En nuestro país una de cada ocho mujeres con 80 años de edad desarrolla cáncer de mama en algún momento de su vida, según la Sociedad Argentina de Mastología. Es el tipo más frecuente y las probabilidades de padecerlo aumentan con la edad. Es asintomática en sus inicios, por esto la mamografía —a partir de los 35 o 40 años y 10 años antes en caso de antecedentes familiares— es fundamental. También la autoexploración de las mamas en búsqueda de inflamaciones, bultos, sarpullidos o dolor y un control ginecológico anual que incluya ecografía. Al mismo tiempo, la lucha contra la enfermedad nos obliga a hablar de implantes mamarios. ¿Qué conexión hay entre las prótesis de silicona y diferentes padecimientos como el linfoma y la artritis? ¿Por qué cada vez más mujeres alrededor del mundo deciden deshacer la intervención? ¿Cómo visibilizar lo que sufren miles de mujeres si sus síntomas y dolores no están reconocidos en los manuales de medicina? Sin mamas sanas, el derecho a la salud de las mujeres no está garantizado.
La extracción del tejido mamario de una o ambas mamas —denominada mastectomía— es el tratamiento más eficaz y una forma de prevención. Las pacientes muchas veces pueden elegir entre quitar el tejido cancerígeno, explica la Sociedad Americana de Cáncer, o someterse a una mastectomía con los mismos resultados. En ese sentido, hay un dato llamativo: el 25 por ciento de todas las cirugías plásticas de aumento de senos son realizadas en pacientes sobrevivientes de ese cáncer.
Los implantes y la mamografía
Uno de los problemas en la salud relacionados con implantes mamarios de silicona es que interfieren en los métodos de detección. Una publicación en el Journal of Women's Health sostiene que son radio-opacos y presentan un obstáculo en la mamografía. Aunque se realice la Técnica de Eukland —comprimir la prótesis contra la pared torácica para mejorar la visión— entre un 20 y 80 por ciento del tejido mamario no es visible. La doctora Sandhya Pruthi sostiene que también oscurecen la imagen tomada, y recomienda ir a una clínica donde haya radiólogxs que tengan experiencia en la realización de mamografías en mujeres implantadas.
La institución argentina especializada Diagnóstico Rojas explica: “Luego de una mamografía, el grado de certeza en relación con la ausencia de lesiones mamarias ronda el 92 por ciento en pacientes sin prótesis, y el 60 por ciento en el grupo con implantes”. Otro impedimento que pueden traer las siliconas es la imposibilidad de realizarla por “contractura capsular” y por lo tanto el dolor que genera. Es la complicación más frecuente: la inflamación del tejido cicatrizante que el cuerpo forma alrededor del implante, una compresión que genera diferentes grados de dureza en la mama.
La cirugía estética más demandada
Según las últimas estadísticas de la Sociedad Internacional de Cirugía Plástica Estética (ISAPS) del 2019, las mujeres se realizan más intervenciones que los hombres: representan el 87 por ciento del total. La mamoplastia —la colocación de implantes mamarios de silicona— es el procedimiento estético quirúrgico más demandado en el mundo. Alrededor de 30 millones de mujeres la solicitaron, y según la ISAPS hubo 17.440 cirugías en Argentina en 2016. Pero tanto a nivel global como local faltan datos certeros y estadísticas al respecto. El Centro Nacional de Investigación en Salud de Washington advierte lo engañoso de estos números, porque muchas de estas intervenciones en realidad son para reemplazar prótesis rotas o encapsuladas, un riesgo que aumenta a medida que pasa el tiempo.
Durante 14 años los implantes de silicona estuvieron prohibidos. Se retiraron del mercado en 1992 cuando la empresa Dow Corning fue demandada colectivamente por 170 mil mujeres de diferentes países. “Los organismos estatales han llenado los paneles de control con cirujanos plásticos. Tener cirujanos cuyo sustento se basa en esas cirugías no puede ser objetivo", explica Diana Zuckerman, experta en políticas nacionales de salud. Ella descubrió que los estudios sobre la seguridad de la práctica nunca se continuaron a largo plazo y fueron realizados por los propios fabricantes o asociaciones de cirugía plástica.
