Empezaron a bajar las temperaturas en el AMBA y aminoró el caos respecto a la falta de repelentes para prevenir el Dengue. Una especie de diluvio divino que dio tregua a la impotencia de que las epidemias sigan castigando a las zonas urbanas, una y otra vez. La vorágine de información genera la sobreestimulación de noticias, que hacen que estos temas queden "en el pasado". Sin embargo, necesitamos pensar en las lecciones aprendidas a partir del brote de Dengue más extenso en la historia de la región metropolitana desde que se tiene registros. ¿Aprendimos algo?
Muchos dirán qué tiene que ver el dengue con el ambiente. Pues, cuando estudiamos Ecología, casi que nos volvemos "relativizadores" y nos parecemos a los sociólogos: “Todo tiene que ver con todo”.
Primero, números. ¿Por qué hablamos de epidemia? Según los últimos datos del Ministerio de Salud de la Nación, los casos reportados en esta temporada casi quintuplican a los registrados en el mismo periodo de 2022 y 2023. Así que sí, si bien es cierto que es una enfermedad endémica —característica de la región—, la incidencia de este verano fue abruptamente mayor.
Si bien hay causas de negligencias de gestión pública en materia sanitaria —inversión en reactivos, fumigaciones y demás—, hoy desarrollaremos la causa ecológica subyacente. El telón de fondo, el elefante en la sala. El brote de dengue está íntimamente relacionado con la tropicalización del clima templado y con la gentrificación.
¿Dengue y tropicalización?
Vivir en la era del antropoceno, signada por el cambio climático, implica que tenemos que aceptar que —independientemente de dónde vivamos— el clima no funcionará de acuerdo a cómo pensábamos que lo haría. Zonas muy lluviosas pueden padecer sequías profundas, o viceversa, y sitios con nevadas pueden comenzar a registrarlas con menor frecuencia.
En el contexto de cambio climático, aún teniendo en cuenta las oscilaciones propias del fenómeno “Niño” o “Niña” (temporadas que alteran varios indicadores meteorológicos durante un año completo y dependen de las corrientes marinas y atmosféricas), los climas ya no son lo que eran.
¿Te acordás de los mapas Rivadavia físico-políticos, en los que delimitabas los climas de Argentina durante la escuela primaria? Hoy lo aplicamos. El AMBA se ubica en un clima templado. Sin embargo, a través del proceso de tropicalización, esto se transforma. Las temperaturas medias mínimas suben, las nevadas o heladas son menos frecuentes, las lluvias intensas aumentan su frecuencia.
Estas características marcan un ambiente muy propicio para el asentamiento de organismos oriundos tropicales, que se desplazan hacia los polos (Sur o Norte) en respuesta al aumento de las temperaturas por esas zonas que antes eran demasiado frías para ellos. También, la menor frecuencia de eventos fríos implica menos controles térmicos sobre las expansiones de esas especies. Es decir, no hay temperatura que las pare.
Aquellos organismos cuyos hábitats son predominantemente correspondientes a climas cálidos, empiezan a encontrar más sitios para armar hábitat porque las características ecológicas del "viejo" clima templado mutaron y ahora coinciden con las de un clima cálido que propicia su desarrollo. Algo así como que bajen los precios de los alquileres en AMBA y que se emparenten más con tu capacidad de pago y de golpe tengas más extensión de zonas donde vivir.
Ahora bien, ¿por qué existe tropicalización? Es una de las facetas del cambio climático. Como las características climáticas típicas van alterándose, los ecosistemas presentan estas nuevas propiedades que no antes eran propias.
¿Siempre sucedió esto? No, y prestá atención porque lo que viene lo podés usar para argumentar con cualquier negacionista al cambio climático. Si bien los climas cambian —y han cambiado a lo largo de toda la historia de la tierra— es la primera vez que esos cambios tienen una causa directa a la actividad humana. Los cambios climáticos pasados no se habían dado tan rápidamente (en tiempos geológicos, claro) como el presente, que en 200 años mostró cambios abismales, relacionados a la acumulación de gases de efecto invernadero en la atmósfera.
¿Dengue y gentrificación?
La falta de infraestructura sanitaria, la mercantilización del espacio residencial (competencia de los sitios de residencia con plataformas de alojamiento turístico, como Airbnb y Booking) implica que cada vez estemos más solapados en un mismo núcleo urbano. Si no hay planificación urbana-ambiental, esto lleva directamente a problemas sanitarios: enfermedades relacionadas a la deficiente gestión de residuos, de suministro eléctrico, y claro, plagas de todo tipo.
