De los 32 equipos que participan de la Copa del Mundo Australia-Nueva Zelanda 2023, siete son latinoamericanos. Argentina, Brasil, Colombia, Jamaica y Costa Rica ya cuentan con participaciones previas, mientras que Panamá y Haití se suman por primera vez a la competencia.
Pero no todo es alegría para el fútbol en estos países. La comparativa de salarios, condiciones laborales, regularidad de los entrenamientos, niveles de dedicación exclusiva al deporte y el acceso a la educación en las ligas femeninas de Latinoamérica arrojan cifras muy desfavorables en relación a las ligas de varones.
¿Qué factores económicos y políticos afectan a este deporte? ¿Desempeño e inversión son proporcionales? ¿El fútbol femenino no rinde o no hay agallas políticas y económicas para generar y redistribuir las ganancias?
Brasil y México: ni jogo bonito ni tequilazo
Brasil cuenta con el puesto más alto en el ranking FIFA de las selecciones latinoamericanas que participan del mundial, pero sus resultados no son tan favorables en el Índice Global de Brecha de Género realizado por el Foro Económico Mundial en 2022. Esta investigación compara el estado actual y la evolución de la paridad de género en cuatro dimensiones clave: Oportunidad y Participación Económica; Logro Educativo; Salud y Supervivencia; y Empoderamiento Político9. A partir de ahí, mide puntajes en una escala de 0 a 100 los cuales pueden interpretarse como la distancia recorrida hacia la paridad, es decir, el porcentaje de la brecha de género que se ha cerrado.
De los 146 países participantes, Brasil ocupa el lugar 94 del ranking y necesita trabajar más en la igualdad de género respecto de Colombia (75º), Chile (47º), Perú (37º) y Argentina que, ubicada en el puesto 33º, es la mejor rankeada de Latinoamérica. Estos resultados no contrastan con la histórica tradición en la formación de futbolistas de élite de Brasil, ya que el salario no siempre ha sido igualitario entre sus selecciones de fútbol masculinas y femeninas.
En el 2012, el Santos de Brasil había desarmado su rama femenina para aumentar el sueldo de Neymar y retrasar su venta, pero en el 2020 la Confederación Brasileña de Fútbol (CBF) anunció que igualaría los salarios de ambas selecciones en los juegos sudamericanos de ese año, algo que ni siquiera la selección con más victorias en competencias internacionales (Estados Unidos) había logrado.
Pero el caso de Brasil no se replica en el resto de Latinoamérica. Por el contrario, en México la Comisión Nacional de Cultura Física y Deporte que había dispuesto la creación de un Departamento de Género para eliminar la desigualdad entre ligas, no alcanzó su único objetivo. Por el contrario, de acuerdo a los testimonios de jugadoras mexicanas como Alicia Cervantes y Daniela Pulido, en marzo de 2023, a seis años del lanzamiento de La Liga de mujeres en México, los salarios de las deportistas rondan entre los 1.500 y los 3.500 pesos mexicanos. Considerando que el país estableció un piso de 2.850 para no ser considerada una persona pobre, que la mayoría de las jugadoras son cabeza de familia y que las deportistas deben seguir una dieta que supera los 100 pesos mexicanos al día, queda muy claro que aún queda mucho trabajo por hacer respecto a la inclusión real de las mujeres en el fútbol de ese país.
Desmotivadas y sin poder dedicarse exclusivamente al deporte, las futbolistas en México abandonan su carrera de forma temprana para buscar nuevos horizontes profesionales, tal es el caso de la talentosa Daniela Pulido, quien a los 20 años dejó a las Chivas de Guadalajara para dedicarse a estudiar.
Colombia y Bolivia: Café en la altura
La segunda selección latinoamericana mejor rankeada en FIFA es Colombia, donde el fútbol se profesionalizó en 2016 y la Liga Profesional Femenina involucra a 17 equipos cuyas deportistas ven violentados sus derechos laborales día a día.
