De acuerdo con cifras de la Fundación Una Brisa de Esperanza, el 85 por ciento de los casos de abuso sexual en Bolivia son cometidos por un familiar o por alguien cercano a la víctima, situación que hace más traumática la vivencia para las infancias y adolescencias.
Según la Fiscalía de Bolivia, entre enero y junio del presente año hubo 4.326 casos de violencia sexual a nivel nacional, una cifra preocupante teniendo en cuenta que fueron 1.000 casos más en comparación con los reportados en el 2021, según un análisis durante el mismo rango de tiempo.
Ante la necesidad de contrarrestar la violencia sexual que sigue en aumento en Bolivia, existen fundaciones como Una Brisa de Esperanza (FUBE), una iniciativa que asiste y acompaña a niños, niñas y adolescentes que han sido víctimas de esta violencia en Cochabamba, Bolivia. Desde su creación, la organización ha acompañado más de 2.000 casos brindando servicios legales, psicológicos, médicos y sociales -gratuitos- a las víctimas y a sus familias.
Su fundadora, Brisa de Angulo, quien con tan solo 15 años fue víctima de violencia sexual en repetidas ocasiones por parte de un primo, lucha contra la impunidad con resiliencia en un país donde las cifras de violencia sexual nunca han bajado.
En este sentido, Brisa presentó recientemente su testimonio en la Corte Interamericana de Derechos Humanos para pedir justicia, sentar un precedente regional y demandar reformas en el código penal de Bolivia mientras ofrece servicios profesionales de calidad para niños, niñas y adolescentes víctimas de agresión sexual.
La visibilización de la historia de Brisa en el ámbito internacional es un precedente para Bolivia y para otros países de América Latina en donde hay altas cifras de violencia sexual. Además, ha sido clave para traer a colación una problemática que se presenta diariamente en el mundo, pero de la que poco se habla: la violencia sexual ejercida por familiares. Como afirma Brisa: “Escuchamos sobre violaciones en universidades o violaciones en colegios, pero donde más ocurren es dentro del entorno familiar”.
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Lastimosamente, la fundación lleva un tiempo siendo objeto de una campaña de difamación por parte de sujetos condenados por violencia sexual (algunos con sentencias), que buscan evitar a la justicia y el reconocimiento público de sus agresiones.
Lo anterior, es un riesgo y retroceso en el trabajo que se ha realizado con la infancia y adolescencia boliviana que, en vez de recibir acompañamiento para promover un desarrollo infantil sano e integral -que erradique las consecuencias y traumas que pueden quedar como resultado de la violencia psicológica y sexual- quedaría en el limbo al no tener a donde acudir.
La erradicación de la violencia sexual contra niñas, niños y adolescentes es una responsabilidad que compartimos todas las personas. Visibilizar esta problemática y a organizaciones como FUBE puede crear conciencia y voluntad política para que se implementen medidas eficaces que permitan que historias como la de Brisa no vuelvan a repetirse.