El mosquito Aedes Aegypti coloniza varios tipos de sitios urbanos porque, según dictan investigaciones, las actividades humanas tienen una gran correlación con la tasa de expansión fuera de sus rangos de origen o “sus pagos”. Se volvieron “cosmopolita”, se ven especialmente adaptados a convivir con humanos y, por ende, pueden estar en interiores y cacharros de agua estancada.
Según la Organización Panamericana de la Salud (OPS), la deficiente gestión de los residuos sólidos influye en la aparición de casos de Dengue y, por lo tanto, debe considerarse en la planificación de las medidas de salud pública. La relación es inversamente proporcional: es decir, cuanta más deficiente y desigual es la gestión de residuos y sanidad ambiental, más riesgo existe de la incidencia del Dengue.
Además, la incidencia del Dengue está directamente relacionada con el índice de Gini (indicador de desigualdad económica). Esta relación sugiere que cuanto menor sea la cobertura de la recolección regular de residuos, mayor será el número de casos de Dengue. En criollo: más desigualdad en materia de gestión integral de residuos, más dengue, menos desigualdad, menos dengue. ¿Ven cómo las consecuencias de las problemáticas ambientales se relacionan directamente con las desigualdades sociales?
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¿Qué controlar cuando nada se controla?
Algo que se refuerza en cada publicación del Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC): adaptación, adaptación y adaptación. Sí, así como cuando cambia una tremenda variable de tu vida, que no podés modificar. Aceptar y actuar en función de ello. Una herramienta clave para las acciones de política científica al respecto es la inversión en más y más precisos sistemas de alerta temprana.
En primer lugar, los sistemas de alerta temprana son claves en toda detección previa de eventos meteorológicos anómalos, como lluvias intensas u olas de calor durante varios días. Son instancias cruciales para la gestión urbana o incluso doméstica, previniendo riesgos de salir y cómo.
¿Quiénes ejecutan esos dispositivos de alerta? El estado, vía Sistema Meteorológico Nacional. Este sistema no solo alerta a las y los vecinos, sino también alimenta a los monitoreos de otras dependencias (como Bolsas de Cereales) con una finalidad comercial. El escenario de desfinanciamiento de dependencias de Ciencia y Técnica estatal perjudica directamente el funcionamiento de estas mismas direcciones.
La Agrupación Rolando García informa en este hilo que el número de empleados del Sistema Meteorológico debería plantearse en función de la superficie abarcada. No solamente en Argentina es muy inferior al alcance de otras partes del mundo, sino que, además, la situación se agrava por los despidos masivos en el último mes.
Otras herramientas importantes en el manejo adecuado del ecosistema en contextos de cambio climático es el servicio de alerta temprana de incendios y su correspondiente Servicio Nacional de Manejo de Fuego. Al prever mayor ocurrencia de eventos de incendios en temporadas secas, es crucial contar con brigadistas para la mitigación rápida de los daños y su alcance.
Las fuerzas del cielo no mitigan el cambio climático
Dejar al mercado actuar es un error. El IPCC es un panel de científicos de todas partes del mundo que revisa la última información y evidencias del cambio climático. Su robustez es avalada por Naciones Unidas y cada dos años lanza un reporte muy largo resumiendo esa evidencia, que justamente se usa como fuente para las Conferencias de Partes (COP).
El informe de 2022 indica: "La acción climática eficaz es posible gracias al compromiso político y a estrategias multinivel bien alineadas. Gobernanza, marcos institucionales, leyes, políticas y estrategias y mayor acceso a las finanzas y la tecnología. Objetivos claros, coordinación entre múltiples ámbitos de políticas y los procesos de gobernanza inclusivos facilitan una acción climática eficaz. El desarrollo resiliente al clima se beneficia al aprovechar conocimientos diversos”. Qué difícil esa coordinación multinivel en un país cuyo poder ejecutivo nacional no avala la evidencia científica del origen humano al cambio climático, mientras que las provincias sí.
Volviendo a la epidemia de Dengue, parece estar mostrando los colmillos porque puede ampliarse. Si algo nos está enseñando esta década es que el mundo puede tomar rumbos insólitos en tan solo segundos. Por ende, minimizar el alcance que están teniendo las consecuencias del cambio climático sería imprudente, tanto como de parte de las y los ciudadanos como de la dirigencia política. Imaginamos que luego de la pandemia COVID-19 tendríamos especial respeto a las lecciones sanitarias. De hecho, las ciudadanías mundiales evaluaron gestiones enteras de sus mandatarios en función de cómo habían sorteado tal evento. ¿Qué haremos con la información del presente?