De acuerdo a la arquera Vanessa Córdoba, recién en 2020 comenzaron a establecerse relaciones laborales formales en los equipos femeninos, y se hizo de forma deficiente: la mayoría de los clubes sólo realizaron contratos para 5 deportistas de todo el plantel. Esta situación, tal como detalló Córdoba a medios colombianos, supone que muchas de las mujeres desarrollen otras profesiones, busquen más empleos y pretendan alcanzar un nivel de formación académico superior que sus pares masculinos.
Respecto a la selección cafetera, la situación no es más favorable. En la Copa América de 2022, las jugadoras denunciaron recibir 25 dólares diarios en concepto de viáticos por su participación en el mundial, un valor 28 veces inferior al de sus pares varones. Además, muchas de ellas no cuentan con contratos oficiales en sus clubes de origen, mientras que otras declararon tener contrataciones trimestrales que no superan los 1.200.000 a 1.500.000 pesos colombianos. Es decir, 300 dólares trimestrales aproximadamente.
Aunque esto no se trate de una competencia por ver cuál es el país que vive la peor situación, resulta interesante contrastar esta realidad con algunos países latinoamericanos cuyas futbolistas no están siquiera cerca de estas cifras. Tal es el caso de Bolivia, en donde la liga local de mujeres, hasta hace menos de tres años, duraba únicamente ¡una semana!
En el caso de la selección femenina boliviana, su ex entrenador Napoleón Cardozo denunció que la convocatoria se realizaba con un mes de antelación a la competencia, cuando también se generaban los contratos del cuerpo técnico y jugadoras. Es decir, que todes contaban con solo un mes para prepararse para las competencias internacionales. Esto no solo restaba profesionalismo al desempeño, sino que luego de esos torneos los contratos caían por cuatro años, hasta la próxima Copa América. El ex entrenador también expuso la falta de campos de juego en condiciones, materiales de entrenamiento, y hasta vestuarios y baños deficientes.
Argentina y Uruguay: Hermanades en la lucha
En el caso de la selección femenina argentina, el tercer país mejor rankeado en FIFA de los participantes de Latinoamérica, el fútbol femenino se encuentra en alza, pero siempre corriendo detrás de una pelota que algunos patean cada vez más lejos. Tras la profesionalización del fútbol de mujeres por parte de la Asociación de Fútbol de Argentina (AFA) en 2019, una encuesta salarial en las publicidades de marcas deportivas que involucraban a futbolistas señaló que en 2020 las mujeres cobraban un 85% menos que sus pares varones por igual tarea, cuando no recibían productos a modo de pago.
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Pero si de cifras salariales se trata, el último relevamiento de clubes con equipos de mujeres y disidencias realizada en junio de 2022, señaló que apenas el 55 por ciento de las deportistas contaban con contratos profesionales en la Liga profesional. Y el sueldo promedio era menor a 38 mil pesos brutos —el equivalente a salarios de la primera C masculina—. Aún cuando del campeonato participan más de 21 equipos, apenas 5 contaban con más de 20 jugadoras profesionalizadas, quedando el resto en situaciones de notable desventaja por tener que cumplir las mismas condiciones sin percibir salario, cobertura de salud, pago de cargas sociales u otros derechos laborales.
Si bien el Plan Integral de Fútbol Femenino 2021-2026 que lanzó la AFA complementa los inicios de la profesionalización de la actividad plasmados en el Plan Estratégico 2019-2022, los resultados tardan en llegar. De acuerdo a los documentos, el objetivo de dichos planes es “promover la disciplina y darle una mayor proyección, mejorar las competencias y el desarrollo de la misma desde una perspectiva global generando inclusión e igualdad de género mediante la práctica del deporte”. Pero los salarios percibidos por las futbolistas, cuando los reciben, dejan mucho que desear respecto a los de sus pares varones.
