¿A qué discursos está subordinada buena parte de los psicoanálisis y las psicologías en la actualidad? Frente a posicionamientos que reproducen y naturalizan las arbitrariedades creadas en la cultura hétero-cis-patriarcal, que fijan nuevos parámetros de “normalidad” que invisibilizan y patologizan las diversidades, creemos importante volver siempre a pensar nuestra profesión, deconstruirla y re-construirla con perspectiva de género y apertura a otros saberes y prácticas.
Este 13 de Octubre, Día Nacional de les Psicólogues, recuperamos desde la Red de Psicólogues Feministas el gesto del Primer Encuentro Nacional de Psicólogxs y Estudiantes de Psicología realizado un 13 de octubre de 1974. Aquella gesta en tiempos de violencia política e institucional, alzó su voz para reivindicar el estatus de nuestra profesión y su autonomía respecto del discurso médico hegemónico al cual estaba subordinada, clausurando sus lecturas en términos de “normal/patológico”. Nos orientamos desde allí y desde las perspectivas pluralistas de los feminismos a producir nuevos saberes y prácticas, nuevos significantes y conceptualizaciones, en linajes críticos de todo sistema de opresión.
Psicoanálisis en disputa
El psicoanálisis, desde sus inicios, nos invita a formular preguntas y esta invitación a dejar de lado los sentidos coagulados es lo que convoca a quienes elegimos formarnos y escuchar desde este marco teórico. Desde la Red de Psicólogxs Feministas sostenemos que es posible un psicoanálisis que acepta ese desafío al dialogar, revisar, deconstruir y reformularse en relación al enorme recorrido crítico que aportan los feminismos y Estudios de Género desde los años 70 en nuestro país, y más recientemente los activismos LGBTIQ+ y los Estudios Queer. Consideramos un posicionamiento ético-político-clínico la revisión crítica permanente de nuestras teorías y abordajes. Mantenemos como principio el suspender todas las verdades, estar abiertes a preguntas y ser permeables a cuestionamientos. Incluso volvernos también desafiantes al status quo toda vez que éste resulte opresivo, especialmente en las encrucijadas hétero-cis-patriarcales que tantos padecimientos producen.
Se trata de un psicoanálisis en disputa. Una contienda crítica frente a la repetición sistemática de un discurso obsoleto, que violenta identidades, enquista roles de género, reafirma la norma (hetero-cis-sexual-monogámica) a través de una dudosa rigurosidad en sus publicaciones, que buscan saldar con una lavada de cara la enorme deuda que esta disciplina tiene con las mujeres y las disidencias. Que persevera en pensar subjetividades apelando a mitos antiguos y a bibliotecas del siglo XIX ya muy deconstruidas. Que intenta hacer consistir un enfoque a-ciudadano, privatista y/o solipsista para abordar supuestos problemas teórico-clínicos. Que parece desconocer las coordenadas jurídico-deontológicas que regulan nuestra profesión.
Son estas dimensiones ético-jurídico-teórico-político-clínicas de una práctica que debe reinventarse día a día.
Enunciar discursos estereotipados es abstraerse, “aislarse” de la producción de subjetividades, enmarcando en generalizaciones, esencialismos y “universales” discursos que recortan lo necesariamente múltiple, intentando así homogeneizarlo. Estas posiciones banalizan un movimiento tan importante como el de los feminismos, y muestran un flagrante desconocimiento de las revisiones críticas y contribuciones de los Estudios de Psicoanálisis y Género. Especialmente aquellas que desenmascaran los entramados de dominación y sujeción a discursos de índole patriarcal y sexista basados en premisas falaces, universales y atemporales. A su vez, estas economías discursivas desmienten al Psicoanálisis como una disciplina que se ejerce dentro del marco de las prácticas de salud mental y que como tal debe ser respetuosa de las diferentes orientaciones sexuales e identidades de género tal como señala la Ley N° 26.743 de Identidad de Género y la N°26.657 de Salud Mental. Parece descabellado que a pesar de contar con estas legislaciones y otras conquistas de los feminismos, transfeminismos y estudios queer, haya que seguir insistiendo en no patologizar la identidad u orientación sexual, ni la expresión de género.
