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"Generación autodiagnóstico": redes sociales y salud mental

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Por Lucas Benincasa, Laila Fleisman, Julieta Peñaloza, Eva Sneider y Daiana Tolosa

Laura tiene 19 años y está tirada en la cama jugando con su teléfono. Absorta en su propio mundo virtual, las horas pasan sin que se de cuenta deslizando videos en la infinita pantalla de Tik Tok. Uno de ellos capta su atención: un chico carismático comparte su experiencia viviendo con Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH). Sus gestos enérgicos y su narración sincera la atrapan. Comienza a hacer clic en otros videos relacionados de personas que comparten su lucha contra ese trastorno. Laura comienza a notar similitudes entre las historias y su propia experiencia y una idea toma forma en su mente: ¿podría ella también tener TDAH?

La Asociación de Psiquiatras Argentinos (APA) entiende que los trastornos de salud mental se encuentran entre los más perjudiciales por lo prematuro de su aparición, su alta prevalencia y cronicidad, por un lado, y por su baja tasa de tratamiento y la grave discapacidad que generan, por otro. Ahora bien, ¿qué lugar ocupan las redes sociales a la hora de encontrar información y lograr un diagnóstico acertado? ¿Qué riesgos traen los contenidos reduccionistas en busca de likes? ¿Cómo influyen en la percepción de nuestra salud mental?

Según la entidad, una de las mayores dificultades que enfrentan los sistemas de salud es la reducción en la demora de los diagnósticos e inicio de tratamientos que tardan en promedio, entre 8 y 21 años.  Se sabe que, según sostienen diversos profesionales de la salud mental, un tratamiento temprano podría disminuir la deserción escolar, la inestabilidad laboral y en las parejas, la violencia, accidentes y suicidios.

Para algunos, un diagnóstico de trastorno del espectro autista (TEA) puede ser condicionante, pero para Andy Cukier, periodista y docente que fue diagnosticada con TEA durante su vida adulta, significó una forma de resolución relacionada a algo inconcluso de su identidad. El recorrido hacia la confirmación de su trastorno fue largo e incluyó una investigación propia en internet sobre los rasgos autistas en mujeres adultas y encontrar coincidencias con su propia personalidad.

Andy compartió su experiencia como adulta con TEA en distintos medios. En ese sentido, relata que siente demasiada responsabilidad y que le pesa muchísimo: “Abrí la cuenta para contar mi historia y que nadie tarde 37 años en llegar a su diagnóstico, como me pasó a mí. Recibí mensajes de personas que tuvieron experiencias similares a la mía, con muchos años en terapias que invalidaron sus vivencias. Me piden ayuda y que recomiende profesionales. Recibí 2000 mensajes directos y más de la mitad fueron pidiendo ayuda para obtener el diagnóstico”, relata Cukier. 

Andy realizó un listado con una serie de estos comportamientos que acercó a varios profesionales de la salud. Sin embargo, encontró una gran dificultad en lograr un diagnóstico profesional. “Un diagnóstico es limitante y estigmatizante”, fue la respuesta que obtuvo a través de las consultas médicas. La desestimación e invalidación en el ámbito terapéutico sin demasiadas explicaciones la llevó a confrontar a los profesionales hasta lograr la confirmación de que no se encontraban con la formación vinculada al autismo en mujeres. 


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Estas experiencias la alejaron del ámbito profesional y la acercaron a la búsqueda de información en comunidades específicas agrupadas en internet. “El autodiagnóstico está íntimamente relacionado con la noción de identidad y el ejercicio efectivo del derecho de autodefinirse como perteneciente a una comunidad”, recalca Andy.

Comunidad en línea: ¿peligro o salvación?

Si en las redes sociales circula tanta información sobre TDAH y autismo es porque hay una audiencia que lo demanda: son muchos los jóvenes que no pueden acceder a una orientación médica por, entre otras cosas, su condición socioeconómica. Al igual que Laura, estos usuarios encuentran en las redes sociales la primera fuente de consulta sobre trastornos de salud mental  y  una sensación de acompañamiento, incluso  un lugar de pertenencia. 

