En este artículo, Solana Camaño recomienda cuatro libros bien distintos para leer durante el verano, pero con una característica en común: son historias soterradas en lo más cotidiano e íntimo de los vínculos.
1 | El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes
No es fácil narrar el desprecio, la cocina lenta del rechazo, la repulsión cotidiana a un afecto. Y más difícil aún es narrar la metamorfosis de ese desprecio. ¿En qué momento una mirada severa se vuelve frágil, condescendiente, amable? El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes, la primera novela de Tatiana Tibuleac, cuenta con crudeza la reconstrucción del vínculo entre una madre y un hijo que padece una enfermedad mental durante unas vacaciones en un pequeño paraje francés.
“Aquella mañana en que la odiaba más que nunca, mi madre cumplió treinta y nueve años. Era bajita y gorda, tonta y fea. Era la madre más inútil que haya existido jamás. Yo la miraba desde la ventana mientras ella esperaba a la puerta de la escuela como una pordiosera. La habría matado con medio pensamiento”, comienza diciendo Aleksy, el narrador de la historia. A raíz de una recomendación de su psiquiatra para destrabar su bloqueo artístico como pintor, él bucea en los recuerdos de una infancia marcada por la muerte de su hermana menor, la violencia de su padre, una madre rota y una abuela ciega.
El tránsito desde el resentimiento hacia la reconciliación con esa madre que transita una enfermedad terminal avanza a un ritmo elaborado con precisión quirúrgica. La escritora moldava logra una experiencia de lectura poco habitual: quien lee sigue la transformación de los personajes con delicadeza y sin sobresaltos, pero al mismo tiempo atravesadx por una sensación constante y aguda: “Esto es brutal”. Un libro recomendado para quienes están dispuestxs a arrojarse a la sensibilidad, belleza y poesía sin tapujos.
2 | Rabia
Es curioso cuando la literatura contemporánea huele a clásico. Una especie de alerta: al final, los grandes dramas humanos son siempre los mismos. Rabia de Sergio Bizzio, novela argentina publicada en 2004, relata la historia de María, un obrero que se enamora de Rosa, mucama de una pareja rica. Él asesinó al capataz y prefiere una vida como fantasma en esa mansión ―sin que su amor lo sepa― antes que la cárcel.
El tamaño de esa casa es tan absurdo como las desigualdades sociales y la humillación de los desclasados. Porque sí, podríamos decir que Rabia es una novela sobre capitalismo, trabajo, xenofobia y género en la Argentina, pero como dice Elvio Gandolfo, “eso puede hacerlo cualquiera”. (O casi). El talento está, sobre todo, en la forma. El texto es seco y cinematográfico. La cámara acompaña a María en su día a día como espía. La mira a Rosa arrobada. “Su adoración por ella era tan grande que se había vuelto místico para negarla sin morir”, se lee. Una reminiscencia de Roland Barthes: “Toda solución es implacablemente remitida a su sola idea ―es decir a un ser verbal―; ajustarse a la preclusión de toda salidad: el discurso amoroso es en cierta forma un a puertas cerradas de las salidas”. Idea de suicidio, idea de separación, idea de viaje, idea de reclusión y espionaje, ¿por qué no?
Una novela oscura, íntima y recomendada para quienes piden el consejo más escuchado previo a cualquier descanso vacacional: “Dame algo que no pueda dejar de leer”. Rabia, entonces.
Te puede interesar: Ariana Harwicz: "Leo a esos que en su época han desobedecido"
3 | El matrimonio de los peces rojos
Para quienes prefieren cuentos, uno que no falla: El matrimonio de los peces rojos de la escritora mexicana Guadalupe Nettel. Este libro, publicado en 2013, ganó el III Premio Internacional de Narrativa Breve Ribera del Duero. Consta de cinco relatos que cruzan el mundo animal y humano. Son narraciones de fugas. De alguna manera, todos los personajes se están escapando de algo: una pareja destinada a morir, una familia disfuncional, un aborto espontáneo, un amante perpetuo. Pero no se trata de cruzadas largas o saltos al vacío, más bien huyen, muy despacio y en silencio, de las cuatro paredes que hacen a su intimidad. Incluso aunque físicamente terminen en el mismo lugar.
¿Cuál es el punto exacto que desencadena el desarme de una vida amueblada? Imposible saberlo. Los cuentos de Nettel se inscriben en ese tiempo que no es plausible de ser capturado. En cada uno, animales y humanos construyen una relación por momentos simbiótica e iracunda. Lo anómalo se proyecta en lo cotidiano y vuelve a tornar a la autora de La hija única como una de las imprescindibles de la literatura latinoamericana actual.
4 | Casas vacías
Una de las sorpresas en la literatura sobre maternidad de los últimos años es Casas vacías de la escritora mexicana y feminista Brenda Navarro. La novela cuenta la historia de secuestro de un niño con autismo desde el punto de vista de la madre que lo pierde alternado por el de la que lo rapta en un parque. La primera no deseaba a su hijo hasta que lo perdió. La segunda quería ser madre a toda costa. El hecho empuja a ambas a la desesperación y odio hacia quienes las rodean, principalmente a las figuras masculinas. ¿Querían a ese niño o querían lo que ese niño significaba como promesa?
Son dos historias muy diferentes en términos de posicionamiento económico y social, pero de una profunda precariedad emocional como punto en común. Un acierto de Navarro es cómo logra contar la fragilidad de ambas: con una escritura veloz, descarnada, repleta de soliloquios.
“El que desaparece se lleva de ti algo que no vuelve: se llama cordura”, escribe la autora y sintetiza en esa frase el gran drama de los desaparecidos en su país. México superó la cifra de 100 mil personas cuya locación es no identificable según la Comisión Nacional de Búsqueda de la Secretaría Nacional de Gobernación. La gran mayoría, desde el inicio de la guerra contra el narco lanzada por el presidente Felipe Calderón en diciembre de 2006.
La trama, en palabras de la autora, está teñida por el desamparo generado en esas casas vacías y en esas mujeres que salieron a buscar a sus hijos, pero volvieron sin respuestas.