comenzaron a llamar la atención y a suscitar todo tipo de opiniones durante los últimos años.
En 2019, el programa Sociedad, Cultura y Religión (CEIL-CONICET) realizó la Segunda Encuesta Nacional sobre Creencias y Actitudes Religiosas en Argentina. El estudio determinó que el 15,3 por ciento se define como evangélicx, dato que contrasta con el primer relevamiento, realizado en 2008, en el que lxs evangélicxs sumaban solamente el 9 por ciento de la población del país.
Un poco de historia
Ciertamente, las iglesias evangélicas no siempre representaron una expresión social conservadora. Las reformas luterana y calvinista del siglo XVI se manifestaron como un nuevo orden que permitía poner un freno al catolicismo imperialista, pero además, significaban una democratización de la fe, obviando las rígidas jerarquías de la iglesia católica.
Los movimientos socialistas y anarquistas de Europa tuvieron una fuerte influencia en estas expresiones del cristianismo, donde los matrimonios eran más igualitarios, y temas como la anticoncepción y el divorcio eran abiertamente debatidos e, incluso, tuvieron influencia en debates del feminismo de la primera ola. Con el paso del tiempo, fueron surgiendo diversas expresiones de cristianismos no católicos, como el metodismo y el pentecostalismo, en gran parte debido a su carácter descentralizado y a su relación no reglada con las escrituras.
A modo de contrapunto, por ejemplo, durante la guerra fría en Estados Unidos se impulsaron movimientos evangélicos abiertamente anticomunistas, como forma de combatir el pensamiento de izquierda y de instalar políticas más conservadoras.
Tanto en la religión católica como en las evangélicas, los cruces entre progresismo y conservadurismo son complejos y poco lineales. Pero en los últimos años viene produciéndose un fenómeno de crecimiento exponencial de iglesias evangélicas con una matriz eminentemente conservadora. Particularmente, de las iglesias pentecostales, y específicamente y sobre todo en Brasil, de la Iglesia Universal del Reino de Dios.
La novedad del pentecostalismo es que, además de su carácter descentralizado y de la posibilidad abierta de convertirse en pastor o pastora en poco tiempo sin obstáculos, se basa en la creencia no metafórica de los dones del Espíritu Santo. Esto significa que en esta religión los milagros son posibles.
La Iglesia Universal del Reino de Dios, fundada por Edir Macedo en Brasil en 1977, es un caso paradigmático del vínculo entre estas nuevas iglesias, el poder económico, el político y el lobby mediático. Macedo es obispo de su propia iglesia, empresario, banquero, dueño de múltiples medios de comunicación y referente de un amplio sector social que apoyó el ascenso al poder del ex presidente de ultraderecha Jair Bolsonaro. Su culto se exportó a más 180 países. El lema “Pare de sufrir” se sintoniza en radios y programas televisivos de trasnoche y se reitera imparable a la espera de almas solitarias y abandonadas. La salvación está a pocos pasos, a cambio de un diezmo que se multiplica exponencialmente, y que, según la revista Forbes, acumulaba en 2013 unos 1100 millones de dólares.
La Red Record, medio que impulsó en 2018 la campaña presidencial de Bolsonaro, es el segundo medio más importante de Brasil. Desde allí se transmitieron y exportaron innumerables series con exitoso rating en muchos países, incluyendo Argentina, como Moisés, Los diez mandamientos y Jesús. En ese país, el credo evangélico representa al 30 por ciento de la población.
Entonces, si bien el culto evangélico no necesariamente implica creencias conservadoras, en el último tiempo vienen expandiéndose por Latinoamérica iglesias pentecostales y Del Reino, cuya matriz es ultra conservadora y cuyo alcance territorial es un preciado bien de intercambio con los poderes políticos. Muchas de estas iglesias, además, emprendieron particularmente una cruzada contra lo que llamaron “ideología de género”, comandando una batalla ideológica contra leyes de democratización e igualdad ciudadana para mujeres y LGBTIQ+, como la ley de Educación Sexual Integral, de Matrimonio Igualitario, de Identidad de Género, y particularmente, la ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo.