El deseo por fuera de la heterocisnorma
Insistir en el uso de “la mujer” y “el varón” implica no salir nunca del binarismo y del biologicismo. ¿Sabrán estos discursos que hay otras identidades y experiencias?
Evitar el uso de la dicotomía varón/mujer es fundamental para no caer en una práctica binaria ni biologicista. El uso de estas categorías no es inofensivo: colabora con la naturalización de las identidades cis, es decir, con la patologización de las identidades trans, travestis, no binarias, queer y fluidas.
Nos preguntamos ¿de qué varones y de qué mujeres hablan estos discursos? Y con más preocupación, ¿de dónde vienen semejantes conclusiones? ¿Qué población habita sus consultorios? ¿Conocerán pacientes reducibles a la norma? ¿Es eso lo que queremos que se entienda por práctica psicoanalítica: una práctica garante de la norma?
No hay, en este tipo de discursos que estamos revisando, posibilidad alguna para sostener una práctica de salud mental que aloje a las diversidades, que no patologice la diferencia o la experiencia que fuga de la norma, que dé cuenta de las múltiples formas en las que el hétero-cis-patriarcado impacta en el padecimiento subjetivo, que esté comprometida con la deconstrucción de los estereotipos y mandatos cismonoheteronormativos. Como corolario de la repetición sistemática de su violencia simbólica, queda implícito una vez más el pertinaz empuje a la invisibilización del espectro asexual.
Desnaturalizar el ejercicio de poder
Destituirse de la masculinidad hegemónica es estar dispueste a problematizar los privilegios de los que pueden gozar los varones hetero-cis como “dones”, en pos de reconocer a las identidades feminizadas como semejantes y no como objetos, lo que implicaría incorporar una perspectiva ética que ampliaría el campo del semejante más allá de los límites de sus congéneres.
Sobre este punto es importante detenerse: los imaginarios de virilidad no están separados de la masculinidad hegemónica. Es menester desnaturalizar el ejercicio de poder y dominación que ejercen los varones hegemónicos, como es la ocupación del espacio público desde hace siglos, y la validación que se genera desde sus pares al uso indiscriminado de la palabra. Esa dominación masculina opera también en una sobrerrepresentación de los discursos machistas y una subrepresentación de otros saberes, sentidos y prácticas que producimos las mujeres y disidencias. Saberes, sentidos y prácticas sobre problemas teórico-clínico-políticos muchas veces urgentes y no menos postergados.
La mejor herramienta que tenemos quienes trabajamos con una mirada transfeminista es la posibilidad de escuchar las experiencias y militancias de quienes han sido patologizades, forzades a prácticas terroríficas, plagadas de abusos y medicalización de sus “síntomas”. Prácticas de la crueldad, el maltrato y la tortura. Entendemos entonces que es de suma importancia tomar y dignificar la palabra, su potencia de afirmación deseante, de praxis performativa, de habla encarnada, situada, aquí y ahora. De eso se trata nuestra práctica, de cuidar los discursos que circulan, de resistir lógicas disciplinantes-desubjetivantes. De inventar juntes otras circulaciones afectivo-discursivo-políticas de cuerpes y palabras. Silencio Nunca Más.
La historia del psicoanálisis sigue siendo la historia de les psicoanalistas, aferrades a sus teorías, y no de los sujetes que sufren. Este escenario, sumado a diversas visiones cientificistas han llevado a producir nuevas formas de control social, de psicopatologización y estigmatización del sujeto que consulta. Es fundamental generar nuevos métodos y herramientas teóricas para la deconstrucción de ciertos conceptos, pero también para construir un dispositivo de escucha desde otro lugar, y no únicamente basado en la reproducción de conceptos teóricos. Un psicoanálisis post-patriarcal debe tener la voluntad intelectual de revisar cómo operan las lógicas machistas que se encuentran invisibilizadas y así entender cómo impactan en la subjetividad de les sujetes. Entendemos que si bien el trabajo es teórico, la decisión de realizarlo es política.