El Memorándum entre Argentina y China pareciera haberse frenado. Luego de las manifestaciones y el repudio por la instalación de granjas porcinas, ¿el debate está resuelto? ¿Se avanzó o se retrocedió con el acuerdo?
China es el país de mayor consumo de carne porcina en el mundo. Su producción se lleva adelante en mega granjas dentro de torres gigantes donde los cerdos sobreviven amontonados hasta el momento de ser asesinados y vendidos. Esta industria se encontraba en constante crecimiento, hasta que en 2018 un rebrote de la peste porcina africana empezó a propagarse entre los chanchos.
Con temor de que la enfermedad se volviera incontrolable, debieron sacrificar entre 180 y 250 millones de cerdos de maneras casi tan crueles como había sido el estilo de vida en las granjas. Muchos fueron arrojados vivos a pozos y otros prendidos fuego. De esta forma, China había resuelto el problema de la enfermedad, pero ahora tenía que resolver cómo recuperar las 20 millones de toneladas de producción pérdidas.
El gobierno de Xi Jinping necesitaba que algún país le suministre cerdos para alimentar a una población habituada a su consumo. Fue entonces que, impulsado por el empresario dueño del laboratorio Biogénesis Bagó, Hugo Sigman, Argentina comenzó a posicionarse para construir mega granjas y exportar la demandada carne en octubre de 2019.
Las primeras conversaciones son difíciles de rastrear. El gobierno no dejó en claro los detalles del proyecto, por lo que resultaba difícil debatir sobre el mismo. En medio de la crisis sanitaria provocada por el coronavirus (una enfermedad zoonótica) y con el peligro en el medio ambiente que significa traer un emprendimiento de estas características, no fueron sólo las agrupaciones socio ambientales las que exigieron que se detuviera cualquier tipo de negociación.
Juan Luis Uccelli es un asesor privado del sector porcino que estuvo informando y asesorando desde los inicios de un posible acuerdo bilateral. Al ser consultado sobre las primeras iniciativas de traer mega granjas, Uccelli manifestó que era una locura y que no podía permitirse, por lo menos no de esa manera.
Durante las negociaciones, entre muchos comunicados que se filtraban, acuerdos que se rumoreaban y pocas certezas desde Cancillería, los planes fueron variando. Al principio se hablaba de exportar nueve millones de toneladas, lo que se trataba de una cantidad desmedida y peligrosa incluso para los especialistas en el sector. Uccelli entonces propuso una “granja inteligente”.
Estas granjas ya no se llevarían adelante en solo 100 hectáreas, sino en 150 kilómetros cuadrados donde se dispondrán cuatro módulos de tres mil cerdas y distintos galpones de engorde en las que cada chancho contaría con un metro cuadrado. El asesor cree que esta inversión podría alcanzar una facturación anual de unos 1700 millones de dólares” y que significarían “20 mil puestos de trabajo entre producción y faena” y 20 mil más indirectos.
A pesar de esto, se ha difundido a lo largo del tiempo versiones muy diferentes sobre la facturación, el destino final que tendría el dinero y la cantidad de trabajos que generaría. En algunos documentos se habla tan solo de 648 puestos. Lo cierto es que en las distintas experiencias en el mundo con estas empresas todo lo automatizable es automatizado y los puestos de trabajo suelen ser pocos y precarizados
Entre idas y vueltas, China se empezó a desmotivar y a recuperar poco a poco su producción que en el último año creció un 32 por ciento. Debido a lo complicado que parecía llevar adelante un acuerdo bilateral entre ambas naciones, se empezó a buscar una alternativa: la inversión privada. De esta forma, a través de asociaciones de chinos con argentinos las granjas podrían instalarse en el país gracias a la inversión asiática a la que le pagarían con la exportación de carne de cerdo durante los siguientes cinco o seis años, sin necesidad de llegar a un memorándum.
“Los chinos se retiraron del acuerdo, pero todavía hay una oportunidad porque el año que viene van a necesitar 7 millones de toneladas de carne y alguien lo va a tener que producir”, destacó el asesor quien asegura que China ya inició conversaciones con países como México, Ecuador, Colombia y Perú.
Al respecto, Malena Blanco, fundadora de Voicot, movimiento en contra de la explotación animal, se mostró preocupada por esta posible solución que le permitiría al estado sacarse el peso de encima y “jaquear la lucha” de las organizaciones socioambientales porque ya no podrían reclamar directamente a los gobernantes. Todo pareciera indicar que el memorándum no va a firmarse en relación al acuerdo porcino, el cual continuaría en manos privadas, pero Blanco advierte que todavía siguen en pie entre ambas naciones otros negocios, como la cría de pollo y las fábricas de peces. Proyectos con menos prensa, pero que traen aparejados varios problemas ecológicos.
Aunque se había alcanzado una aparente calma en relación al acuerdo porcino, las alarmas volvieron a prenderse cuando en Chaco, una de las provincias con más granjas de cerdos y en la que más hambre existe, el gobernador Jorge Capitanich, empezó a realizar spots publicitarios sobre un plan de expansión del sector.
Actualmente la agrupación Somos Monte denuncia que el gobierno provincial se ha acercado para pedir a los pueblos indígenas que viven allí que negocien sus tierras e incluso que se vayan. No hay demasiada información sobre qué es lo que planean en ese lugar, pero la situación es dramática. Allí la comunidad qom llega a caminar seis horas para encontrar agua potable, por lo que es preocupante que se instale un emprendimiento como el porcino que necesita muchos litros para funcionar.
