Mi Carrito

División Palermo: lo progre no te quita el prejuicio

Compartí esta nota en redes

Con el objetivo de hacerle un “lavado de cara” a la Policía de la Ciudad, la ministra de Seguridad decide formar una Guardia Urbana inclusiva. A partir de esta estrategia de marketing se conforma un grupo que incluye a distintas minorías: una mujer en silla de ruedas, una persona ciega, un hombre boliviano, una mujer trans, un hombre de talla baja. Sin ningún poder real —no tienen ni siquiera handys—, los mandan a hacer presencia en las calles. Esta es la premisa de División Palermo, la miniserie de Netflix creada por Santiago Korovsky. 

Esta sátira de la vida porteña nos hace replantearnos muchas cosas de nuestros propios discursos y también de las instituciones gubernamentales que nos rodean. ¿De qué y por qué nos reímos cuando vemos la serie? ¿Dónde se encuentra el objeto de burla? 

El detrás de escena

Korovsky cubrió diversos roles en la realización de esta serie. No sólo actuó en ella, sino que también la escribió y la dirigió. Según contó en su cuenta de Twitter, hace cuatro años que venía trabajando en esta idea. 

Un gran elenco de actores y humoristas le dieron vida a la Guardia Urbana y también a los agentes de la policía, entre elles Pilar Gamboa, Daniel Hendler, Martín Garabal, Charo López, Carlos Belloso y Alan Sabbagh. 

Para el director, una parte central de este proyecto tiene que ver con problematizar aquello de lo que nos cuesta hablar o que no podemos nombrar. “Es una serie que nos pone a nosotros a pensar sobre nuestras propias torpezas. Sobre nuestras dificultades para pararnos frente a un montón de cuestiones, cómo nombrar un montón de cosas. Y entonces, en ese sentido, tiene que ver con reírnos de nosotros, ¿no?”, sostuvo en una entrevista con El Planeta Urbano.

En su búsqueda de hacer una comedia que incluyera chistes sobre la discapacidad, el género o la etnia desde un lugar respetuoso, decidió asesorarse. Por eso, acudió a Osqui Guzmán para hablar sobre el personaje de Mario, un inmigrante boliviano. También contó con la colaboración de la guionista cordobesa Lucrecia Gómez, una persona en silla de ruedas, para el personaje de Sofía. Y con el asesoramiento de Carolina Unrein para construir a Vivianne, una mujer trans e hija de un alto mando de la policía. “Este personaje es aburrido. Vos zarpate y yo te freno”, le dijo a Santiago. 

La transversalidad de diferentes miradas en el proceso creativo es la llave para que el producto final no falle. A una semana de su debut, División Palermo continúa en el podio de las series más vistas de Netflix y supo estar durante varios días en el primer lugar. Hay un humor que se recicla, que emerge de esos cimientos vetustos, que incomoda y que también desafía las dinámicas hasta ahora conocidas. 

Más allá del progresismo

Actualmente la inclusión está "a la orden del día" y en general se busca ser políticamente correctos, ¿pero a dónde nos lleva esto? ¿Por qué no podemos aceptar que muchas veces los prejuicios siguen presentes aunque velados por una máscara de discursos progresistas? 

En División Palermo se hacen visibles los baches que habitan dentro de esta corrección política. El racismo, la discriminación por razones de género y el capacitismo que muchas veces reproducimos sin querer quedan en evidencia. La serie no se ríe de las minorías, sino del esfuerzo fallido que las otras personas hacemos para parecer deconstruidas, aún cuando hay mucho por desandar allí. 

Además, pone en jaque la idea de que la inclusión es tan solo una cuestión de cupo, de completar casilleros o de hacer una buena campaña de marketing. Los personajes son mucho más que sus discapacidades, sus nacionalidades o sus identidades de género: son personas complejas, con sus aciertos y sus fallas. Y también se muestran atravesados por discriminaciones cotidianas, muchas veces provenientes de sujetos con las mejores intenciones. 

Este es el caso de Sofía, por ejemplo, que está cansada de ser tratada como una guerrera, una campeona, por las personas de su pueblo solo por estar en una silla de ruedas. O de Joni, el personaje de talla baja, a quien siempre tratan con ternura como si fuera un niño, aún cuando a él le interesa poder resolver crímenes y llevar armas. 

Un humor muy porteño

Como su nombre lo indica, División Palermo también se ríe de las lógicas porteñas y de las instituciones de gobierno que en la realidad ya parecen de comedia. Por ejemplo, la ministra de Seguridad hace alusión a Patricia Bullrich y aparece en videollamada siempre desde operativos con armas de fuego y disparos de fondo. 

Incluso la escena final está inspirada en una situación que Korovsky vivió en carne propia cuando quedó seleccionado para participar de una quema de droga junto a Bullrich, en la cual se filmó, decepcionado por no poder probar nada del contenido. 



Según contó Korovsky en el podcast Comedia de Adrián Lakerman, la sola idea de pensarse actuando de policías junto a sus colegas y amigos ya era graciosa. A esto le suma una satirización de la policía en sí misma, que se encuentra fuertemente cuestionada desde distintos sectores de la sociedad. 

Oficiales corruptos o que abusan de su autoridad, que son violentos y hacen chistes sobre sexo todo el tiempo son otras de las imágenes que nos recuerdan a las fuerzas de seguridad que conocemos bien. Esto sin contar la ineficiencia que muchas veces aparece en los capítulos, como cuando uno de ellos desactiva la radio del patrullero para escuchar música y no acudir a donde hay un delito sucediendo. Martín Garabal encarna todo lo que un policía es, viste y calza. 

¿Puede un consumo cultural estar a la altura de una campaña política? O mejor dicho, en tiempos de extrema polarización y profundización de los discursos de derecha, ¿puede la parodia ser otra herramienta de transformación? Apostar a División Palermo es ganar aunque, tal vez, también los análisis progres posteriores sean parte del chiste. 


Compartí esta nota en redes