El linfoma anaplásico de células grandes
“Nunca imaginé que las prótesis me podrían causar cáncer”, sostiene Valeria Olveira en diálogo con Feminacida. Valeria fue uno de los primeros casos registrados en Argentina de linfoma anaplásico de células grandes asociado a implantes. “Si las prótesis se la ponen a mujeres que tuvieron cáncer de mama, ¿cómo me van a dar cáncer las prótesis? No sabía si iba a morir”. A principios de 2017 despertó con una inflamación dolorosa y con ardor, seis años después de una mamoplastia con implantes Mentor —fabricadas por Johnson & Johnson— las más vendidas en el mundo.
La ANMAT (Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica) reconoció hasta ahora ocho pacientes con este linfoma y a julio de 2019 se contabilizaban 33 muertes por esta enfermedad asociada a implantes en el mundo. El linfoma es un cáncer del sistema linfático, la degeneración celular se origina en los linfocitos T: fundamentales en la defensa inmunológica frente a agentes externos. Esta es la primera gran diferencia con el cáncer de mama (a menudo se los confunde) que se origina en las células de las glándulas mamarias.
Sus primeros síntomas fueron caída del cabello, descamación de las uñas y dolores en el pecho. Los análisis de sangre apuntaban a hipotiroidismo, pero al tiempo cambiaban a hipertiroidismo. “No entendían qué me pasaba y no sabían con qué tratarme”, explica Valeria. A partir de la hinchazón, le detectaron “seroma tardío”: la acumulación de líquido entre el tejido mamaria y la prótesis. Este es el síntoma principal del linfoma, y de su análisis surgió el diagnóstico.
“Antes el líquido no se trataba. Se quitaba y se colocaba otro implante. Al predecirse que había un linfoma se le prestó más importancia a todos los problemas que pueden aparecer con los implantes”, relata Marcelo Cuadrado, el cirujano plástico que diagnosticó a Valeria, en diálogo con Feminacida. Y aclara: “Pueden producir esta enfermedad, pero no todas las mujeres que los posean van a desarrollarla”.
Hablar de los peligros
La OMS emitió en 2016 una alerta por el linfoma, en un principio relacionado erróneamente solo con implantes de superficie texturada. A partir de ahí los artículos publicados sobre el tema se triplicaron y se establecieron las primeras guías de actuación. Pero a partir de 1995 ya se había escrito en revistas médicas sobre mujeres con linfoma asociados al hecho de ser portadoras de implantes. La evidencia sobre los peligros para la salud de las mujeres y mujeres trans existe hace décadas. “Hay quienes han muerto y no se supo que había sido por las prótesis”, suma Valeria.
Al principio se la consideró una enfermedad muy rara, pero cada vez se diagnostica con más frecuencia. La incidencia mundial es difícil de evaluar porque el número total de pacientes no se conoce con exactitud. El instituto de Cirugía Estética de Australia estimaba en 2018 su incidencia en una de cada 300 mil pacientes portadoras de implantes. Pero publicaciones más recientes estiman la posibilidad de una en 30 mil. “Lo minimizan. Que es solo un número, una minoría, pero no es ajeno, no es lejano”, relata Valeria. Desde Mentor se comunicaron con su cirujano y le dijeron que era solo una entre miles. Solo les interesaba saber si Valeria iba a demandarlos.
A los meses de la explantación de las prótesis a Valeria se le inflamó un ganglio en la axila: el cáncer había migrado. Paralelo a su lucha física y emocional, creó un grupo en Facebook: “Mis implantes mamarios me dieron cáncer”, para contar su testimonio y abrir el espacio a que otras mujeres pudieran hacer lo mismo. Aparte quería saber si era posible la cura. “No es fácil. A mí me costó mucho porque implica exponerte. No iba a hacer nada porque pasé por lo más extremo que fue quimio y rayos. Sigo con controles, pero me arruinó la vida, yo era una persona super sana”, cuenta Valeria.
La enfermedad de los implantes mamarios
Miles de mujeres comenzaron a nombrar un conjunto de síntomas que emergieron tras la cirugía de implantación. Los testimonios y consejos los vuelcan en grupos en Facebook, donde circulan mensajes de apoyo y consuelo. Healing Breast Implants Illnes fue el primero —creado en 2013 por Nicole Daruda— y es el más numeroso con 124 mil participantes. “Enfermedad de los implantes mamarios Latinoamérica” lo creó Angie Monasterio, inspirada en Nicole, para brindar información y apoyo a mujeres hispanohablantes. “Somos conejitos de indias de los fabricantes —sostiene Angie—, nunca hubo consentimiento informado sobre el lado B de tenerlos”.
