Oh! Santa Dora
espíritu guerrero y sensible por demás (...)
prometemos que con la enorme fuerza
de tu lucha,
no bajaremos los brazos hasta conseguir
que el aborto sea libre, colectivo y popular.
-Oración a Santa Dora Sanadora, en “Cuaderno de cuidados pre, durante y post aborto”
Mujer de lucha, histórica y trotskista. Mujer de tomar la palabra y hablar del aborto en las calles, que pudo ser una y multitud a la vez. Mujer que cruzó mareas verdes y otros mares. Mujer de la revolución por el derecho a decidir. La historia de Dora Coledesky, una de las pioneras del aborto legal en Argentina, invita celebrar, abrazar y cuidar la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo. Y a pensar en los desafíos que el feminismo, en este contexto, tiene por delante.
Marea verde y la revolución del aborto
-Olga, están cantando las canciones que hicimos nosotras—, le dijo Dora Coledesky a su amiga Olga Cristiano agarrándola del brazo con emoción, en el 2003. Mientras, las columnas de mujeres avanzaban por las calles de Rosario en el IV Encuentro Nacional de Mujeres al ritmo de los cantos que habían creado juntas en la “Casa de los Uruguayos”, un espacio en el que se juntaban a debatir sobre aborto y feminismo.
“Tenía un brillo en los ojos... Ahí Dora se dio cuenta de que lo nuestro se había desbordado totalmente. Que ya no era una cuestión de 6 o 7 mujeres, sino que lo que habíamos trabajado había calado profundamente”, recuerda Olga en diálogo con Feminacida, con el alivio de saber que los años de incansable lucha rindieron sus frutos: la Ley 27.610, de acceso a la Interrupción Voluntaria del Embarazo.
La Ley “Dora Coledesky”, bautizada así popularmente por la militancia feminista, fue sancionada el 30 de diciembre del 2020 al calor de las multitudinarias manifestaciones y vigilias a lo largo y ancho de todo el país. La marea verde inundó las calles y reunió a desconocidas, jóvenes, madres, abuelas, disidencias y a tantas otras en una noche protagonizada por la ternura, los abrazos y el deseo colectivo de que el aborto sea legal. El deseo, palpitante, de poder decidir sobre nuestros cuerpos.
Y fue Dora la que le puso al aborto el nombre de revolución. “La mujer, cuando decide, da un salto revolucionario; y si es pobre, más. Porque se pone en contra del marido, del cura, de la policía, del intendente y de todo un sistema político que nos hace rehenes del aborto”, le dijo con una contundente claridad a su compañera Olga en los tiempos donde la Comisión por el Derecho al Aborto recién estaba dando sus primeros pasos.
Nacida en Buenos Aires en 1928, esa mujer bajita de rodete apretado en la nuca, supo unir como nadie a personas de diferentes partidos y corrientes políticas para que el aborto sea legal.
“Dora fue una líder excepcional. Era una mujer de izquierda y anticapitalista, que integraba las ideas feministas”, dice Alicia Chejter, una de las fundadoras de la Comisión por el Derecho al Aborto. “Ella fue una visionaria, reconoció lo importante que era esa consigna para unir a las nuevas generaciones. Y no solamente de élite, sino para todas las jóvenes”, valora Chejter.
“Dora lo decía, teníamos que seguir militando este tema, porque en algún momento iba a haber una explosión de mujeres y el aborto nos iba a unir a todas”, rememora Cristiano. Ahora, la sanción de la ley 27.610 confirmó la visión de su compañera.
La militancia
Corrían los años ’50 y una huelga en la fábrica La Bernalesa llevaba 40 días. A pesar de que la habían echado, Dora seguía yendo a entregar volantes de protesta a la puerta de la fábrica. Allí dio su primer discurso feminista –sin reconocerse feminista aún- para denunciar que la industria textil tenía un 80% de trabajadoras mujeres y nunca nadie las había mencionado en sus discursos, ni ocupaban cargos de poder y decisión.
“Fue muy interesante, muy revelador descubrir la relación de las mujeres en la fábrica, ahí aprendí mucho sobre compañerismo”, le confesó Coledesky a la periodista Moira Soto para el suplemento Las 12 en 2008.
La Berlanesa era una fábrica textil donde trabajaban unas cinco mil mujeres y Dora entró a trabajar allí para “proletizarse” luego de recibirse de abogada. En esos espacios comenzó a percibir que las mujeres hablaban de aborto.
Pero su interés por la política comenzó mucho antes, en la adolescencia. Con 14 años, Dora solía “tragarse” los periódicos socialistas que traía su padre a la casa en la época de la Guerra Civil Española. Fue él quien la impulsó a la militancia social: “En la vida hay que luchar por algo”, le dijo un día para incentivarla que fuera a una marcha estudiantil.
Su primer lugar de militancia fue la Federación Secundaria Tucumana, donde conoció a su compañero, Ángel Fanjul, junto a quien compartió luchas, exilio y vida.
Luego participó del Partido Obrero Revolucionario de corriente trotskista, a la que ella adhería aunque, más tarde, la burocracia partidaria la terminara alejando.
El exilio y los primeros pasos hacia el aborto legal
En septiembre de 1976, Dora se exilió en Francia perseguida por la dictadura militar. Fue allí donde conoció formalmente al feminismo, nutrido de experiencias y debates junto a otras mujeres que también huían de las dictaduras latinoamericanas.