Uccelli no cree que se pueda llevar a cabo este emprendimiento en Chaco y destaca que son preferibles otros terrenos de la Pampa húmeda en donde “no es necesario el desmonte de ningún territorio, ni la deforestación”. En ese sentido destaca que en Argentina hay “una densidad de seis cerdos por kilómetro cuadrado en la zona productiva”, lo cual es muy poco comparado con países como Brasil, que llega a 54 por kilómetro cuadrado, o Alemania donde alcanzan a ser 120.
“Estamos comprometidos con el impacto ambiental y social”, dice Uccelli quien asegura que es posible llevar adelante estos proyectos de manera ecológica, sustentable y responsable siguiendo las normativas vigentes.
Aunque hay reglamentaciones que intentan evitar los efectos para el medioambiente, la realidad suele ser muy diferente. México es ejemplo de lo que ocurre cuando este tipo de propuestas son poco controladas. En la Península de Yucatán se instalaron 257 granjas en las que vaciaron los recursos y contaminaron el agua. Cuando acabaron, simplemente se mudaron a otro pueblo violando todas las normativas ambientales.
“Se supone que todo el excremento de los cerdos se convierte en abono, o que los desechos deberían generar algo positivo para el ambiente, pero dada la historia de este país de falta de claridad, lo más probable es que vayan en un tubo al terreno de alguien y queden ahí al aire libre como pasa con los basurales”, dijo Juliana Orihuela, activista de la coordinadora “Basta de Falsas Soluciones”.
Los peligros ambientales son muchos. Algunos de ellos son las enfermedades que pueden desencadenarse por el hacinamiento, el uso desmedido de agua en zonas donde hay emergencia hídrica, la cantidad de antibióticos que amenazan nuestra salud, los insectos que atraen o la soja y cereal llena de agrotóxicos que es necesaria para alimentar a los cerdos. Y a esto se suma el grave problema de los desechos en un país que no ha resuelto que hacer con ellos en general porque los cerdos producen cuatro veces más que los seres humanos.
“En Chile instalaron una fábrica y contaban que el olor a caca no se va nunca. Es permanente en tu vida, no podes abrir la ventana, ni cocinar. Todo el tiempo ese olor invadiendo a todos los vecinos que viven ahí frente a las granjas. En general donde se instalan estos proyectos son zonas de sacrificio porque ya la vida se arruinó”, relataba Orihuela.
Para Blanco, las empresas privadas tienen lógicas diferentes y no ven las necesidades del otro porque solo les importa financiar sus negocios gracias a los que se enriquecen desde la ciudad en la que viven, a kilómetros del pueblo que explotan. Es imposible hablar de granjas porcinas sustentables, porque “no se pude asesinar animales de manera sustentable”, sino que se trata de una palabra de moda utilizada para invisibilizar el horror.
“Juegan a ser Dios para determinar cuál es el punto máximo de explotación que resiste un animal”, lamentaba Blanco que relata como la crueldad animal tiñe toda la industria. Los cerditos, animales sintientes e inteligentes, son separados de sus madres que son preñadas una y otra vez, y sometidas a todo tipo de maltratos. “Les fríen el cerebro, los cuelgan mientras empiezan a despertar, los degüellan, los tiran en un piletón de agua hirviendo para que los pelos le salgan más fácil del cuerpo para que estén como los vemos en las carnicería”.
Por eso, para la referente es importante que todos se acerquen a una granja y vean si realmente es posible un espacio libre de crueldad. Para ella es necesario enfrentarse a la mirada de esos animales que están condenados a una vida de miseria, pero la mayoría de las personas se niega a ir a esos lugares porque “sienten que hay algo raro, algo que no está bien. Hay una sabiduría más allá de uno que no te deja ir”.
Por otra parte, desde la Red Universitaria de Ambiente y Salud, advierten que las granjas porcinas tienen graves implicancias en la salud humana y, sobre todo para los trabajadores que están expuestos regularmente a la inhalación de partículas y gases, como el amonio y el sulfuro de hidrógeno, en concentraciones peligrosas que pueden desencadenar enfermedades irreversibles.
Pareciera que nos enfrentamos una y otra vez a la falsa dicotomía entre el progreso y el atraso. Lo cierto es que vivimos en un mundo que está atravesando una pandemia, donde la pobreza y la desigualdad son alarmantes, incluso en aquellas provincias donde más se explotan los recursos naturales. Si siguiendo todas las propuestas en nombre de la modernidad, nos encontramos hoy acá: ¿No será momento de cambiar la forma de presentar soluciones?
Myriam Gorbon es una referente de la soberanía alimentaria en Argentina, quien a sus 89 años sigue dando cátedra sobre cómo pensar un modelo de producción diferente que no se oponga a la comercialización ni al progreso, sino que plantee una ciudad rodeada de chacras y quintas de producción mixta, en vez de mega granjas “llenas de estiércol y basura”.
“Esto no es progreso de ninguna manera y lo ha demostrado el mundo entero. Hay una crisis del sistema productivo que influye e impacta en el sistema sanitario y social y cultural. Una cosa es sembrar el país con pequeñas chacras y otra cosa es mega granjas amontonando animales llenas de maltrato”, reflexiona.
La soberanía alimentaria se basa en el derecho de cada pueblo a poder elegir el consumo de alimentos y la forma de distribuirlo para garantizar una alimentación suficiente para todos que sea nutricionalmente apropiada y que respete la cultura de cada país y pueblo. Myriam celebra que en Argentina haya una gran variedad de climas que permitan producir diferentes cosas, de la mano de la agroecología, es solo una de las propuestas para cambiar una cosmovisión en un sistema que sigue probando una y otra vez sus límites.
Por ahora no hay soluciones sencillas, ni el debate es simple. Parece que lo importante es construir un camino de diálogo con información transparente que nos permita debatir sobre alternativas fuera de los binarismos, con la esperanza de empezar a dar pasos a un modelo de verdadera sustentabilidad, igualdad y empatía.