“Es mucho más caro sacarlas que ponértelas, muchísimas mujeres no se pueden explantar por falta de dinero. Es estar presa en tu propio cuerpo porque la enfermedad genera incapacidad. ¿Cómo puede ser que nos pongan dos bolsas plásticas llenas de químicos encima de los órganos vitales y lo llamen ‘cirugía estética’?”, se pregunta. En las consultas previas a la cirugía todas coinciden que no fueron informadas sobre los peligros posteriores, y les aseguraron que duraban toda la vida, pero aproximadamente a la década se las tienen que cambiar. “Todas las que tuvimos prótesis pasamos por algún síntoma sin saber que eran las causantes”, cuenta Valeria.
Las administradoras de estos grupos contestan los numerosos posteos diarios y las consultas por privado. Ambas coinciden que el mensaje “Entonces no me opero, me voy a gastar la plata en un viaje” les genera un gran alivio. “A un montón les cuesta hablar. Les digo que una vez que estén recuperadas, es importante que den su testimonio”, prosigue Valeria. Hay un juicio que muchas reciben constantemente: “¿Quién te mandó a ponerte implantes?”.
“Nos empujaron a ser mujer y sentir vergüenza por tener pelos, por ponerte una bikini, porque tus tetas no son suficientemente grandes, es reducirnos a un objeto de consumo. Nuestras vidas no pueden ser un negocio para que otros se llenen los bolsillos. Es siniestro”, agrega Angie.
Dar lugar a las denuncias
La Enfermedad de los Implantes Mamarios no es una condición reconocida oficialmente por la comunidad médica. Por eso diferentes especialistas de la salud desestiman los relatos de estas mujeres, se niegan a reconocer el vínculo entre los diferentes síntomas y la intervención, y mandan a las mujeres al psicólogo. “El médico les despeja las dudas cuando van con preguntas. ‘Conozco este caso y fue algo hormonal’; ‘Mi cirujano me dijo que era todo mentira’. ¿A quién le vas a creer, a una persona de bata blanca que gana su sueldo de implantar?”, se pregunta Valeria. En algunos lugares comenzaron a diagnosticarla con el nombre de Síndrome de ASIA (síndrome autoinmune-inflamatorio inducido por adjuvantes)
En 1992 cuando miles demandaron a Dow Corning y los implantes se prohibieron por muchos años, las pacientes denunciaron sufrir artritis, fibromialgia, fatiga, daño nervioso y otras consecuencias coincidentes con la Enfermedad de los Implantes Mamarios. En la Biblioteca Nacional de Medicina de EUA hay artículos fechados en 1987 que describen fenómenos autoinmunes tras la implantación y los síntomas son los mismos que denuncian las mujeres ahora.
En septiembre de 2018, investigadores del Centro Oncológico MD Anderson en Houston dieron a conocer los resultados de una investigación sobre los vínculos con tres enfermedades autoinmunes: Síndrome de Sjogren, esclerodermia y artritis reumatoide. “Se consideraba a la silicona como un material biológicamente inerte, pero se han informado efectos inmunológicos inducidos por la misma", sostienen.
La mayoría de las mujeres latinoamericanas que sufren complicaciones en su salud no recurren a la vía judicial. Demandan mucho menos que sus pares de Europa y Estados Unidos. Después de la explantación no tienen dinero ni fuerzas para continuar con el proceso judicial. Solo cuando hay un desastre televisado, como el de las prótesis PIP y recientemente con Allergen, surgen demandas colectivas.
Valeria tampoco iba a hacerlo pero, cuando desde Mentor llamaron a su cirujano y le preguntaron si ella iba a demandarlos, cambió de parecer. “Es un antes y un después, por eso la sigo peleando”. Su abogado Silvio Herrero, en diálogo con Feminacida, explica: “Acá hay responsabilidad objetiva del fabricante, importador y comercializador. La demanda va contra Johnson & Johnson, titular de la licencia y fabricante. Contra MEDIC S.A. la representante en Argentina e importadora, y contra la compañía de seguros Chubb, aseguradora de Johnson & Johnson. Son las tres demandadas”. Esperan una sentencia favorable, la prueba en contra es abundante.
Ilustración de portada: Ruth Santoyo
– Este artículo fue producido en el marco del Taller de Producción y Edición Feminista en Medios Digitales de Feminacida –