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Neoconservadores en Latinoamérica
Les investigadores del CONICET Sara Isabel Pérez y German Santos María Torres lo advierten en un exhaustivo estudio sobre los discursos religiosos y su articulación con grupos anti-género en América Latina: “Se observa así un desplazamiento en la política sexual en la región latinoamericana en las últimas décadas, que estuvo marcada en un principio por la presencia pública de líderes religiosos, y pasó hacia la creciente actuación de organizaciones no gubernamentales autodenominadas “pro-vida” o “pro-familia”.
“Estos grupos han ganado visibilidad como parte del activismo neoconservador, operando en el ámbito de la sociedad civil de maneras que trascienden lo religioso, sin reemplazar a los actores religiosos conservadores tradicionales (como la iglesia católica y algunos evangélicos) y construyendo con ellos una convergencia política contingente en muchos ámbitos de la vida pública”, continúan.
Un ejemplo de esta convergencia es el actual Consejo Social del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, presidido por la evangélica Cynthia Hotton. Este consejo, creado en 2019 y reglamentado a fines de 2022, se propone como un órgano consultivo que articula entre el estado, sectores del empresariado, diversas organizaciones civiles y la ciudadanía. Solo para brindar algunos ejemplos, entre las organizaciones que integran el consejo se encuentran la Alianza Cristiana de Iglesias Evangélicas (ACIERA), la Red Evangélica de Adicciones, la asociación Abrazo del Cielo, que se identifica con la "misión de intervenir en la vida de bebés cuyos padres han decidido abortarlos", y la Red de Acompañamiento a la Mujer con Embarazo Vulnerable, creada en 2019 y representada por Susana Mobilia con el fin de oponerse a la legalización del aborto en Argentina. Esta última, además, promueve una línea telefónica gratuita que desinforma sobre los abortos.
Las influencias de este sector y de las asociaciones mencionadas es evidente: la Alianza Cristiana de Iglesias Evangélicas de la República Argentina (ACIERA) reúne casi el 80 por ciento de iglesias evangélicas del país.
Esta convergencia entre ciudadanía, asociaciones civiles y otros poderes, da cuenta del tramado económico y político que opera con el objetivo de retroceder en materia de derechos para mujeres y disidencias, bajo lemas de defensa de valores como el matrimonio, la familia o las mismas infancias, cuando en realidad solo socavan sus derechos y su defensa ante posibles abusos sexuales, como es el caso de la Ley de Educación Integral. En la misma página del gobierno de la Ciudad, Hotton es presentada como “cristiana, esposa y madre de tres hijos” y como defensora de la libertad religiosa.
Sin ir más lejos, durante la reciente presentación de la Agenda Social 2023 , en un acto en el que participaron el actual jefe de gobierno de la ciudad Horacio Rodríguez Larreta y Cynthia Hotton, junto a más de mil pastores y pastoras, intentaron dar curso a un 0800 que pretendía disuadir a personas que quisieran abortar, vulnerando su derecho a acceder a la práctica. Dicha propuesta debió dar marcha atrás a partir del reclamo de movimientos feministas y organizaciones que denunciaron la vulneración de una ley de alcance nacional.
Entre las y los pastores que se encontraban congregados con el jefe de gobierno de CABA y la funcionaria evangélica, se encontraba la organización ACIERA y organizaciones civiles anti derechos, lesbo y trans odiantes.
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¿Democracias en peligro?
Marcos Carbonelli es doctor en Ciencias Sociales por la Universidad de Buenos Aires (UBA) y especialista en estudios sobre poder religioso y clase política. En diálogo con Feminacida, avisa que es difícil datar cuándo empieza el crecimiento de las iglesias evangélicas en Argentina porque no figura la pregunta por la confesión religiosa en el censo. Solo hay datos de las encuestas citadas en esta nota.
