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Grooming: el acompañamiento adulto es ineficaz

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En el 2000, la Fundación Cumbre Mundial de la Mujer designó al 19 de noviembre como el "Día mundial para la Prevención del Abuso contra las infancias y adolescencias". Es serio y urgente. Este día tiene como finalidad concientizar sobre qué significa la violencia, el maltrato y su explotación.  En 2020, en contexto de aislamiento a raíz de la pandemia por COVID-19, los peligros a los que infancias y adolescencias se vieron expuestos se intensificaron. No sólo por permanecer más tiempo en los hogares, sino también por el contacto necesario con internet.

La Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia (SENAF), junto a la asociación civil Faro Digital, desarrolló un estudio exploratorio sobre la información, el conocimiento, las percepciones y las subjetividades de las y los adolescentes respecto al grooming.

Ante las situaciones de abuso a la integridad sexual de niños, niñas y adolescentes se sancionó en 2020 en nuestro país la Ley Nº27.590, que establece la creación del Programa Nacional de Prevención y Concientización del Grooming o Ciberacoso contra niñas, niños y adolescentes. Esta ley entiende por grooming o ciberacoso a la acción en la que una persona por medio de comunicaciones electrónicas, telecomunicaciones o cualquier otra tecnología de transmisión de datos, contacte a una persona menor de edad con el propósito de cometer cualquier delito contra la integridad sexual de la misma.


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El abuso sexual es un crimen silenciado, especialmente en la infancia, lo que trae como consecuencia graves dificultades para su abordaje en la sociedad. En muchas ocasiones, el principal lugar donde ocurren es en el ámbito intrafamiliar. Entonces, entramado de silencios se profundiza aún más. 

La ley, reglamentada por el decreto 407/22, propone el desarrollo integral de acciones de formación, información, investigación y difusión de la problemática y establece a la SENAF como autoridad de aplicación. En este sentido, el estudio tuvo como objetivo explorar el grado de información y conocimiento con que cuentan las adolescencias respecto al delito de grooming, identificar qué recursos presentan las adolescencias para afrontar un caso de abuso sexual en entornos digitales y determinar con qué grados de acompañamiento cuentan: familias, docentes, cuidadores, pares.

Generar estrategias de acompañamiento es responsabilidad de les adultes

Entender que la responsabilidad de cuidados y de diseño de estrategias para enfrentar peligros en entornos digitales es de adultes y cuidadores es el principal paso para reconocer y garantizar los derechos de niños, niñas y adolescentes. Como indican desde Faro Digital, “si no se cumple este objetivo, se seguirán reproduciendo las desigualdades históricas también en Internet, no solo desde el punto de vista instrumental y de acceso, sino de alfabetización, cuidados y generación de habilidades digitales cada vez más necesarias e indispensables”.

Al respecto, se hace necesario promover instancias de formación, reflexión, debate e información sobre los alcances y las problemáticas sociales que pueden manifestarse por el uso de las herramientas digitales, desde el reconocimiento, cuidado y protección de los derechos de niños, niñas y adolescentes. 

Según las respuestas obtenidas en los talleres realizados en varias provincias del país, el 41 por ciento de les adolescentes consultades, afirmaron alguna vez haber charlado sobre el tema con sus familias, mientras que el 52 por ciento lo hizo con sus pares.

Otra de las cuestiones que el 78 por ciento de las personas encuestadas afirman es que prefieren hablar sobre cómo manejarse en internet, redes sociales o juegos en línea con su grupo de amigues porque no encuentran en adultes, docentes o cuidadores personas capacitadas para ayudarles. Según el informe, “de esto se desprende una gran situación de vulnerabilidad en el espacio digital: la ausencia de acompañamiento eficaz por parte de personas adultas de confianza”. 

Ante la ausencia de acompañamiento adulto, las adolescencias desarrollan estrategias de autocuidado. Resulta imperioso, entonces, comprender la problemática con todas sus aristas y generar espacios de decisión que fomenten prácticas seguras y respetuosas de los derechos de cada niño, niña y adolescente.


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Otros datos que se desprenden del relevamiento realizado es que las adolescencias no suelen reconocer al grooming como un delito. Para ellos y ellas, además, existe un prototipo de abusador vinculado a un varón adulto y desconocido, que finge ser alguien que no es, que invade y fuerza a su víctima a hacer cosas que no desea. No ven como posible que se trate de una abusadora o que el abusador sea un varón adulto joven o, incluso, una persona de su propio entorno (docente, familiar, vecino o vecina, etcétera). 

El grooming es, sin duda, uno de los riesgos más alarmantes en los entornos digitales. Pero, lamentablemente, tanto el abuso sexual en la infancia como la explotación sexual de niñas y niños, son violencias históricas que en Internet pueden reconvertirse y, en algunos casos, potenciarse por la facilidad de hablar en forma privada con chicos y chicas. A esto se suma la falta de compañía y consejos de personas adultas en esos territorios. 

Los datos relevados en el informe son de enorme utilidad para la SENAF en el desarrollo del Programa Nacional de Prevención y Concientización del Grooming o Ciberacoso, así como para aquellas políticas públicas que incluyan a las adolescencias y tengan en cuenta sus puntos de vista para el pleno ejercicio de sus derechos, también en Internet. Repensar, entonces, nuestras prácticas adultas y debatir, cocrear y proponer un acompañamiento adulto eficaz resulta imperioso.


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