Cuatro actrices se preparan. Estiran sus músculos. Calientan la voz. Se maquillan y se visten con un poco de ansiedad y otro poco de alegría. Actuar es el método. El escenario el paisaje. Y el aplauso el inevitable y esperado final. “El Manifiesto de las Alas Rotas” es un pasaje sin escalas al mundo de la interpretación. Esta obra de teatro es una invitación a espiar el imaginario que les actuantes viven función a función.
Una sala teatral es el lugar elegido para narrar el oficio dramático. Y a pesar del peligro de caer en la obviedad optar por acentuar los elementos interpretativos refuerza el mensaje. ¿Qué rol tiene el teatro en la sociedad? ¿Cómo se mide el éxito entre bambalinas? ¿Cuántas vidas caben en el cuerpo de una intérprete? ¿Cuánto pesa la mirada ajena sobre un trabajo actoral que se desnuda escena a escena? ¿Cuáles son los límites a la hora de interpretar?
La actuación, como muchas otras disciplinas artísticas, es una actividad que tiene mucho de pasión y sin embargo no deja de pensarse en frío. La industria cultural existe y es pertinente darle visibilidad tanto en la trama como en el medio elegido para retratarla. En este espectáculo el teatro es el concepto clave que invita a reflexionar sobre su propio significado. “El Manifiesto de las Alas Rotas” es una obra de teatro que habla sobre actrices haciendo teatro y el acierto en esta paradoja es inminente.
El talento se hace carne en brazos que no paran de moverse, piernas que saben dónde pisar y rostros que gesticulan sin cansancio. El elenco demuestra seguridad en las tablas mientras el libreto nos habla de miedos, arrepentimientos y fracasos. Quizá el verdadero hallazgo está en interpretar un universo tan variado como lo es el mundo de la actuación sin usar chistes conocidos o recursos que ya se sienten antiguos. Cada palabra es poesía que sale sin apuros de bocas dedicadas a cantar y a recitar. Cada personaje cuenta su historia con su propia pluma y tinta. Los cuentos pueden ser parecidos, pero jamás idénticos.
El enfoque feminista se hace más tangible a la hora de dibujar los prejuicios que corren por el barrio sobre el trabajo actoral. Elegir ser actriz es un acto de valentía en un mundo de opiniones de cartón que minimizan el rol de las mujeres en las compañías teatrales. El chisme es simple; las actrices del presente solo vienen a molestar, no saben interpretar, y no tienen pretensiones de prestigio. La comparación inútil con las figuras de antaño es la excusa para justificar la machiruelada del día.
Más allá de las críticas en el diario, de los rumores y de las propias inseguridades “El Manifiesto de las Alas Rotas” es una celebración de la fuerza que tienen los cuerpos cuando se mueven por pasión. Es la afirmación de la dignidad que existe en el trabajo artístico de cuatro estrellas que no necesitan premios o galardones para entender el triunfo. Es un espectáculo que invita a pensar el concepto de interpretación y de elaborar nuevos vínculos con el éxito. Una joya teatral recomendable para todo el mundo.