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En el caso de la selección femenina de fútbol de Argentina, en 2017 iniciaron una huelga contra el equipo directivo y su máximo representante, el DT Carlos Borello. Entre los reclamos se destacaba la falta de presupuesto (falta de pago de viáticos, malas condiciones de traslado y nula estadía en las competencias internacionales), la baja regularidad de los encuentros y entrenamientos previos a los partidos (estuvieron 18 meses sin entrenar en la previa de la Copa América 2018) y, especialmente, denunciaron un clima de maltrato y violencia machista.
En esa oportunidad, otro de los reclamos del plantel femenino de fútbol fueron las camisetas: más allá de no contar con modelos exclusivos que podrían aumentar el rendimiento económico que siempre se les reclama, la presentación de la indumentaria fue encabezada por modelos profesionales en lugar de darle espacio a las jugadoras de lucirlas. Con los medios haciendo foco en la Copa Femenina de Fútbol Francia 2019, la lucha de las jugadoras cobró impulso y tras su eliminación de la competencia, el recambio del equipo técnico vino pronto.
De cara a la competencia mundial de julio 2023, la selección femenina de Argentina cuenta con algunas mejoras respecto a su anterior situación. Más allá de una mayor cobertura mediática —aunque en muchas veces sin información y sin perspectiva de género por parte de reconocidxs periodistas deportivxs—, las condiciones de entrenamiento, las expectativas del viaje y los salarios han mejorado notablemente, pero de ninguna manera se han igualado con los del plantel masculino.
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Muy cerca, en el país vecino de Uruguay, estas vallas de desigualdades económicas no se han superado. Por el contrario, en abril de este año, la selección femenina charrúa se solidarizó con sus pares de la liga local para visibilizar las malas condiciones laborales en las que se desempeñan las deportistas de la primera. Entre los reclamos, destacaron la falta de regularidad en las competencias, lo cual no solo genera incertidumbres económicas entre las deportistas sino que además atenta contra su estado físico y condiciones para competir con otras ligas regionales.
Curiosamente, la Asociación Uruguaya de Fútbol (AUF) había dedicado un saludo por el Día Internacional de la mujer en el cual rezaba “por un fútbol femenino con más igualdad de oportunidades dentro y fuera de la cancha”. Una frase un tanto contradictorio con las pésimas condiciones —por no decir nulas— para las jugadoras uruguayas que estallaron y alzaron la voz. Como si fuera por arte de magia, tras el reclamo, la liga profesional femenina comenzó antes de mayo.
Perú y Chile: Deporte, educación y desigualdad
Perú y Chile están en etapas de desarrollo similares respecto al fútbol femenino. Respecto al primer país, en la Radiografía del fútbol femenino en Perú se entrevistó a 137 jugadoras pertenecientes a los 13 equipos participantes de la Liga Femenina FPF 2021. También hay una radiografía realizada por por la Asociación Nacional de Jugadoras de Fútbol Femenino (ANJUFF) y el Observatorio de Gestión de Personas de la Facultad de Economía y Negocios (FEN) de la Universidad de Chile.
En términos demográficos, el estudio peruano arrojó que más del 70 por ciento de las jugadoras tiene menos de 25 años y de ellas, un 71 por ciento proviene de la Lima metropolitana. El 84 por ciento de las jugadoras terminó su educación escolar y el 49 por ciento cursó o está cursando actualmente una carrera de educación superior. Un 17.5 por ciento de las jugadoras se dedica solamente a jugar fútbol, mientras que un 37 por ciento tiene un trabajo además de la práctica deportiva, un 25 por ciento estudia, y un 20 por ciento estudia, trabaja y juega fútbol. De las jugadoras que trabajan, la mayoría lo hace en empleos que no tienen jornada completa.
La encuesta arrojó también datos importantes, como que el 41 por ciento de ellas empezó a jugar fútbol antes de los 9 años o que el 70 por ciento de las futbolistas tiene en promedio menos de 25 años. Eso demuestra que adolescentes y adultas jóvenes quieren cumplir sus sueños dentro del mundo deportivo a pesar de las brechas, como falta de contratos laborales, la baja remuneración, la necesidad de combinar el fútbol con los estudios y trabajos, entre otras.