“Las razones sí están más claras, merced a un cruce de datos cuantitativos y cualitativos. Por lo cuantitativo, sabemos que la mitad de las personas evangélicas en Argentina son conversos y un 90 por ciento vienen del catolicismo. La hipótesis de Pablo Seman indica que la Iglesia Católica experimentó un proceso de secularización, de desencantamiento y de burocratización que la alejó de la feligresía aún más”, refiere el investigador.
Paralelamente, las pentecostales el tipo de iglesia evangélica que más crece en todo el mundo “subrayan un Dios presente en la cotidianeidad, bajo la figura del milagro, que se traduce en cosas concretas: conseguir trabajo, dejar los vicios, recomponer la familia. Además, “el pastor puede ser un vecino, conocedor de la realidad barrial, mientras que en el caso de la Iglesia Católica el cura es un especialista, letrado, que viene de lejos, de realidades distantes a la de la comunidad en la que se inserta”, compara Carbonelli.
Sobre la configuración de la alianza entre la religión y los discursos de derecha, el doctor en Ciencias Sociales manifiesta que se logra a fuerza de interpelaciones que dan resultado en determinadas coyunturas. “Los sectores de la derecha en América Latina han encontrado fórmulas más eficientes para interpelar y traer para su lado a los grupos religiosos, mientras que los sectores de izquierda y progresistas, o no se ocuparon o fracasaron en dicha interpelación”, explica y subraya: “No existe una inclinación natural de estos grupos hacia la derecha. Se derechizan en un contexto donde les resulta más cómodo dialogar con sectores con los que comulgan con un ideario moral y que no los tildan de fundamentalistas, como sí hacen los sectores progresistas”.
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Carbonelli participó de la investigación Derechos en cuestión. Amenazas y desafíos para las democracia, financiada por CLACSO. Ante la pregunta si peligra la democracia ante estos discursos cada vez más masivos o de mayor aceptación en la sociedad, la respuesta es no. “Porque en Argentina, pero también en otras partes de América Latina, los grupos religiosos conservadores se manifiestan hacen siguiendo las reglas de la propia democracia: marchan en la calle, asisten a las audiencias públicas, polemizan en redes sociales, arman partidos. Salvo grupos muy minoritarios, que hicieron escraches o usaron un lenguaje directamente amenazante, lo que primó fue una adecuación a la gramática democrática”, responde el investigador y autor del artículo "La politización religiosa y sus retos para la democracia".
Para Carbonelli tampoco fueron “potentes”: “Apostaron, por ejemplo, a partidiizar la cuestion del aborto y todas las expresiones partidarias celestes fracasaron rotundamente. No pudieron convertir la división celeste-verde en un clivaje electoral. El sistema político supo procesar el conflicto y asimilar celeste y verdes en cada una de las filas de los grandes partidos”.
El Reino II, entre el presente y la distopía
La primera temporada de la serie El Reino, creada por Claudia Piñeiro y Marcelo Piñeyro, llevó a la representación ficcional esta compleja relación entre nuevas iglesias y derechas. En este universo ficcional, un pastor evangélico muy prestigioso y su inteligente esposa comienzan a involucrarse en un denso entramado de poder económico y político. Nos encontramos con un posible alter ego del pastor brasileño Edir Macedo, que utiliza la creencia en los milagros de las iglesias pentecostales para manipular a enormes masas de feligreses y enriquecerse a gran escala.
La segunda temporada profundiza ese vector argumental. Tadeo Vázquez, el ex colaborador del pastor Emilio, a partir de la viralización de un video en el que denuncia el asesinato de un joven a manos de la policía, se convierte en un líder popular que lucha contra las injusticias de les que menos tienen. El carácter de líder social que adquiere el personaje y la denuncia de situaciones de fuerte actualidad como la extracción indiscriminada de recursos, el gatillo fácil, la represión y violencia policial, la desaparición de niñas, los femicidios, los abusos sexuales a infancias, o las huelgas de trabajadores, se entrecruzan con el recorrido nómade de uno de los protagonistas, plagado de reminiscencias bíblicas similares al camino de Jesús como líder carismático hasta la ciudad de Jerusalén.