“Había un ambiente que venía del Mayo Francés en el que los estudiantes se integraban a los obreros para buscar aires más respirables. Fue un ambiente de propuestas revolucionarias que Dora palpó”, dice Olga Cristiano al analizar el paso de Coledesky por Francia, donde el aborto era legal desde 1975.
Con el retorno de la democracia en nuestro país, Dora cruzó el mar y volvió con una sola idea: que el aborto sea ley en Argentina.
Esa idea caló rápidamente en una de las jornadas que la Asociación de Trabajo y Estudio de la Mujer (ATEM) realizaba anualmente con mujeres de diversas organizaciones y provincias. “¿Qué podemos hacer nosotras?”, se preguntaron y crearon en 1988 la Comisión por el Derecho al Aborto (Codeab).
“Fui una de las fundadoras con Dora de la Comisión por el Derecho al Aborto. Yo en ese momento estaba en ATEM, hacíamos jornadas anuales. Una compañera que era de Italia nos contaba cómo había sido todo el movimiento por el derecho al aborto allá. Nosotras considerábamos que era una de las cuestiones pendientes del movimiento feminista”, recuerda Alicia Schejter en diálogo con Feminacida.
Las reuniones de la Codeab se realizaban en la “Casa de los Uruguayos”, llamada así en alusión a dos uruguayos exiliados que les prestaban el lugar en el barrio porteño de Villa Crespo, adonde llegaban mujeres para hablar de aborto. Una le avisaba a la otra: “Mirá, están tratando el tema del aborto ¿te gustaría ir?”.
Una de las que se acercó fue Rosa Farías, una enfermera del Hospital Muñiz que realizó estadísticas del aborto en ese hospital y fueron publicadas por la Comisión.
Inmediatamente su jefa convocó a una reunión de personal. Al principio tuvo miedo de que la echaran de su trabajo, pero el resultado fue alentador. Dora expuso argumentos legales y los médicos explicaron las consecuencias del aborto séptico. Al finalizar el encuentro la conclusión fue unánime: el único camino era el proyecto de ley.
Hablar de aborto
La cita era los lunes en la esquina de El Molino, frente al Congreso, para recolectar firmas que apoyaran el primer proyecto para el aborto legal.
“Nosotras salíamos de las reuniones muy apasionadamente y sabíamos que teníamos que hablar de aborto en los colectivos, en los taxis. No bajar la voz. Porque nuestras abuelas y madres hicieron muchos abortos pero no nos decían. Lo ocultaban. En la sociedad estaba el tema del aborto pero allá en un rincón, donde las palabras no podían salir”, recuerda Cristiano.
En esa esquina de la Capital Federal pasaban hombres y mujeres que paraban a preguntar y a veces firmaban; otras, se quedaban pensando y volvían más tarde. También había quienes les gritaban “asesinas”, lo que al principio dolía, pero ya no y lo recuerdan entre risas
Los Encuentros Nacionales de Mujeres fueron el espacio donde la chispa del aborto prendió cómo pólvora y se volvió masiva. Especialmente en el de 2003, en Rosario, donde cientos de mujeres levantaron la mano para decir “yo aborté” durante una asamblea convocada por Dora Coledesky a las seis de la tarde en el salón de actos de Ciencias Económicas. Esa fue la semilla para la conformación, dos años más tarde, de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito.
El feminismo en escena
“El feminismo es revolucionario o no es feminismo”, declaró Coledesky en una entrevista con Analía Bruno publicada en el libro “Hacia una Pedagogía Feminista”. Y profundizó en otra nota a Página 12: “No se puede llegar al socialismo si la revolución no se hace en todos los planos, uno de los cuales es sin duda el del feminismo”.
Dora Coledesky es la historia de un país, de lucha y de Ley. La Ley de Acceso a la Interrupción Voluntaria del Embarazo, que propone una respuesta por parte del Estado a una cuestión de salud pública, como es la de garantizar el aborto seguro y gratuito para ponerle fin a la clandestinidad estigmatizante y cruel; pero además, le otorga un marco jurídico a la posibilidad de vivir una vida elegida con la autonomía que el patriarcado se ha obstinado en sujetar.
En ese sentido, los desafíos del feminismo que no renuncia a su intención revolucionaria, son varios y diversos. Olga Cristiano y Alicia Chejter analizaron algunos de ellos.
Por ejemplo, el de continuar con la expansión del aborto legal en otros países de América Latina. Así lo expresó Cristiano: “La repercusión a nivel internacional es re importante, imaginate que al otro día las chilenas se pusieron a discutir el tema aborto. Esto da mucho impulso a las feministas”.
Pero la Iglesia continúa pisando fuerte en muchos rincones del país y pone en riesgo los derechos de mujeres, disidencias y niñas.
“Vemos con mucha preocupación lo que está sucediendo en muchos países con el avance de la Iglesia evangelista. La reacción viene muy oscura, virulente. Si no se conseguía en la Argentina no sabíamos cuándo se iba a lograr, porque la Iglesia se fue armando en todo este tiempo, analiza Chejter.
“Vamos a tener necesidad de un gran cambio cultural. Hay muchas provincias que hacen parir a niñas de 12 años, esto no se cambia en un día. Además, la Iglesia sabía que la Argentina tenía un peso político en toda América del Sur muy importante, había que frenarlo y perdieron. Pero van a intentar boicotear todo lo posible”, alerta Cristiano y agrega: “Queda en las mujeres de la Campaña y del Gobierno, sobre todo, que han tomado la responsabilidad de la ley, tratar de perforar todo lo que sean nichos arcaicos de pensamiento”.