Respecto a los contratos profesionales, el estudio peruano descubrió que 70 por ciento de las jugadoras peruanas tienen contratos con clubes de fútbol local, pero el 68 por ciento de este grupo cuenta con contrataciones de un plazo máximo de un año, lo cual deteriora su planificación y estabilidad económica. De estas mujeres solo un 40 por ciento tiene un acuerdo escrito, en contraposición, el resto tiene un acuerdo verbal. En peor situación se encuentra el 30 por ciento que practica el deporte de forma amateur, sin contar con ningún tipo de contratación ni formal ni informal.
En comparación con el mencionado estudio de Chile, del total de las mujeres encuestadas solo el 4 por ciento cuenta con un contrato laboral, el 61 por ciento únicamente cuenta con inscripción en la liga, mientras que casi el 20 por ciento realizó acuerdos verbales y el 14 por ciento acuerdos escritos que no califican como contratos.
De acuerdo a la radiografía peruana, el 82 por ciento de las jugadoras encuestadas cobra menos de 500 soles, mientras que solo el 5 por ciento percibe un salario superior a los 950. En pesos Argentinos, estaríamos hablando de salarios inferiores a 30.000 pesos aproximadamente para el grupo mayoritario, y 60.000 pesos para el 5 restante.
Los salarios en Chile, de acuerdo a la radiografía, arrojaron que casi el 90 por ciento de las jugadoras de fútbol no recibe salario o gana menos de 100 mil pesos chilenos al mes (aproximadamente 30.000 pesos argentinos). Y si bien a la mayoría de las deportistas se les exige asistir a entrenamiento, cumplir con horarios, peso y porcentaje de grasa, el 83 por ciento de la contratadas no recibe remuneración.
Además de estas violencias de tipo económico, el estudio chileno relevó que más del 35 por ciento de las futbolistas declararon haber recibido silbidos, piropos o bromas con connotación sexual mientras entrenaban o jugaban el campeonato, y otro 10 por ciento ha sido testigo de acoso en sus equipos. En lo que respecta a discriminación por género, un avasallante 57 por ciento declaró haberlo observado en sus prácticas deportivas.
“Cada jugada que sueño se hacé realidad, o pareciera”
En esta edición de la Copa Femenina de Fútbol, el modelo de pagos y redistribución es histórico: las 736 jugadoras que participan percibirán al menos 30 mil dólares estadounidenses por disputar la fase de grupos; mientras que las campeonas recibirán 270 mil dólares. Pero como vimos, esta no es una realidad palpable para muchas de las ligas de mujeres de la patria grande.
El escaso compromiso de algunas naciones respecto del desarrollo del fútbol de mujeres y disidencias no es más que otra expresión de las desigualdades patriarcales histórica, pero también pueden ser pensadas como arena fértil para el desarrollo deportivo y profesional de infancias, juventudes y mujeres. Los horarios en los cuales se transmiten los partidos; las ventas de entradas en horarios y puntos poco accesibles; la desvaloración de la disciplina en programas deportivos y la cantidad de entrevistas trilladas y sexistas de los últimos años no dejan de ser expresiones concretas de decisiones económicas y políticas que no han sido tomadas. O mejor dicho, que se han tomado de forma unilateral y en detrimento de la igualdad.
Si bien las copas mundiales representan competencias deportivas en las cuales no todas las selecciones pueden coronarse campeonas, será cuestión de pensar mecanismos de acceso y participación más justos que permitan a todas las infancias, jóvenes y mujeres del mundo ilusionarse con la participación, en igualdad de condiciones.
Que la Copa Femenina de Fútbol 2023 sea la excusa para conocer a las figuras mundiales pero también para preguntarse qué políticas públicas habilitaron esa participación. Que el mundial nos reúna a celebrar este deporte que tantas alegrías ha traído a nuestra patria grande, y también sea el puntapié para que el sueño de participar y ganar sea eso, un sueño y no una utopía.
Foto de portada: Patricia Pérez Ferraro