Pero existe la contracara de la moneda: creadores de contenido que utilizan un tópico sensible para generar impacto de forma irresponsable, carentes de algún tipo de regulación por parte del Estado (por lo menos en Argentina) y sin ningún filtro o protocolo por parte de Tik Tok o Instagram. 

Para Martín Becerra, especialista en medios de comunicación e industrias culturales, el éxito de los influencers de salud mental está relacionado con la poca presencia de profesionales de la salud en las redes sociodigitales. “Hay padecimientos cuya cura o cuyo tratamiento llevan tiempo y esfuerzo, mientras que la receta de muchos influencers es no-científica, simple, rápida aunque, desafortunadamente, ineficaz”, afirma en diálogo con Feminacida

En este sentido, el primer estudio epidemiológico de salud mental en Argentina, realizado en colaboración con la Universidad de Buenos Aires, APA y el Ministerio de Salud, sostiene que los jóvenes con baja educación y bajos recursos conforman el grupo de mayor vulnerabilidad por las necesidades insatisfechas de tratamiento. 

Asimismo, la reciente investigación de  Amnistía Internacional titulada “Domar el algoritmo: desafíos para la salud mental y privacidad de Argentina en el uso de Tik Tok”, muestra que los niños y los adolescentes que consumen esa red social, quedan expuestos a contenidos relacionados con depresión y suicidio. Según el informe de la organización, estas publicaciones suponen un peligro porque "pueden empeorar problemas de salud mental preexistentes". 

“Más de la mitad de los videos de la sección 'Para ti' relacionados con problemas de salud mental romantizan, normalizan o animan al suicidio", indicaron desde Amnistía Internacional. 


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Como contrapunto a estas conclusiones, se posiciona Andy Cukier, creadora de contenido sonoro y productora de radio, diagnosticada con autismo a los 37 años. “Yo valido 100%  el  autodiagnóstico, la salud mental es expulsiva y clasista. Pagar el proceso de diagnóstico privado cuesta entre $50 mil y $100 mil pesos dependiendo del instituto”, asegura la comunicadora.

Lo que la impulsó a la búsqueda de referencias y la incentivó a buscar profesionales actualizados que pudieran dar lugar a sus inquietudes no fue TikTok, sino una nota del medio británico British Broadcasting Corporation (BBC). También alegó que el contenido de activistas en redes sociales como Youtube e Instagram la conectaron con una enorme congregación de adultos con autismo alrededor del mundo.

Para Cukier, los derechos de las personas neurodivergentes, el certificado único de discapacidad (CUD) y la ayuda terapéutica para la mejora de la calidad de vida son de difícil acceso. “La mayoría de las veces el autodiagnóstico es la puerta de entrada al diagnóstico formal”, declara la periodista y añade: “No busqué ser considerada referente y es algo que me pesa muchísimo. La mayoría de los usuarios tuvieron experiencias similares a la mía y pasaron años en terapias que los invalidaron”. 

Sobre el rol de las redes y ciertos contenidos reduccionistas, Becerra menciona que los influencers no tienen una personalización de sus mensajes y recomendaciones y que se dedican a la elaboración de contenidos simplificadores de las complejidades de dolencias, trastornos y tratamientos que existen. 

En sintonía, el informe de Amnistía Internacional llamado Empujados a la oscuridad: El feed 'Para ti' de TikTok” recaba que las plataformas, movilizadas por captar la atención de los usuarios a través de un desplazamiento infinito de contenidos, "corren el riesgo de exacerbar problemas de salud mental como la depresión, la ansiedad y las autolesiones". Según el estudio, "uno de cada dos videos mostrados estaba relacionado con la salud mental y era potencialmente nocivo”. 

“Desde la perspectiva científica, la salud mental se encuentra banalizada en redes sociodigitales porque se equiparan cuestiones coyunturales (un malestar pasajero) con trastornos y problemas severos, como si los síntomas pudieran resolverse sin considerar sus causas”, concluye el investigador del CONICET.


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