Excepto por el desplazamiento entre quién realiza milagros (Jonathan) y quién es el líder carismático (Tadeo), las referencias se repiten una y otra vez hasta la exacerbación: la caravana nómade por un paisaje desértico encarnado en la Puna, la presencia en la boda de unos amigos, las personas que acuden para dejarles comida y víveres a su paso, los discípulos que se suman en el camino, la discípula-compañera Jaylli (que nos recuerda a Magdalena), o el discípulo llamado Pedro, en el marco de una confianza en la providencia y la lucha pacífica por la verdad.
El epicentro de paralelismos con el relato bíblico se encuentra en el asesinato de Tadeo, y la toma de consciencia de uno de sus mejores amigos, Julio Clamens, quien tiene la epifanía de que su muerte fue una “ofrenda”, para dar inicio a la lucha y resistencia social al régimen de facto en ciernes.
Si bien la serie enfatiza permanentemente en las injusticias sociales, dejando permanentemente ecos de acontecimientos y referentes de nuestra historia reciente, valdría sopesar los potenciales peligros semánticos de considerar un crimen perpetrado por las fuerzas militares o para-militares de un gobierno, como una suerte de ofrenda o paso necesario para una subsiguiente revuelta social. Esta resignificación de la muerte de Tadeo como ofrenda, en superposición con la mítica figura de Jesús, puede tener derivaciones complejas por encima de los principios democráticos que se aparentan defender: la idea de un crimen que se ejecuta, no por el uso de la violencia estatal sino en cumplimiento de un plan divino.
Mientras que El Reino nos acerca a la posibilidad de explorar en clave distópica los peligros que enfrentan las actuales democracias y el crecimiento de las nuevas derechas (en muchos casos en alianza con iglesias evangélicas y sectores de derecha de la iglesia católica) en clave nacional, algunas dudas sobrevuelan al respecto.
¿Es posible apreciar esta crítica en una narrativa donde lo problemático no radica en una determinada creencia, sino más bien dónde se encuentra? ¿Por qué una ficción que pone tanto empeño en mostrar el peligro que corren las democracias y los derechos adquiridos a costa de dogmas, a la vez instala incesantemente paralelismos bíblicos y jóvenes milagrosos? ¿Quiénes son lxs indicadxs para distinguir entre el chantaje con fines de manipulación y el “verdadero milagro”? ¿Qué muerte perpetrada por el estado puede ser entendida como una “ofrenda”?
Sorprende que una serie que muestra los peligros de ser gobernades por una teocracia, coloque enfáticamente en primer plano, no solo la fe, sino también, curiosamente, la creencia pentecostal en los milagros. Y que además, ofrezca posibilidades de lectura en clave de parábola bíblica, volviendo a circuitos simbólicos cerrados.
La representación de distintos sectores que abarcan desde nuevas iglesias evangélicas, representantes del poder empresarial, fiscales, medios de comunicación, militares y policías retirados, diputadxs, agentes de inteligencia hasta infiltrados norteamericanos en el gobierno, busca dar cuenta de la cantidad de intereses que se encuentran en pugna más allá de una figura presidencial o de un partido político, mostrando al poder como un tramado complejo y opaco.
Mientras parte de la sociedad encuentra un eco creciente en expresiones de anti política y ultraderecha, cabe preguntarse sobre los vínculos entre política e iglesias, y su creciente influencia a nivel federal y continental. ¿Es posible hoy, pensar en democracias laicas y avanzar hacia una ética de los derechos humanos, independientemente de los códigos morales de determinados sectores? Preguntas que se abren, entrando y saliendo de las ficciones, en la búsqueda de un futuro donde las identidades, las orientaciones sexuales, y las vidas que escapan a los modelos tradicionales no sean delito ni se vean amenazadas.